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 domingo, 26 de febrero de 2006  
Piriápolis: el sueño cumplido
Con un litoral de 27 kilómetros de playa, la ciudad uruguaya proyectada por Francisco Piria ofrece variadas alternativas

Rodolfo Bella /La Capital

Piriápolis es el sueño cumplido de Francisco Piria. El fundador de la ciudad dio crédito a su imaginación y levantó una ciudad con atmósfera europea de la nada. Allí donde no había más que arena, pastizales y mar, hoy perdura una ciudad que conserva mucho del encanto que heredó de los gustos del siglo XIX, cuando comenzó esta historia. Las preferencias se reflejan en las sorprendentes muestras de la arquitectura que aún se conserva, entre las cuales se destaca con mérito propio el Hotel Argentino y las residencias particulares, hoy reconvertidas para otros usos, de los descendientes del fundador.

El hotel, un edificio en forma de semi claustro que mira al mar, domina el paisaje de la playa de la zona céntrica. Resulta curioso imaginar el aspecto que habrá mostrado hace casi un siglo aquella inmensa construcción solitaria en una playa alejada de la capital, Montevideo, pero también de Buenos Aires, una ciudad en la cual Piria puso su mira al pensar en el nombre de su hotel.

Comprendida entre Punta del Este y Montevideo, mucho antes de que Punta del Este adquiriera el estatus de destino balneario internacional, Piriápolis, o Heliópolis, nombre original del lugar, cuenta con una ubicación privilegiada sobre la costa del océano Atlántico.

Con un extenso litoral de 23 kilómetros de playa, la ciudad está recostada sobre una bahía, y desde el mar, ofrece la postal de un lugar apacible, rodeado de colinas verdes y construcciones particulares y hoteleras que, con raras excepciones, se ajustan a la escala humana.

Las casas con valor patrimonial, bien conservadas y en uso, alternan con otras más recientes, entre las cuales se encuentran hoteles de diferentes épocas, especialmente de los 50 y 60, que como el "Rex" eligió un estilo de hotel boutique. Con sus reposeras en la vereda bajo un toldo, las luminarias, los colores de las alfombras y las paredes, y el amoblamiento original restaurado, la experiencia resulta como ingresar a una pintura de Edward Hopper.

Rambla Art Nouveau

La rambla Art Nouveau contrasta hoy con el ritmo que adquieren sus calles en el pico de la temporada. Sin embargo, durante una privilegiada y curiosa puesta de sol en la costa de ese lugar donde se unen el Océano Atlántico y el Río de la Plata, cuando la actividad playera se repliega a los bares, discotecas y restaurantes y el sol desdibuja el perfil del Hotel Argentino, es posible imaginar una época y un lugar en el cual la valoración del tiempo era distinta a la actual.

El sortilegio se rompe con facilidad, con algo tan urbano y reconocible como el motor de una moto o la música que llega desde un auto. Y entonces es momento de disfrutar algunas de las opciones nocturnas de Piriápolis, entre las que se cuentan restaurantes, bares, discos y por supuesto el casino del Hotel Argentino.

Antes de ingresar a ese espacio muy bien conservado, con sus pisos de roble intactos, las boiseries en perfecto estado y sus muebles, y antes de ceder a las máquinas tragamodedas y las mesas de ruleta, conviene detenerse en el pasillo que conduce a ese lugar.

Colgadas de las paredes e iluminadas por lámparas originales, antiguas fotografías y publicidades de distintas épocas, dan su testimonio de una Piriápolis que exhibe dignamente su pasado y ofrece otro motivo para el asombro del espectador actual. Tal es el caso de la difusión que tuvo el balneario en la forma de una campaña de marketing desarrollada a principios de siglo, una época en que esa palabra no existía.

Durante el día las opcines de playa y las actividades van mucho más allá de la arena y el sol que puede disfrutarse a discreción, y según el gusto de cada turista, con lugares más o menos concurridos, agrestes o no tanto. Entre las playas agrestes y solitarias, y no por eso excesivamente alejadas del centro, se encuentra el balneario Punta Negra. Se llega hasta allí por un camino secundario. En el camino de regreso a la ciudad es posible disfrutar de la naturaleza en su estado puro en sucesivas paradas.

En Punta Negra, casas de diseño simple y minimalista se funden con el terreno y se dispersan de forma irregular en distintas parcelas; desaparece la cuadrícula de la ciudad lo que acentúa el efecto natural, mientras el mar, las olas, las rocas y el viento parecen invadir el lugar y los sentidos, con excepción del camino que bordea una zona de playas amplias y vírgenes.

Por esa ruta que al principio es casi un sendero, se llega a la próxima parada, Punta Colorada, donde la edificación comienza a hacerse más densa pero sin perder por eso el encanto. Ese es además el lugar elegido para aquellos a quienes les interesa la pesca y el surf. Esa zona es especialmente apreciada por los aficionados a la pesca por la variedad de especies que pueden cobrarse. Entre esta parada y la playa San Francisco, se encuentra el espacio SOS Rescate Fauna.

En ese lugar un grupo de voluntarios recoge y cuida a diversos animales marinos enfermos o accidentados hasta su completo restablecimiento. Con las precauciones lógicas, se pueden admirar cachorros de lobos marinos, pingüinos, focas y aquellos seres que requieran atención médica específica. Una visita guiada informa sobre las circunstancias en que cada paciente llegó allí para superar algún mal trance y después ser acompañado hasta su restitución a su medio natural.

Luego de la playa San Francisco, comienzan los siete kilómetros de rambla que delimitan el centro costero de la ciudad, originalmente forestados en una especie de árbol llamada tamaríz, del cual aun se conservan algunos ejemplares de la época de la fundación y que esquivaron la reforestación más reciente con palmeras.

El dato no es menor ya que se trata de un hecho que da cuenta, si se da crédito a las abundantes referencias orales que circulan sobre el fundador, que asegura que ese árbol fue elegido por Piria por su resistencia al riguroso clima marítimo durante la temporada de invierno. Un detalle más del ambicioso plan del fundador que no dejaba ningún detalle librado al azar.

Continuando por la extensa y elegante rambla, algunas de las playas adquieren nombres que evocan cierta poesía como Los Angeles, Hermosa, Playa Verde, Las Flores y Bella Vista, en las cuales se puede reponer del esfuerzo placentero de admirar la naturaleza en algunos de los bares de la costa o simplemente admirando una puesta de sol apacible que no por muchas veces visto, resulta menos atractiva.
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El Hotel Argentino domina el perfil de la costa central de la ciudad.

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