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 domingo, 10 de julio de 2005  
Rosario desconocida: historias con ausencias

José Mario Bonacci

El plano de la ciudad es un elemento de información. Una graficación de la trama de calles, colores simbólicos, datos. Leer técnica abstracta no consume emoción. Es útil como medio de consulta. La trama fijada en el dibujo no relata recuerdos ni memorias. Historia y vida de la ciudad se aprehenden con el contacto y conocimiento cuerpo a cuerpo. Andando calles, conociendo espacios, causas y efectos, el real latido del mensaje escondido en líneas técnicas nace de un cuerpo vivo en vibración. Sólo hay que aprender a escucharlo. Es nuestra experiencia con momentos de los que fuimos testigos.

Citamos varias veces recuerdos que anidan en el barrio General San Martín, aún nombrado en lo íntimo como Tablada. Una calle cualquiera se convierte en voz de un tiempo dado. En la cuadra de Saavedra al 600 laten memorias perennes que marcaron al lugar. El centro de actividad social era el Club Ciclón. Jugábamos al basket, al billar, o nos ilusionábamos con la presencia de algún ángel con polleras reservando una mesa en inolvidables bailes con grabaciones hasta el arribo de padres y tíos, vigilantes de su inocencia.

Con ese requisito, el ángel podía entonces bailar con "muchachos de respeto". En el equipo del club, el turco Ramadán, el flaco Córdoba, el gordo Perreta o el negro Molina, se nos figuraban entonces más capaces que un Manu Ginóbili, con ilusión de adolescentes crédulos.

Ciclón era el refugio luego del colegio. Corríamos a tomar la leche para volver al club hasta la cena. Claro que los jueves le hacíamos la pera. En el América o en el Astoria, daban una de cowboys, otra de guerra y un capítulo serial donde "el muchacho" siempre terminaba con su vida en peligro. ¿Cómo saldría de esa el jueves siguiente? Transcurríamos la semana discutiendo sobre sus posibles salvaciones. Sin embargo, hubieron hechos en esa cuadra que la sacudieron dejando cicatrices o recuerdos que aún se huelen en paredes y veredas.

El doctor Juan Ingalinella tenía vivienda familiar y consultorio en Saavedra 667. Querido por todo el barrio, era un referente necesario. La gente lo adoraba por su humanidad. Nunca dejó de atender y comprender a nadie. Nuestra barra tenía a Luis Pereyra ya ido de este mundo. Vivía en Buenos Aires 3523 y contaba que Ingalinella asomaba por un tapial común a ambas casas, preguntando por la salud de su padre y de un hermano de Luis en absoluta insanía mental y física. Les brindaba medicinas y necesarios consejos. Nuestra tía, modista del barrio, nos encomienda llevar una costura a Rosa Trumper, esposa del doctor.

Abre la puerta él mismo, hacemos la entrega y le preguntamos quién era el retratado en un cuadro que se veía en el consultorio. Casi bachilleres, no teníamos formación histórica más allá de que "el 25 de Mayo amaneció frío y lluvioso...." Y nos contestó diciendo "es Lenín, un gran hombre que junto a otros cambió el curso de la historia...".

Al poco tiempo, cuidábamos a nuestro padre internado en el Sanatorio Laprida. Era el 17 de junio del •55 y se había producido la primera asonada contra Perón. El cuerpo de servicio abandonó enfermos y sanatorio. Volvimos caminando a nuestra casa. En la calle había un ambiente extraño, desusado. A media tarde, jugábamos con la barra a la pelota en medio de la calle. Las madres tejían bajo el sol cuando una de ellas expresó que otra vez se lo llevaban al doctor. Por la vereda sur de Saavedra al 700 caminaba un grupo de hombres. Rodeado, Ingalinella de sobretodo y sombrero saludó a las señoras con un buenas tardes normal. También se llevaban a Trumper, su cuñado. Todos lo apreciábamos. El juego cesó y quedamos mirando hacia San Martín. Al llegar giraron a la derecha. Fue la última vez que el barrio escuchó sus pasos.

En los años de plomo su casa voló por una bomba y hoy un muro inexpresivo informa que es la "Casa de Ingalinella". Todo lo demás es historia conocida. El último 12 de junio La Capital publicó un extenso informe al cumplirse medio siglo de su asesinato a manos de la policía. Irónicamente, Saavedra y San Martín (noreste) muestra aún hoy un balazo bajo una ventana. Una leyenda metálica reza: "1950 Año del Libertador general San Martín". Idéntica al sello que nuestro padre nos regaló para usarlo en las hojas del cuaderno único de 6º grado...

Oscar Pita nació el 6 de noviembre de 1933. Vive desde 1953 en Saavedra 661 esquina pasaje Mazaglia. La casa de Ingalinella está 30 metros al oeste sobre igual vereda. Visitamos al "Chino" y su esposa nos refrescó la memoria diciendo que en 1955 Perón lo envía a EEUU para perfeccionarse. En junio la noticia de asonada contra el general llega a Pita en EEUU. Insiste en hacer una pelea con alguien y el 20 de junio enfrenta a Gene Poirier que luego de voltearlo debe soportar una noqueada final a manos del Chino. En septiembre vuelve al país y se retira para siempre en 1957. Su hija arma hoy en la casa familiar un pequeño museíto fotográfico de su papá en acción.

Hizo en total 55 peleas como profesional y ganó 49. Las fotos muestran entre otras, la pinta del Chino a los 18 años, un abrazo con Archie Moore, la derrota de Poirier y un cuarteto sonriente notable: Lausse, Merentino, Pita y Pacenza. La voz de su esposa fue atendida por el Chino sin espacio-tiempo sabiendo que seguirá en el barrio, bajo un cielo que sólo él conoce y comprende...

En la vereda de enfrente, Saavedra 646, vivía con su familia el capitán de la Fuerza Aérea Hugo Enrique Rey. En junio de 1970 vuela junto a compañeros en misión humanitaria hacia el Perú al mando de un Fokker F-27. El 31 de mayo un terrible terremoto había asolado el valle andino Callejón de Huaylas (departamento de Ancash), dejando 50.000 muertos y afectando a unas 250 poblaciones costeras y serranas en una extensión equivalente a Bélgica, Holanda y media Dinamarca. En su misión de lanzar en paracaídas colchones, medicinas, alimentos y ropa, la aeronave estalló el día 10 de junio contra un cerro, en la difícil geografía del lugar. Fallecieron el capitán Rey y otros cuatro militares argentinos. Nuestro vecino dejaba así a una esposa desolada, dos hijos varones de 6 y 5 años y una beba que soñaba en la paz del útero materno con el mundo que conocería poco tiempo después de la tragedia. El militar rosarino fue velado en el Casino de Oficiales de la Primera Brigada Aérea, y el 13 de junio los restos mortales llegaron a Rosario. La capilla ardiente se montó en su casa familiar y la congoja del barrio y la ciudad toda se hizo sentir en el latir de la vida de todos los días. Banderas argentinas y peruanas despidieron a nuestro personaje, con asistencia de autoridades nacionales y representantes del hermano país en donde se desató la tragedia. El capitán Hugo Enrique Rey fue honrado post-mortem por el gobierno peruano que lo nombró héroe nacional, distinguiéndolo con la mayor condecoración de ese país, consistente en la Cruz Sol del Perú, en el grado de gran capitán, creada en 1821 por elgGeneral José de San Martín. Sus restos mortales reposan desde entonces, en el Cementerio del Salvador.

Así es como el barrio guarda en su memoria estos hechos, narrados en orden cronológico. El asesinato de Ingalinella y la campaña de Pita, sucedieron en 1955 casi al mismo tiempo. El capitán Rey perdió la vida en cumplimiento del deber en 1970. Ingalinella, el mayor, contaría hoy con 93 años. Pita ha cumplido ya 72 y el capitán Rey tendría ahora 68 años. La cronología de las tres historias acaecidas en distintos años se repite con relación a las edades de sus protagonistas y están hermanadas por el mes de junio. ¿Por qué ese orden y no otro? ¿Cuáles son las fuerzas que guían este tipo de sucesos? ¿Cómo comprenderlo?...

Sólo la vida humana y el latir de la ciudad pueden dar una respuesta certera...

(*)Arquitecto

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Saavedra al 600. Una cuadra cualquiera se convierte en parte de la historia de la ciudad.

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