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 domingo, 10 de julio de 2005  
Panorama político
La historia secreta de la lista

Mauricio Maronna / La Capital

Si se les pregunta a Néstor Kirchner, Jorge Obeid o Carlos Reutemann si tuvieron injerencia explícita en el armado de la lista de candidatos a diputado, la respuesta aparece calcada y casi emparentada con el cuento de la buena pipa: "¿Yo señor? No señor".

Desalambrada la provincia por primera vez desde el 91, el gran elector para que Agustín Rossi encabece la escudería oficial se llama Juan Carlos Mazzón, operador presidencial todoterreno. Mazzón, Mazzón qué grande sos, podrían cantar los peronistas santafesinos ahora que la Marchita se convirtió en una pieza tan laxa como las lealtades en el PJ bonaerense. ¿O acaso en el acto del jueves en La Plata las históricas estrofas de Hugo del Carril no mutaron en un insípido ritmo de cumbia remixada?

Después de la tormenta, no hay ambulancia que alcance para recoger los heridos en el justicialismo. Tampoco hay demasiadas argumentaciones racionales para explicar lo que debió haber sido. Los dobles y triples mensajes turbaron a casi todos: algunos tiraron más nombres que las potenciales incorporaciones de Newell's y Central para la Copa Sudamericana sin saber que, recién el sábado, la Casa Rosada empezó a posar (débilmente) la mirada hacia una provincia que se convirtió en un intríngulis para el presidente.

"¿Quién es este tipo?", le preguntó el jefe del Estado a un funcionario, días antes del cierre de listas. "Bueno, Rossi es de los pocos que estuvieron con vos desde el principio. Es presidente del Concejo (Municipal) de Rosario", le respondió. "Está bien, hay que convencerlo. Pero no sea cosa que aparezca otro en los medios diciéndome que no. Basta de librepensadores", rumorean que despachó el presidente a su interlocutor.

El sábado 2, antes de sentarse en un cómodo sillón para sufrir con lo que luego sería la derrota de Racing a manos de San Lorenzo, un muy alto funcionario del gobierno admitió a La Capital que Mazzón estaba "trabajando muy activamente" en la lista, pero que de "ninguna manera Kirchner" era "el que la armaba".

Casi por esas horas, alguien le pasó un teléfono celular al presidente: "Rossi ya aceptó, no pone condiciones", le comunicaba el operador. "Bueno, ahora completen los otros lugares", se desentendió el santacruceño, más preocupado en seguir alistando intendentes del conurbano bonaerense para la madre de todas sus batallas.

Con las manos libres para tejer, y un par de celulares a mano, el hiperkinético Mazzón saca no 1, sino 4 conejos de la galera. Mal que les pese a los que hoy pronostican huracanes de tormenta en el PJ santafesino, el titular de la Unidad Presidente se cobró revancha de la boutade pronunciada meses atrás cuando al salir del despacho de Obeid anunció poco menos que la candidatura de Horacio Rosatti.

Como dice un conocedor de las aguas profundas del PJ santafesino, la lista no tiene padres pero, al final, puede adquirir varios apropiadores. Es uno de los pocos entusiastas que a esta hora, más allá de los candidatos, auguran un triunfo en el minuto 90.

Otro dato curioso ofrece la política santafesina: cuando la UCR se columpia en casi todo el país entre el vacío y la nada, la provincia le otorga al centenario partido (que esta vez tampoco irá con su sigla) la oportunidad de colocar tres diputados sobre los nueve que se renueven.

Pasen y vean: entre los primeros cuatro lugares de la alianza socialista-radical ingresarían Hugo Storero y Pedro Morini. Por el lado del Frente para la Victoria, si es que hace un papel decoroso, tendría una banca Juan Sylvestre Begnis, ex compañero de fórmula de Luis Changui Cáceres.

"En realidad, vamos a hacer campaña para que entre el doctor, que está cuarto. De hecho, con sus votos históricos, el peronismo tiene asegurados tres diputados", admitió un legislador nacional que no salía de su sorpresa por la forma en que se le cerraron las puertas a Julio Gutiérrez, numero puesto para casi todos, menos para quienes le dieron el último vistazo a la lista.

"Pobre Julio: hizo kirchnerismo militante, fogoneó los juicios políticos contra los magistrados de la Corte y puso la cara en los programas periodísticos porteños para defender lo indefendible", se lamentó la fuente. En verdad, el escribano santafesino, a la hora de los debates, hubiera sido una pieza importante para retener votos en la capital de la provincia.

¿Y Carlos Reutemann? En este diario se escribió reiteradamente que de ninguna manera se iba a poner el traje de candidato y también se formuló (el domingo pasado) una pregunta clave para entender el decurso de los acontecimientos: ¿el Lole se enojó con Alberto Hammerly cuando se enteró de que su ex delfín para la Gobernación estaba dispuesto a encabezar la nómina? "No le pedí a Hammerly que se baje", exageró públicamente el senador. A veces, con leer la entrelínea basta y sobra.

Un fantasma recorre al peronismo santafesino y la primera que barrunta esa idea es la vicegobernadora María Eugenia Bielsa. ¿Kirchner hará campaña explícita por Rossi o repetirá la táctica del 2003, cuando puso algunas fichas a favor de su "amigo" Hermes Binner?

Desde la Casa Rosada un secretario de Estado de trato cotidiano con el presidente admitió que "alguna vez" se pensó en conformar una lista con el ex intendente socialista, pero que "la lealtad de Reutemann" lo hizo desistir de esa opción. "Ustedes sigan muy de cerca el viaje a Alemania de Lole y Kirchner. Y de paso les aclaro: Rosatti jamás le dijo que no al Lupín, y María Eugenia habló de este tema con Alberto Fernández y no con el presidente", sugirió.

Ahora que muchos peronistas autodenominados "históricos" (como si eso les ofrendara algún bill de indemnidad) prometen la hoguera para la arquitecta, puede refrescarse algo que hace mucho tiempo se escribió en estas páginas: en un país cargado de excentricidades, doble discurso e hipocresía debe rescatarse que alguien (en este caso la vicegobernadora) cumpla su contrato electoral con los santafesinos. Y punto.

Los socialistas no deberían descorchar champán antes de tiempo ni confundirse nuevamente con los lectores de manos (como Manuel Mora y Araujo y Enrique Zuleta Puceiro, entre otros) que en el 2003 auguraban una aplastante derrota del justicialismo.

En verdad, esta vez sin Reutemann en las boletas; con el peronismo dividido entre el Frente para la Victoria y el menemismo que encabeza Luis Rubeo; con Héctor Cavallero jugando con camiseta propia y con un espacio muy amplio del interior de la provincia que desconoce a sus candidatos, los casi 800 mil votos de hace dos años parecen una utopía.

Binner ganará por un amplio margen la ciudad de Rosario pero deberá extremar al límite su actitud discursiva para no despertar a un gigante que sigue durmiendo una larga siesta. En el 2003, todo parecía encaminado para que sea el futuro gobernador y Reutemann el senador, hasta que, después de un locro, se dedicó a esgrimir actitudes boxísticas: "Yo soy Monzón y el Lole es Benvenutti", dijo. Ahí, cambió la historia. El ex gobernador se puso la campera roja y, hasta el día de hoy, espera el momento de enfrentarse "mano a mano" con Binner.

La incapacidad del peronismo para mostrar en escena las contradicciones del Frente Progresista, donde los radicales designaron a sus postulantes en medio de una escandalosa denuncia de sobornos, parece volver a las tablas con la querella presentada el viernes por el presidente de la UCR, Felipe Michlig, contra Carlos Iparraguirre por calumnias e injurias.

El hombre de San Cristóbal acompañó su presentación con lo publicado en esta columna el 22 de mayo de 2005, en la que diversos informantes dieron detalles de la "compra de voluntades" denunciada por Iparraguirre. ¿Cómo caerá este litigio judicial de correligionarios entre los socialistas que, lejos de querer un tsunami radical de acusaciones, pretenden que las aguas sigan bajando calmas mientras el justicialismo se desarma. ¿Y sangra?

Para levantarles la autoestima a los peronistas, el canciller Rafael Bielsa tuvo que bajar a Santa Fe, sacarse una foto con los candidatos y transmitir un mensaje esperanzador.

"Un guerrero no detiene jamás su marcha", canta Luis Alberto Spinetta. El oficialismo debería apropiarse de este mensaje. Pero antes tendría que rogar que Obeid repunte en su gestión, que Kirchner y Reutemann se pongan la campaña al hombro y, por encima de todo, que el partido coagule su hemorragia interna.

En Santa Fe no está muy claro aquel apotegma de Perón que decía que los justicialistas parece que se pelean pero en verdad se están reproduciendo.

Traigan ambulancias, que heridos sobran.
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