Año CXXXVII Nº 49053
La Ciudad
Política
Economía
Información Gral
Escenario
Opinión
El Mundo
La Región
Policiales
Cartas de lectores



suplementos
Ovación
Educación
En el aula
Estilo


suplementos
ediciones anteriores
Turismo 12/03
Mujer 12/03
Economía 12/03
Señales 12/03
Educación 11/03
Estilo 18/02

contacto
servicios
Institucional

 sábado, 18 de marzo de 2006  
Lanzamiento de la Colección Nueva Historia de Santa Fe
“Conocer el pasado, más que una necesidad es un derecho”
El doctor en historia Darío Barriera asegura que “ignorar lo que nos enseñan la historia y las ciencias sociales nos sumiría sin duda en una oscuridad indeseable”. Dictará una conferencia el martes 21 en El Círculo

Marcela Isaías / La Capital

Darío Barriera es licenciado en historia por la Universidad Nacional de Rosario (UNR), investigador del Conicet y doctor en la misma disciplina por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París (Francia). El martes que viene dictará en Rosario una conferencia sobre “Preguntas sobre la historia”.

No es casual el nombre que eligió para titular su exposición: “En general, de una disertación sobre historia se esperan certezas, respuestas. Cuando uno se aviene a transitar ese modelo, está eligiendo cerrar los caminos, y me interesa hacer precisamente lo contrario: elijo abrir el juego con preguntas”.

Con esa premisa interrogativa, Barriera disertará el martes 21, a las 18, en el Teatro El Círculo (Laprida y Mendoza). Será en la presentación de la Colección Nueva Historia de Santa Fe que La Capital lanzará en las próximas semanas, y de la que el investigador de la UNR es su director.

—“Preguntas para la historia”. ¿Por qué ese título para la conferencia?

—En general, de una disertación sobre historia se esperan certezas, respuestas. Cuando uno se aviene a transitar ese modelo, está eligiendo cerrar los caminos, y me interesa hacer precisamente lo contrario: a partir de la contundencia que contiene, por ejemplo, el título de una colección de libros, elijo abrir el juego con preguntas. Estas preguntas son de diverso tipo —algunas de ellas muy sencillas— y están dirigidas a las expectativas que abre la publicación de un libro de historia, al oficio de hacer historia y al oficio de enseñarla. Oír, leer, escribir y enseñar historia depende mucho de las preguntas que tengamos en mente, ya que cuando preparamos su formulación estamos pensando y organizando nuestra manera de interpretar el mundo.

—¿Hay preguntas clave para la historia de Santa Fe?

—Para comprender y para explicar la historia de Santa Fe, de los santafesinos y de las santafesinas, las preguntas tienen que ser universales. Esto quiere decir que debemos plantearnos interrogantes generales y vinculantes: la historia de una provincia y de su gente no puede pensarse disociada de la historia familiar, de la historia nacional o de la historia universal. Algunas cosas suceden localmente. La experiencia siempre es territorial, está marcada por lo local. Pero la marcha de la vida es universal: esto implica que para interrogar al pasado, los cuestionarios no deben estar pensados parroquialmente, porque eso despierta un sentimiento hacia lo local —el localismo— que nubla la vista del investigador y empobrece sus capacidades interpretativas. En suma, creo que más que preguntas clave hay preguntas-llave, esas que permiten abrir puertas a la comprensión y a la explicación de los procesos históricos y de las experiencias de los sujetos.

—¿Por ejemplo?

—Un ejemplo de este tipo de preguntas puede ser: ¿Qué relaciones existen entre los territorios y las identidades que construyen sus habitantes? ¿Los territorios producen identidades? ¿Qué procesos sociales y subjetivos se ponen en marcha frente a las “catástrofes”? — sean estas “naturales” o “civiles”, se trate de las inundaciones o del desastre de Cromañón. Estas preguntas no tienen respuestas tajantes: sirven para abrir puertas y ventanas, para formular más preguntas y, de esta manera, disparar un proceso de construcción de conocimiento complejo. La misma actitud hay que asumir frente a la producción de información —cuando usamos el diario en el aula, o cuando un investigador enfrenta un documento—. Allí también hay que domesticar el “hambre de certezas” e interrogar con pocas pulgas: ¿Quiénes produjeron tal texto o tal imagen? ¿Qué propósito perseguían? ¿A qué intereses respondía su producción y su difusión? ¿Quiénes sacaron partido de esto? A veces conseguiremos averiguar algo, otras mucho y otras nada. No obstante, armar los cuestionarios ejercitándose con este tipo de preguntas es importante tanto a nivel de la investigación profesional como en el trabajo con niños y niñas en la escuela.

—Si tuviera que mencionar una razón central de por qué la historia de Santa Fe debería ocupar un lugar en la educación, ¿cuál sería?

—Para aprender a pensar quiénes somos, de dónde venimos, qué hacemos y hacia dónde queremos ir, es importante empezar por lo que está a la vuelta de casa. Como decía anteriormente, el nivel de la experiencia es siempre local. Por lo tanto, para aprender a construir conocimiento sobre las sociedades, es conveniente que la iniciación vaya por esta vía: enseñar a interpretar el pasado del pago chico —el pueblo o la ciudad, por ejemplo— permite abordar problemas que también se plantean en las otras escalas (provincial, regional, nacional, universal). Lo que nunca debe perderse de vista es la relación que hay entre la localización de los sucesos o de los procesos y la generalidad —el sentido universal— del problema. La historia de cada ciudad, de cada pueblo y además, la del territorio provincial y de su gente, tiene que estar presente desde muy temprano y hasta muy tarde en la currícula educativa simplemente porque es el mejor campo de entrenamiento para aprender a pensar históricamente. Ahora bien, si por ventura se incrementaran los espacios curriculares dedicados a estos temas en detrimento de la enseñanza de otras historias, también perdemos, porque de allí al parroquianismo hay un solo paso. Es lo que sucede con algunos sistemas educativos europeos y con el norteamericano, que pecan de “ombliguismo”. Por otra parte, la aproximación entre lo local y lo “global” —entre lo particular y lo general— no debe ser inductiva ni deductiva sino compleja. Debemos utilizar estas historias locales o provinciales como observatorios —casi diría como excusas— para estudiar el sentido de procesos que atraviesan múltiples espacios y a distintas escalas.

—Se afirma con frecuencia que para entender el presente es necesario conocer el pasado. Ahora bien, ¿cuánto saben los santafesinos de los hechos que lo vinculan con su propia historia provincial?

—Esa afirmación es una de tantas que merecen ser interrogadas. Conocer el pasado, más que una necesidad es un derecho. Para comprender nuestro presente y para transformarlo tenemos que comenzar por asumir que esto se juega sobre todo en el campo de la acción. El conocimiento es un recurso, y no una finalidad ni un agente que hace cosas por nosotros. Tenemos derecho a saber más para tener más elementos con los cuales orientar nuestras decisiones para hacer. Del conocimiento sobre el pasado no provienen, necesariamente, esclarecedoras iluminaciones; sin embargo, ignorar lo que nos enseñan la historia y las ciencias sociales nos sumiría sin ningún tipo de duda en una oscuridad indeseable. Saber más sirve, justamente, para tener más recursos. En tal caso, más que necesario, es deseable. No creo saber cuánto conocen los santafesinos y las santafesinas sobre la historia de su provincia. De lo que estoy seguro es que no importa cuánto sepan sino cómo construyen ese conocimiento. En este plano, hay muchísima gente trabajando en docencia con ideas muy innovadoras, y sobre todo, enseñando a hacer buenas preguntas.
enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo


Ampliar FotoFotos
Ampliar Foto
Barriera dice que prefiere las preguntas a las certezas en la historia.

Notas Relacionadas
Colección de interés educativo

Hechos que sacuden


  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados