El viaje del lector: Termoli, ciudad del mar

A mi llegada a la pequeña región de Italia meridional me encontré con un paisaje difícil de olvidar. Una costa adriática de doradas y finas arenas, limpias aguas en un breve recorrido de 38 kilómetros. Allí me sorprendió ver cómo una cornisa natural emerge majestuosa a 15 metros de altura sobre el nivel del mar, que durante los últimos años conquistó el reconocimiento de la Bandeira Blud' Europa.

La ciudad de Termoli se presentó ante mis ojos como un lugar de playas, con sugestiva historia. Para los viajeros que arribamos a este lugar durante la temporada estival nos encontramos con la posibilidad de participar de las numerosas fiestas religiosas, culturales, artísticas, recreativas y folclóricas. Allí el mar nos encandila con dos playas, una que bordea el Burgo antiguo y continúa hacia el norte, por el momento decorada de pinares naturales, bien atendidas, con el ofrecimiento de sombrillas y carpas de vivos colores, arenas suaves y límpidas aguas turquesa. Y la otra hacia el sur, con el Círculo de Velas (Circolo della Vela) que le otorga un toque distinguido al apacible mar invitándonos al deporte.

A los turistas les recomiendo que visiten, al igual que yo, el borgo vecchio (barrio antiguo). Este se nos presenta como una ciudadela fortificada, construida durante siglos en un promontorio que cae a pique sobre el mar, con sus pequeñas calles y serpentinas de circulación, una de ellas el Vico II Castello, una de las más estrechas de Europa. El saqueo turco de 1566 dejó a la ciudad con muy poca documentación sobre su historia, pero los viejos muros son fieles e inmutables testigos del tiempo. Algunas necrópolis testimonian la presencia humana en el siglo VI aC.

La torre de Termule, de principio del siglo V, que hoy ostenta orgulloso el escudo de la ciudad era un puesto de observación marinera y le dio el nombre al paraje. Durante las distintas dominaciones se fueron enriqueciendo los testimonios arquitectónicos. Los lombardos, por el 568 d.C construyeron la muralla y los normandos, ampliaron y construyeron el castillo. Es Federico II de Borbón el que permitió a partir de 1847 construir fuera del amurallado recinto dando comienzo a la historia moderna de Termoli.

En cuanto a la basílica catedral, dedicada a la virgen Santa María de la Purificación, data del siglo XII, rica fachada románica y pisos de mosaicos con gran valor artístico. Allí se conservan las reliquias del San Basso (patrono de la ciudad), y durante las restauraciones importantes se encontraron los restos mortales de San Timoteo, discípulo predilecto de San Pablo, apóstol. En cuanto al castillo, es un macizo normando cuadrado que apoya sobre un tronco también cuadrangular que en cada ángulo presenta torres circulares. Durante los meses de junio y agosto las plazas de Termoli y sus callecitas se colman de visitantes que durante los agradables atardeceres pueden degustar los sabrosos platos típicos. Todos los días salen aliscafos con destinos a las islas Puglieses de Tremiti, que tienen un verdadero encanto paradisíaco.

Según dice la tradición, sin poder otorgar autoría a estas palabras que pueden haber sido dichas por Diomede (el mítico héroe homérico) o por Platón o por Giuliana, nieta de Augusto o por algún noble bizantino: "Infeliz el hombre y sobre todo la mujer, que no haya visto jamás tramontare ir sole a Termoli". Es por este motivo que en homenaje a un dilecto amigo con el que disfrutamos junto a nuestras esposas, las bellas puestas del sol en Termoli, que quiero compartirlo con todos ustedes (en memoria de don Giovanni Miniello, miembro fundador y segundo presidente de la Asociación Familia Molisana de Rosario).

Miguel Angel Lanese