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 domingo, 18 de septiembre de 2005  
Arquetipos
Energías femeninas

El mundo de las energías femeninas, tanto en lo individual como en lo familiar, responde a cuatro estructuras básicas que representan, cada una de ellas, a un arquetipo. Estas cuatro fuerzas se asocian en parejas que guardan entre sí un antagonismo complementario.

La primera pareja está integrada por el arquetipo de la Madre y la Hetaira (mujer que hace de la práctica del amor sexual un arte). La madre centra su accionar en cuidar, proteger y nutrir a los demás, sin importarle si necesitan o no de estas acciones. En la mitología se la asocia con Remeter quien rescata a su hija (Perséfone) de los brazos de Hades.

Esta energía proporciona seguridad, firmeza, estabilidad y sabiduría instintiva, pero también puede devorar, poseer y destruir a los hijos. Su función esta asociada a la comunicación inicial de la madre con el bebé, y de ella pueden derivar situaciones de obstrucción y estancamiento.

La Hetaira, opuesta al arquetipo materno, es la amante y compañera erótica. El encanto, la belleza y el misterio, como el que despierta Afrodita, pueden generar en el sexo opuesto el deseo por su realización creativa, pero en su aspecto negativo podría seducir para frustrar y herir al hombre que espera de ella un compromiso que es incapaz de asumir.

Lo común de estos primeros arquetipos es que dirigen la energía hacia afuera, por lo general las relaciones, y están conectados fuertemente con los aspectos instintivos de la mujer que la llevan a relacionarse con los hombres de un modo lunar (la Madre) o venusino (la Hetaria).

La otra pareja es el arquetipo de la Médium y la Amazona que dirigen las fuerzas hacia la intimidad personal. La energía de la Médium, como Casandra o Medea, se dice que es porosa y facilita la recepción de los mensajes inconscientes de los otros. Muy sensible a los sentimientos e ideas no manifiestos como si poseyera un radar para capturar mensajes, parecería que vive en otro mundo, se muestra poco práctica y concentrada más en el "ser" que en el "hacer". Sin embargo, tiene un costado histérico que arrastra a vínculos emocionales complejos y enredados tanto en lo anímico como en lo físico. Sin embargo, esta energía bien orientada transforma a la mujer y la capacita para ayudar a otros, sanar sus heridas y crecer emocionalmente.

El último arquetipo es el de la Amazona que representa el principio de la autosuficiencia. Su placer está en la independencia y la reserva, en expresar sus talentos y capacidades como logros exclusivamente personales. Su relación con los hombres puede ser de rivalidad, cooperación o enfrentamiento, y depender de ellos le resulta inconcebible. Interesada en lo práctico y en el triunfo, se siente dueña de una fuerte personalidad: su identidad no deriva de las personas que dependen de ella ni de aquellas con que se relaciona.

Su lado oscuro puede llevar a una mujer presa de este arquetipo a ser arrogante, dominante, desdeñosa, castradora y solitaria como la imagen de Artemisa: orgullosa, soltera y completa consigo misma pero que en su interior esconde una agresividad destructiva hacia los hombres. Su principio masculino lo manifiesta por la avidez de poder y obsesión por la autosuficiencia hasta el punto de ser incapaz de relacionarse con los hombres llegando, en algunos casos, a la esterilidad emocional y física.

La Amazona es el arquetipo de lo femenino heroico. Si no llega a relacionarse amorosamente con el principio masculino, tanto en lo interior como en lo exterior, el resultado puede ser su mutilación emocional y la infertilidad. Como Amazona tiene la natural tendencia a rechazar los instintos femeninos por temor a que la supediten a un hombre, su sexualidad puede permanecer latente o bien convertirse en un impulso obsesivo utilizado no para el de placer sino para el poder. En ocasiones suele ver a los hombres como enemigos a quienes hay que conquistar, explotar y dominar valiéndose de la sexualidad o de cualquier otro medio.

En la práctica terapéutica se advierte que alguna de estas cuatro energías femeninas están presentes de un modo dominante guiando y limitando la forma en cómo se relacionan tanto hombres como mujeres. También condicionan la manera de percibir la realidad, a los otros y a uno mismo. Por eso es importante no sólo la presencia armónica de cada una de estas cuatro fuerzas, sino de un equilibrio que las complemente.

Nora B. Faure

Maestra en Reiki

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