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sábado,
17 de
septiembre de
2005 |
Opinión: Frescura y desparpajo
Gustavo Barba (*)
Enric Miralles (Barcelona, 1955) siempre tuvo un ladero: en la infancia fue su hermana, compañera de correrías; después vinieron dos sociedades y luego vino Benedetta Tagliabue (Milán, 1963) con quien se casó, tuvo dos hijos y juntos constituyeron EMBT, una sociedad explosiva y vertiginosa que le permitió pasar de ser un arquitecto local y provinciano a brillar en la escena internacional.
Enric hizo la broma pesada de desaparecer en el apogeo de unos proyectos que empezaban a tomar cuerpo en el papel, algunos insinuados en líneas y otros apenas con los cimientos por empezar.
Benedetta, lejos de amilanarse y volver a la casita de sus viejos, o refugiarse en Mallorca -como hizo Utzon-, tomó las riendas y siguió el consejo de su amigo Rafael Moneo que ante la muerte de Enric la animó a continuar y le dijo "ahora sé tu misma".
Han pasado ya cinco años de la muerte de Enric Miralles y ha surgido de entre esas líneas iniciales una obra contundente y mágica, continuada, interpretada y construida por su socia Benedetta Tagliabue.
Bene terminó los encargos que había recibido su sociedad con Enric, obras de la envergadura del Parlamento de Escocia, la sede de la empresa Gas Natural en Barcelona, el Mercado de Santa Caterina también en Barcelona y el Campus de Vigo.
Vigo se llenó de premios, el Parlamento de Escocia se multiplicó en presupuesto pero también creció en calidad y metros cuadrados, el Mercado de Santa Caterina inundó el casco antiguo de Barcelona de madera y colores, las marismas del Parque de Diagonal Mar se convirtieron en hábitat de pájaros y poesía, el Parque de Mollet llevó la alegría a una población gris en los suburbios, el edificio de Gas Natural creció hasta fundirse en el cielo de Barcelona en un vibrante mimetismo mágico.
Ya en solitario, Bene encaró un sinfín de proyectos y concursos nuevos: ha sido finalista junto con Rem Koolhaas, Morfosis, Cophimenblau o Steven Hall; ha ganado concursos gigantes como el Puerto de Hamburgo y estación de metro y parque de Nápoles, a la vez que desarrolla obras en Barcelona, Alemania, Andorra, Luxemburgo, Nepal e Italia.
Vive montada en cuatro idiomas, generosa, amplia, culta, elegante, inteligente, misteriosa, apuesta al riesgo y tiene esa locura que le da vivir más tiempo en las nubes que en tierra firme.
Su trabajo está marcado por la investigación y la experimentación. Admiro de ella cuatro puntos fundamentales:
1- El gesto, contundente y rápido.
2- La osadía del ingrediente mágico.
3- El ojo crítico (heredado de una vida cotidiana dedicada a la arquitectura con los grandes de la escena internacional).
4- La frescura y el desparpajo con que se ha enfrentado a la adversidad, en situaciones que para muchos hubieran sido paralizantes.
He visto llegar a Benedetta apaleada por la oposición escocesa, luchar en el ojo del huracán con políticos y constructores voraces, y nunca perder la sonrisa. Pero sobre todo, lo más loable es que nunca perdió la amplitud ni la conciencia de estar moldeando obras maestras de la arquitectura contemporánea, sin intentar reducir sino, por el contrario, yendo siempre a más.
Con el mismo esmero que le pone a un guiso excelente, define el master plan de algún lugar del mundo mientras que con un vino de la Toscana ayuda a un político a digerir la indiscreción de una línea dislocada.
Sólo alguien como ella puede servir una ensalada y con eso definir la parte más sustancial de una de las intervenciones contemporáneas más potentes del corazón de la mítica Barcelona como lo es el Mercado de Santa Caterina o viajar a China con Nouvel, Herzog o Koolhaas, dar clases en una escuela milenaria fundada en el siglo IX con la misma curiosidad con que se metió en varias casas del barrio Las Flores Sur de Rosario a interesarse por esta forma de vida marginal y regalarnos unas charlas magistrales inolvidables sobre la intervención en el espacio público en la Facultad de Arquitectura.
Sólo Bene, Benedetta Tagliabue.
(*) arquitecto recibido en la UNR, colaborador del estudio EMBT en Barcelona
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Fotos
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Gustavo Barba y Benedetta Tagliabue caminaron por Las Flores.
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