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 domingo, 12 de febrero de 2006  
Reflexiones
Obeid y la gata de doña Flora

Sin dejar de reconocer que el tema agua en el mundo y, por supuesto, en la provincia de Santa Fe, es preocupante por diversos motivos, y que aun con con responsabilidad es considerado por muchos sectores de la sociedad, no es posible tampoco dejar de observar que el folklore político santafesino le ha dado su toque tan particular como nefasto para los intereses del pueblo. Según parece, la cuestión del agua es ahora más que un elemento necesario, indispensable para la vida del ser humano, en torno del cual todos deberían estar unidos para brindarlo de la mejor manera y forma posible, se ha convertido en el “líquido político” sobre el que muchos pisan para catapultar sus imágenes. Emulos de Jesús y con más fe que San Pedro, pisan sobre las aguas para saltar a la campaña.

  —Cuando la empresa privada que tenía a cargo la concesión del servicio adoptó la decisión de irse y el gobierno de la provincia de Santa Fe aún no había tomado una decisión sobre quien manejaría los destinos de la empresa, las autoridades municipales profetizaron un verano caótico, infernal un verdadero desastre en materia de suministro del servicio.

  La verdad es que nada de eso sucedió y las falencias del servicio fueron las mismas de todos los años. En las últimas horas, el intendente Miguel Lifschitz encabezó una movida tendiente a reclamar y protestar por la conformación de una sociedad estatal que manejará el destino del servicio de agua. Y lo ha hecho con tanto énfasis como el que caracterizó a aquellas protestas porque Reutemann había privatizado el servicio del agua. Lo curioso del caso es que la nueva empresa del Estado contempla la participación de municipios y comunas, lo que pone en dudas el carácter del planteo municipal. En este sentido, un empresario serio, agudo y observador de las jugadas políticas ha sostenido: “Al gobierno socialista lo que en el fondo le preocupa es que el servicio no esté controlado por él”. Si es así, se comprende el egoísmo político con que se está manejando la situación en el que pareciera se tienen en cuenta sólo las cuestiones de poder y rédito electoral y no el beneficio de la población.

  Hace pocas horas, en la promocionada asamblea que se llevó a cabo en el Concejo, Lifschitz dijo lo siguiente: “Assa deja afuera a los municipios y a las organizaciones de la sociedad civil, y no garantiza que los recursos a invertir se reflejen en las obras necesarias. Es una empresa aparentemente pública, pero que puede ser privatizada por la propia decisión de su directorio sin el consentimiento de la Legislatura”. Para algunos observadores políticos no dejó de llamar la atención que el intendente asegurara que la sociedad anónima deja afuera a las municipalidades, cuando en realidad las mismas participan con más del 35 por ciento en el paquete accionario y desde el Ministerio de Obras y Servicios Públicos de la provincia se llamó a los intendentes y presidentes de comuna a participar del proyecto. Señala el intendente, como si fuera un pecado capital, que la empresa puede ser privatizada. En realidad el intendente no aclara que teniendo los trabajadores y los municipios una parte importante del paquete accionario, la privatización en todo caso sería sólo parcial. Y aun cuando fuera una privatización total ¿ese es el punto determinante de la cuestión? O la parte relevante, en rigor de verdad, debe ser el servicio eficiente y a costo razonable que se preste a los vecinos. En ese sentido, por ejemplo, bien podría decirse que la Municipalidad (que aspira a manejar absolutamente el servicio de agua) ha aumentado las tasas por servicio que a veces son deficientes y en algunos barrios lisa y llanamente no se prestan. Es la misma Municipalidad que protesta contra la estatización la que ha estatizado en Rosario muchos servicios que son deficientes, como el transporte, entre otros que paradójicamente fueron concedidos a manos privadas (bares y boliches, por ejemplo). De manera que plantear la cuestión pública o privada es distraer al consumidor de la verdadera alternativa: buen servicio o mal servicio. Pues debe tenerse en cuenta que ningún Estado podrá brindar, al menos en este país y en estas circunstancias, un servicio gratuito.

  Se ha demonizado, por razones acaso ideológicas pasadas de moda, la privatización del servicio del agua, pero resulta que una noticia que poco trasciende da cuenta de lo siguiente: “En Cuba, el gobierno socialista eligió asociarse con la empresa privada para administrar sus sistemas de agua y saneamiento mediante la creación de la empresa cubano-española Aguas de la Habana. Según la empresa, la asociación ha sido exitosa y ha producido logros sustanciales: en el año 2000, más de 42.000 personas recibían un servicio de agua inadecuado mediante pipas, mientras que hoy, más de 100.000 personas en La Habana han recibido los beneficios del abastecimiento de agua potable tras la rehabilitación de redes y la instalación de nuevas acometidas”. Esto muestra claramente que no se trata de dirimir quién presta el servicio, sino como se presta. Y la verdad es que el modelo de cogestión entre Estado y capitales privados ha dado buenos resultados en el mundo a la hora de prestar servicios.

  —Pero claro que esto es Argentina, con funcionarios argentinos. Aquí se percibe que poco importa el vecino, sino la política y sus propósitos. Y si los propósitos políticos advierten que es necesario protestar contra la privatización pues se protestará contra la privatización defendiendo la gestión estatal. Pero si esos propósitos necesitan la protesta contra la estructura estatal, pues ya se buscará la forma de protestar contra ella. ¿No es lo que ocurre con el tema aguas? Un ejercicio de imaginación puede servir para aclarar un poco más las cosas. Sin ánimo de defender los errores provinciales tantas veces apuntados aquí, imagine el lector que no es Jorge Obeid, del Partido Justicialista, quien gobierna la provincia de Santa Fe, sino Hermes Binner. Y es Binner el que acaba de estatizar el servicio de aguas a través de una sociedad. ¿Se hubiera criticado de esta forma la conformación de la nueva empresa?

  El egoísmo político argentino, a veces muy bien disimulado, es el causante de tantos y magistrales males. Impera en este país y en cada una de sus ciudades y pueblos aquel pensamiento que dice: “Si un partido político se atribuye el mérito de la lluvia, no debe extrañarse que sus adversarios le hagan culpable de la sequía”. Por eso, a la hora de entorpecer cualquier iniciativa, aún sin haber aguardado los primeros resultados, se apelará a todo aquello que sirva, como la creación de comisiones, asambleas, movimientos, cuyos integrantes pueden tener la mejor predispocisión y la impecable fe de trabajar por el bienestar del ciudadano, pero cuyos ideólogos persigan otros fines. Porque bien es cierto, y ha quedado demostrado en la historia argentina, aquello de que cuando algo deba ser entorpecido o no investigado lo recomendable es la creación de una comisión. Así las cosas, en este país las uniones de la oposición, no siempre pero con frecuencia, se hacen con el fin de obstruir. Y mientras algunas veces que sí, otra veces que no y otras que no sé, en el tema de aguas quedan retumbando en el espacio santafesino las palabras de Obeid: “Pedía siempre lo que hemos hecho y ahora dice que no es lo correcto. Es un poco como la gata flora”.
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