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 domingo, 19 de marzo de 2006  
Joaquín Sabina vuelve a Rosario para presentar "Alivio de luto"
"Escribo canciones tristes, porque una buena canción, cuanto más triste mejor"
El cantautor español confesó que quiere profundamente a Rosario porque de ahí son sus amigos y enemigos íntimos

Rodolfo Montes / Escenario

Encendido, hilarante, Sabina habló y se rió de todo sin incomodar a nadie. Sentado en un sillón blanco, majestuoso, que desafió con sorna "yo tengo algunos mejores", y con un "whiskisito" como única compañía, mostró una vez más que ningún tema lo incomoda y que, más allá de achaques y temores, sigue siendo un espíritu indomable y sensible. "Escribo canciones tristes porque una buena canción, cuanto más triste mejor", comentó sonriente el español en diálogo con La Capital, y disparó: "Con las canciones alegres, pues váyanse a cagar...Yo escribo con el corazón y no con la calculadora".

Ante su inminente llegada a Rosario, no descartó un posible encuentro con Fito Paéz y Andrés Calamaro, quienes se encuentran en la ciudad para el rodaje de la película "¿De quién es el portaligas?". "Con Fito tuve los roces que todos conocen, tenemos distintos modos de trabajo y no debimos haber hecho un disco juntos. Pero yo me compro sus discos, y cada vez que lo deja su mujer lo llamo...y le dijo «te jodes»", relató, y estalló en una estruendosa carcajada.

Sabina, que para calmar la ansiedad de sus fans anunció que antes de fin de año volverá a Rosario para ofrecer un show al aire libre, actuará pasado mañana con entradas totalmente agotadas en el estadio cubierto del Club Provincial.

-¿Cómo fue tu depresión y cómo tu recuperación?

-Tuve una depresión vulgar, como la de cualquier ama de casa. No quería ver a nadie, no quería mirarme al espejo ni que me saludaran. Me pasaba el día mirando tele basura. Pero sólo eso, no fue una depresión profunda, porque nada de lo que me sucede es profundo (risas). Quiero decir que no quería tocar en público y que desarrollé una cierta agorafobia (miedo a los espacios abiertos), un término que no conozco bien, pero que queda de puta madre...(risas)

-¿Quiénes te ayudaron?

-Me ayudaron mis músicos, mis amigos poetas, mi novia y también mi primo el Nano Serrat, que me mandaba mails todos los días diciéndome "cabrón, por fin he acabado contigo" (risas).

-La Argentina está ardiendo con tu llegada. ¿Cómo lo percibís?

-Realmente en estos días recibí mucha emoción, he sido insultantemente feliz. Gracias. Recuperé la afición por este oficio. Vengo de cuatro años de gastar mucho en psiquiatras, pero ahora, por suerte, hay algunos psiquiatras que pagaron una entrada por ver un show mío (risas).

-¿Qué pasó con el público argentino y Sabina?

-La Argentina tiene un público loco y disparatado, y no lo digo yo, lo dice Mick Jagger. Desde mi punto de vista, lo más valorable de la Argentina son las mujeres locas y disparatadas (risas). Por mi origen de pueblo suelo tener el temor de defraudar, de no estar a la altura y de querer irme con mi mamá. El público te lleva, te empuja.

-Una nueva generación te idolatra. ¿Qué dirías de esos chicos de 20 años, fans de Sabina?

-No entiendo la masiva presencia de nuevas generaciones en mis shows, es demasiado emocionante. Pienso en los padres, en esos chicos de 15 años, no lo entiendo. Tal vez encontraron en mí canciones escritas con el corazón y no con la calculadora, y un amor supremo a las palabras. Jamás imaginé esto que está sucediendo. De todos modos, para que la gente se quede tranquila, cuando nos enteramos de la locura de las colas por sacar entradas empezamos a pensar en un show más trival, de estadio para dentro de algún tiempo. Estamos sorprendidos, no imaginé ni remotamente que ocurriría lo que ocurrió. Soy el primer estupefacto.

-¿Qué esperás de tu show en Rosario?

-Rosario es un sitio muy querido para mi corazón, no sólo por los conciertos que di y las hermosas copas que me tomé. También por ese ambiente portuario, por mi íntimo amigo Juan Carlos Baglietto, porque mi admiradísimo Roberto Fontanarrosa es de allí, e incluso mi íntimo enemigo también es de allí... (risas).

-¿Qué clima notás en el país, después de 4 años de ausencia?

-De la Argentina no se qué carajo decir. Acá está este maravilloso hotel y muy cerca el comedor popular de Raúl Castells. A mi me gusta más el caos que el orden, y por eso amo a Buenos Aires. Me gustaría que los pibes crezcan bien y que, por favor, no cierren el Británico (por el bar Británico de Parque Lezama).

-¿Cambiaste tu modo de vida después de la crisis de salud?

-Que no me vean de noche por ahí, no quiere decir que no salga...y si me queda por acá, no quiere decir que duerma. (risas)

-¿Pensaste alguna vez en conquistar a la Argentina de este modo tan categórico?

-En el guión de mi película fantástica de la adolescencia no estaba en los planes venir a la Argentina. Soy de un pequeño pueblo de España, y en mi proyección Madrid era Nueva York y Buenos Aires era el planeta Marte. Conocía, sí, la mitología del tango, Borges, Cortázar y Atahualpa Yupanqui. Luego, cuando conocí los kioscos de diarios llenos de ejemplares a las seis de la mañana, los bares en las esquinas y las fantásticas putas argentinas, comprendí que este país estaba hecho a mi medida y me enamoré. Nunca me gustó hablar bien de Buenos Aires aquí, porque parece que vengo a vender algo. Pero deberíais saber las cosas que digo de Buenos Aires cuando estoy fuera.


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Sabina dijo que quiere a Rosario por Baglietto y Fontanarrosa.

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