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 viernes, 23 de septiembre de 2005  
candi
Charlas en el Café del Bajo
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-La fiscal Alba Olmos ha solicitado que se presente el jefe de la Unidad Regional de policía, comisario José Maldonado, a declarar para brindar información sobre el operativo estructurado con motivo del clásico Central-Newells, a cuyo término se produjeron serios destrozos. Pero la funcionaria judicial -en mi opinión, Inocencio-, con buen criterio y para que no se confunda la medida judicial como una medida política que apunta contra el gobierno de la provincia, también quiere que comparezcan las autoridades municipales, en virtud de lo realizado (o no realizado) durante el operativo por la Guardia Urbana Municipal y la Policía de Tránsito.

-Me parece bien. ¿La Guardia Urbana no tiene nada que ver en esto? ¿Qué órdenes recibió por parte de las autoridades municipales en vista de un hecho tan trascendente?

-Quiero ser muy cauteloso y quisiera que se tome esto como una simple pregunta: ¿cabe la posibilidad de sospechar que estos destrozos fueron realizados por gente que fue a la cancha, pero es ajena al ámbito deportivo o de las barras bravas?

-¡Hum! Candi, usted siempre tirando alternativas raras. No va a salir con internas policiales o políticas o...

-Ahora, yo estoy bastante de acuerdo con lo que dijo Ricardo Ruiz, jefe de Orden Público de la Policía. El dice que instruyó a sus hombres para no cargar indiscriminadamente contra la gente y esto me parece sensato. Hubiera sido lamentable que la policía arremetiera, sin templanza, y todo acabara con heridos o algún muerto. Ruiz lamentó los destrozos, pero los calificó como un mal menor frente a la magnitud de la estampida.

-Es desgraciado que haya ocurrido esto, porque muestra muy bien cuál es el estatus social argentino. Analizar la cuestión desde el punto de vista de la seguridad me parece a mí que es insuficiente. Y voy a ser claro y hasta duro con un ejemplo: no es posible cuidar un malón de ranqueles con una partida de quince soldados.

-¡Epa!

-Estamos asistiendo a la proliferación del salvajismo en la sociedad y esto lo vemos a diario, incluso en las calles de Rosario y en pleno centro. Un señor que con su automóvil último modelo da vueltas en una esquina y no le importa un pepino observar a un peatón que cruza y arremete haciéndolo retroceder espantado es un salvaje. Si esto lo observamos en alguien que se supone tiene un nivel cultural o intelectual más o menos aceptable, ¿qué esperar de aquellos que no tienen la oportunidad de cultivarse? No alcanzarán los agentes de tránsito para resolver el problema del salvajismo en las calles rosarinas, como no alcanzarán nunca los policías para resolver el delito, ni evitar los desmanes como los del final de este partido si no hay un cambio de cultura, si no se humaniza mediante la educación al ser humano argentino que, lamentablemente, tiende a bestializarse. La ira en las calles, la incontención de la irracionalidad, es un claro ejemplo.

-Puede ser.

-No voy a convertirme en defensor del policía Ruiz, a quien no conozco ni por fotos, pero tiene razón con lo que dice: "Nos critican porque no reprimimos, pero los revoltosos se movían entre familias con niños por bulevar Avellaneda. ¿Cómo se opera para frenarlos sin generar un desbande entre inocentes? Es cierto que hubo destrozos. Pero lo que no se dice es que se estableció una línea de seguridad que puso de un lado a los violentos y del otro a una inmensa cantidad de gente aterrada. La línea que los separaba era la policía. Y por eso hubo 40 patrullas dañadas a pedradas y 30 policías heridos".

-Esto en definitiva, mi querido Inocencio, además de perjudicar a las víctimas que deben ser indemnizadas rápidamente por quien corresponda (y tal vez deba contemplarse la figura de la responsabilidad compartida) mella la imagen de la policía, del gobierno de la provincia y, según las circunstancias, hasta del propio gobierno municipal, porque el gobierno de una ciudad no puede permanecer ajeno a ciertas cosas. ¿No es verdad? De todos modos, y sin que quiera justificar nada, hay cosas que son difíciles de evitar y menos mal que sí se impidió que hubiera heridos y muertos.

Candi II
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