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 sábado, 02 de julio de 2005  
Manu Ginóbili despertó admiración en su paso por Buenos Aires

Mauricio Bartoli / Ovación

Es distinto, se ha dicho una y mil veces. Que su juego es más vistoso e imprevisible, se escucha en Estados Unidos. Que es un grande con increíble humildad y sencillez, redundan desde el presidente Néstor Kirchner hasta Marcelo Tinelli. Quizás, Emanuel Ginóbili, sea justamente eso, un argentino en la NBA y, en estos días, un jugador de la NBA en la Argentina. Con todo lo que ello implica más allá de lo obvio. El propio Manu lo explica: "En Estados Unidos es más fácil moverse, porque la NBA es un mundo aislado y vivo nueve meses en una nube. Acá es más raro. No me acostumbro a que me golpeen el auto".

Con esa sensación a cuestas, la estrella de San Antonio Spurs fue de un lado a otro durante dos días. A cada paso según las estrictas normas de seguridad de la NBA. O sea, marcado de cerca por un par de grandotes que le imponen cierta distancia con la gente común, que lo persigue por un autógrafo o simplemente para tocarlo. Así sucedió, por ejemplo, cuando entró y salió de los estudios televisivos de Ideas del Sur, desde donde se emite el programa "Showmatch".

Adentro de una combi con vidrios polarizados, el bahiense pasó entre los que esperaban sin saludar, aunque en primera fila lo reclamaba una nenita en silla de ruedas con la camiseta número 5 de la selección de básquet. Eso, entiéndase bien, no lo descalifica como insensible. En todo caso, expone cómo se mueve una estrella de Estados Unidos, o como lo obligan a moverse, aunque esté en la Argentina.


La fama le cuesta
Tan bien se adaptó Ginóbili a las reglas del primer mundo que le cuesta asimilar el cholulismo argentino, en general sobre la cornisa entre el afecto exagerado y la falta de respeto. Igual, lejos está Manu de traicionar sus orígenes. Desde la misma noche de gloria, una semana atrás, viene repitiendo que lo que más extraña es "un buen asado con los amigos, quedándose hablando huevadas hasta la madrugada". Si eso no tiene sello argentino...

Quiere destacarse individualmente e incluso incrementar su liderazgo, pero no tiene problemas en compartir cartel. Por eso entre otras cosas Ginóbili dijo ayer: "El mejor elogio que recibí fue que Duncan me asistiera para definir jugadas". En otras palabras, más allá de su orgullo, se siente más pleno cuando aporta a la causa.

Un espejo de esa actitud es la reciente incursión de Maradona en la directiva de Boca, cuya presencia descolocó al resto de integrantes de la subcomisión de fútbol. Con todo, Manu asimiló hábitos foráneos pero tiene corazón argentino.

Por eso, así como en la NBA desconcierta su dribling latino, aquí transmite algunas costumbres que le vendrían bien a nuestro ser nacional. Por eso, lejos del exitismo personal, en los últimos segundos del partido definitorio decidió no volcar la pelota en el aro -lo que lo hubiera convertido en la imagen del triunfo- sino pasar por abajo y gastar segundos para que su equipo gane. Así es Manu. Es su estilo. El que lo hace tan reconocido por su juego como por su manera de ser.
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Kirchner recibió ayer en La Roasada a Delfino, Nocioni y Ginóbili.

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