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 domingo, 19 de marzo de 2006  
En la Palabra de Dios. Expertos opinan sobre la evangelización carcelaria
La "nueva vida" de los presos: ¿una estrategia de exculpación?
La reincidencia de los convertidos recién está siendo objeto de investigaciones

Silvina Dezorzi / La Capital

Resulta difícil saber si hay diferencias de reincidencia en el delito entre ex convictos convertidos a la fe evangélica en el penal y no convertidos. En un estudio científico hecho en Brasil a pedido del Servicio Penitenciario de ese país, un equipo de antropólogos mostró que conversos y no conversos reincidían por igual. Y ahora, investigadores de la Universidad Nacional de Quilmes encabezados por el sociólogo argentino Rodolfo Brardinelli llevan adelante otro estudio con el que abordan una cuestión crucial: si esa "nueva vida" no termina funcionando como una "estrategia evasiva" (aun siendo sincera) sobre la responsabilidad del delito.

"Esta estrategia evasiva se pone en marcha cuando el preso, estando en la cárcel, adhiere a algún culto evangélico y tomando de él el concepto de muerte y resurrección afirma que ahora es un hombre nuevo y que el que violó o mató, es decir, el hombre viejo, ha muerto. En otras palabras, el que murió es el que tenía la responsabilidad sobre el crimen", sostiene Brardinelli.

En diálogo con La Capital, el especialista aclara que "en general, quien robó, violó o mató, no se dice un hombre nuevo por especulación: el preso lo dice sinceramente, lo que no implica que desde una reflexión científica yo deba creerlo". ¿Por qué? "Porque hay pocas posibilidades ciertas de que alguien se transforme en un hombre nuevo sin hacer una profunda introspección sobre sus responsabilidades". Así, para el especialista, "la conversión en la cárcel puede representar un taponamiento, una represión de la problemática que tarde o temprano retorna".

El sociólogo advierte que donde sí puede existir especulación es en las cárceles, ya que entrar o no a un pabellón evangélico puede representar nada menos que la diferencia entre vivir o morir.

"Este lugar tiene la protección de Dios", sintetizó un interno evangélico del pabellón 9 poco después de la masacre de Coronda, cuando hace casi un año una matanza entre internos se cobró la vida de 14 reclusos. La frase venía a explicar por qué la turba enardecida había pasado de largo por ese lugar, que en términos más terrenales ellos mismos habían bloqueado desde adentro.

Básicamente, quienes conocen la vida carcelaria dicen que, además, estar en uno de esos pabellones puede salvar de ser violado. "La gran diferencia es que allí los mismos internos definen un orden más allá de lo que establece el Estado, e incluso lo denominan metodología pedagógica socializadora, una especie de comunidad terapéutica", confirma el titular del Servicio Penitenciario provincial, Fernando Rosúa.

De todos modos, el funcionario reconoce que ante esa situación "sería un riesgo que el Estado perdiera claridad y capacidad para controlar qué otras cosas pueden ponerse en juego", por ejemplo relaciones de poder y dominio, por lo que dijo haber "reforzado" la presencia del equipo interdisciplinario del penal para intervenir en lo que es la "movilidad de internos entre los pabellones". Finalmente, algo que debe ser regulado por la ley de ejecución penal y no por otros designios.

Desde la visión de los propios evangélicos, el énfasis está puesto en otro tipo de eficacia. El coordinador de la Confraternidad de Líderes Cristianos, Carlos Ahubán, sostiene que esas reglas de conducta son producto de un "efecto sobrenatural" -y no "mágico", aclara- de la prédica, a la que llaman "la Palabra (de Dios)".

Para Ahubán, se trata de una "transformación espiritual que luego lleva a una realidad de vivencia, porque al aceptar al Señor Jesús hay un nuevo nacimiento que debe hacer cambiar hábitos que antes eran del pecado".

S.D.
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