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domingo,
11 de
diciembre de
2005 |
Una cámara en la cueva de Altamira
"Bancarrota" es el título de un relato fotográfico sobre el corralito bancario
Diego Fidalgo y Marcelo Vera son los autores de "Bancarrota", un relato fotográfico sobre el tramo de la historia que empezó a gestarse a fines de 2001 y que centra su mirada sobre cómo se veían los enclaves bancarios de Rosario y Buenos Aires. Parte de esa serie de fotos se mostró en la sede local de la Alianza Francesa y al recorrerla, cierto halo fantasmagórico se apodera del archivo de imágenes del espectador. Sin embargo, las fotos fueron tomadas no hace mucho, en el invierno de 2003.
El corralito, diseñado por el entonces ministro de Economía Domingo Cavallo, arrancó la bronca de una clase media que vio sucumbir sus aspiraciones. Los bancos recibieron la bronca de ahorristas durante meses, años.
Pero en las fotos no hay gente. "Son como cuevas de Altamira, rastros", dicen los autores. Sólo se exhiben los bancos "intervenidos" por el reclamo de la gente que bramaba por su dinero. Casi todas las fotos mostradas tienen un plus: pequeñas imágenes agregadas en los márgenes. Son "tipitos" recortados de un antiguo libro de magia donde se ven las hábiles manos de un mago robando una billetera, jugando con billetes. Recurso, al fin, que cierra una sutil fuga hacia lo retrofuturista. Esa realidad que se acerca, se esfuma y sobre la cual se sospecha que puede volver a aparecer. ¿Será magia?
Vera se autodenomina "un ente gánico": escribe teatro, trabaja en diseño digital, arte contemporáneo, entre múltiples actividades. Fue quien vio el relato visual que luego tomaría forma fotográfica. Fidalgo es realizador audiovisual y camarógrafo. Durante varios meses, los sábados y domingos entre las 5 y 7 de la mañana, robaron fotos de esos bancos que habían retenido ahorros.
-¿Cómo surgió la idea?
Marcelo Vera: lo que me atrajo fue la mirada del extranjero, de estar en Buenos Aires y ver tours en los que llevaban a 20 japoneses, y no sólo japoneses, a sacarse fotos con los bancos hechos pelota, y los tipos nunca sabían bien sobre qué estaban sacando fotos. Algunos, los menos, intentaban preguntar qué era eso, entonces les planteaban que eran bancos, pero después no entendían si eran bancos que no funcionaban más, y les decían "no, son bancos que funcionan", y entonces les preguntaban "¿por qué están así, por qué la gente los rompe?". Y la respuesta era: "Porque están reteniendo el dinero de la gente". Entonces le preguntaban otra vez por qué y ahí se entraba en el terreno de lo inexplicable. Eso les llamaba aún más la atención y se sacaban más fotos. Ese fue el detonante visual, algo muy fuerte. Y la idea básica fue generar lo opuesto, todas las fotos tenían que carecer de gente, están sacadas básicamente a la misma hora. Tenía que ser como una especie de cueva de Altamira moderna, los rastros de una civilización. Y ahí pensé en Diego para que se calzara la cámara. Fue en invierno de 2003.
Diego Fidalgo: Por ahora hicimos esta muestra pero tenemos idea de que siga creciendo, queremos agregarle algo de video. Ver cómo están los bancos ahora, cómo la gente sigue creyendo y operando. Reveer eso que parece que pasó mucho tiempo atrás.
-¿Por qué intervinieron las fotos con esas imágenes de magia?
M. V.: En primera instancia yo había pensado en intervenirlas en una forma mucho más brusca. Y conforme las iba viendo se me ocurrían más cosas, surgieron los "tipitos". Por la estética y sobre todo por esa sensación de "escamoteo" consciente, asumido y sumiso. Al que le están robando está súper dócil y el otro, asumiendo que es un "garca". El mago está mirando a cámara, sobrador. Las fotos, a su vez, lo único que tienen digitalmente es un tono de azul, muy pequeño, porque tenía que dar la sensación de una ciudad desierta, fría, quirúrgica, eran restos de.
-¿Qué recuerdan de diciembre de 2001?
D. F.: Para mí era algo esperado, algo soñado, por fin un movimiento fuera de lo que todos conocemos, por fuera de los partidos políticos. Se despertó el pueblo.
M.V.: Yo no terminaba de creerlo, era como que no estaba pasando, una cosa de película mala: un tipo que era presidente escapando en un helicóptero, ver a tu vecino golpeando cacerolas, estado de sitio, la seguidilla de presidentes...
D. F.: Sí, y por otro lado era angustiante no saber qué mierda iba a pasar, también con el pasado reciente, uno por un lado decía que se vaya este hijo de puta, pero quedaba la brecha y ¿si volvían los milicos?. Podía pasar cualquier cosa, pero estaba bueno, la participación en las plazas, en las asambleas, todo parecía posible, como que había vuelto a cero. Después se fue esfumando, porque a lo mejor fue sólo eso: una protesta de clase media, donde peleaban por sus ahorros.
-¿Puede volver a ocurrir?
D. F.: Yo creo que sí pero en algo más reducido, la gente está más prevenida.
M. V.: Yo creo en el tiempo cíclico.
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Fotos
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Blindados. Así se veían los bancos.
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