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 domingo, 18 de septiembre de 2005  
Monte Hermoso: secretos de invierno
Fuera de temporada, la ciudad balnearia puede descubrirse en sus ritmos más calmos, desdibujados en el verano

Paola Irurtia / La Capital

Un puñado de pobladores estables, el faro y los tractores que acarrean las barcas de los pescadores se acomodan con otro protagonismo en los últimos días del escenario invernal de Monte Hermoso. El viento se adueña de las callecitas y las casas deshabitadas, despeina los eucaliptos y sacude las flores de los durazneros y los almendros que estrenan septiembre preparados para recibir la primavera.

Monte Hermoso conserva su ritmo de villa balnearia mezclado con el descanso y placer, sobre todo para los pobladores de ciudades cercanas -como Bahía Blanca, distante unos 100 kilómetros de allí, o Coronel Dorrego, a unos 60 kilómetros- que van a buscar el sonido del mar o de la ruleta los fines de semana.

La pesca, tanto deporte como medio de subsistencia, es uno de los motores que pone en marcha la ciudad. Las barcas tiradas por tractores dibujan sus trayectorias en la arena de las calles y las playas. Los dos vehículos son los más fieles habitantes de la playa y los más interiorizados en los humores del clima. Junto a los pescadores, perros y caminantes son los dueños de las dunas y los médanos entre abril y noviembre.

Las calles mantienen una calma que matiza la ida y vuelta a la escuela o a los negocios que permanecen abiertos todo el año. El colectivo que lleva a los chicos a jugar al fútbol en el club sacude las tardes a bocinazos. Anuncia su paso de ida y vuelta hacia el predio ubicado sobre la entrada vieja a la ciudad. El camión de la basura se hace esperar y compite con los juegos de chicos y mascotas por las bolsas que, en la espera, cuelgan de los árboles.


Un repaso por la historia
La ciudad nació junto al empeño que el primer propietario de las tierras, Esteban Dufaur, puso para lograr que los médanos quedaran un poco quietos y permitieran avanzar en el establecimiento de los primero pobladores. Dufaur, enamorado de la belleza agreste del lugar, le compró las 400 hectáreas que dieron origen al pueblo a Emiliano Valdéz en 1879.

El hijo de Dufaur, también llamado Esteban, inició los trabajos que permitieron el primer asentamiento: un puente sobre el río Sauce Grande que fue la entrada al balneario y a la primera estancia, El Recreo Viejo.

El río Sauce Grande baja desde el complejo de Sierra de la Ventana a través de un valle y se estanca a una decena de kilómetros de la ciudad formando una curiosa laguna que desagua en el mar.

La construcción siguiente fue el Recreo Nuevo, construido en 1910. La estancia, una construcción señorial de dos pisos, estaba ubicada a 8 kilómetros de la costa. Esteban levantó más tarde la estancia La Loma, que se convirtió en el hogar familiar.


Centinela de naves
En 1906 se inauguró el Faro Recalada, un gigante de 67 metros encargado de guiar la navegación en la entrada de la bahía. Su origen lo emparenta con la Torre Eiffel, ya que los materiales los proveyó la misma empresa francesa que construyó la insignia parisina. El faro se ubicó en los terrenos que pertenecían al Recreo Viejo, legados al estado nacional.

El Recalada es el faro de estructura abierta más alto de Sudamérica y el sexto en el mundo. Está abierto para todos los que se animen a subir los 293 escalones que a través de interminables giros conduce al más bello mirador de la ciudad. Dos guías, custodios del faro y el Museo Naval que se encuentra en su base, explican a chicos y grandes la historia y el funcionamiento de la centenaria estructura. El faro y dos viejos muelles en desuso son las imágenes más representativas de la ciudad.

Más allá del esfuerzo de la familia Dufaur, fue un hecho fortuito el que le marcó el rumbo hacia el turismo. Un velero norteamericano, Lucinda Sutton, debió echar al mar una carga de madera para evitar su naufragio. Dufaur compró las maderas y construyó el primer hotel frente al mar, el Hotel de Madera, inaugurado en 1918 a unos 7 kilómetros del poblado. Los primeros huéspedes llegaron el 4 de enero de ese año en sulky, y unos pocos autos por un camino sinuoso y empajonado, rescatan las crónicas de los testigos que vieron llegar a esos primeros visitantes. El edificio contaba con más de 60 habitaciones, cine, restaurante, ruleta, fábrica de hielo y soda.

Los dos hijos de Dufaur, Esteban y María Felisa, recibieron la mitad de las tierras de su padre en 1913. En sus parcelas crearon un pinar silvestre y un vivero privado que hoy constituyen dos paseos abiertos y gratuitos en los extremos opuestos de la ciudad. El Paseo del Pinar, casi en el centro de la ciudad, fue el jardín de María Felisa, convertido ahora en un recreo con mesas, sillas y un circuito que invita a pasar el día o a pasear a pie o en bicicleta. El pinar silvestre se encuentra en el extremo sur de la ciudad, en el camino costero del oeste, camino a la reserva arqueológica El Pisadero y en el ingreso del camping Americano, uno de los más bellos y alejados del centro urbano.

En el mismo camino, a unos 5 kilómetros del centro se encuentran Las Roquitas, un conjunto de formaciones que rompen con la homogeneidad de las playas arenosas sobre la línea media de la marea baja. Las rocas chicas atesoran huellas arqueológicas y convocan a una fauna peculiar.

Los dos viejos ingresos al poblado están señalados por eucaliptus de más de cien años. Son los caminos sinuosos, ubicados al este y al oeste de la ciudad, indicados como paseos para los visitantes.

Fuera de todos los recorridos turísticos se encuentra una de las curiosidades más originales de la ciudad, los "cachirulos", increíbles vehículos que ensamblan chasis y carrocerías de cualquier rodado. Los únicos puntos en común es que están adaptados para transitar por la arena con gomas gigantes.

Las dunas delineadas por tamarindos trazan el límite entre la playa y las construcciones y guardan el secreto mejor guardado de Monte Hermoso: tras esos arbustos que detienen el viento, el sol siempre calienta como en primavera.
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Los tractores que acarrean las barcas de pescadores se convierten durante el invierno en los protagonistas de la playa.


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