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sábado,
09 de
julio de
2005 |
Atrapadores
de sueños
Una familia humilde vende bellas artesanías en Córdoba esquina España. Me acerco a verlas porque se nota que hay habilidad y conocimiento en su elaboración, que están hechas luego de un aprendizaje y el resultado es de calidad. Le encargo a la mujer que me haga un "atrapador de sueños" de un color que en ese momento no tiene; dejo una seña y me pide que vuelva al día siguiente. Cuando regreso, ellos no están y así durante tres días. Pregunto a otro trabajador callejero, un señor que vende praliné, y me dice que los "corrieron", literalmente. Que a veces los inspectores y la policía no los dejan estar allí en todo el día y no pueden trabajar. Se apodera de mí una mezcla de tristeza e indignación porque es evidente que esta familia subsiste dignamente, no hace daño a nadie, conoce un oficio y elabora hermosos objetos. También es evidente que si tuvieran dinero podrían vender sus productos de otra manera, en algún local por el que pagarían alquiler e impuestos pero no pueden. Así, trabajando en la calle, van ganando lo del día a día. Es evidente, además, que está todo mal en una sociedad en la que sabemos de delincuentes que no son corridos por nadie si no que los cruzamos a diario por la calle y, mientras tanto, increíblemente, hay quienes se dedican a perseguir a personas que tal vez han perdido el trabajo y decidieron sin embargo hacer frente a la situación sin bajar los brazos. Es lo que tenemos: un alto grado de desprotección hacia quienes más necesitan amparo. Por fin, al cuarto día, tuve mi "atrapador de sueños" y, entre tantas evidencias, la certeza de que estamos por mal camino habiéndonos olvidado, como sociedad, de velar por el bienestar de todos y permitiendo que personas que trabajan honestamente se vean degradadas por persecuciones humillantes.
Graciela Martin, DNI 6.378.978
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