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| martes,
28 de
junio de
2005 |
Elías Neuman: "En la cárcel están siempre los mismos"
El criminólogo dice que el sistema penal es discriminatorio: castiga a los autores de violencia
urbana pero tolera los delitos económicos. "A la prisión solo llegan los delincuentes fracasados", sostiene
María Laura Cicerchia / La Capital
"El sistema penal argentino no es selectivo. Es directamente discriminatorio", lanzó el criminólogo Elías Neuman en la conferencia que brindó ayer al mediodía en la jornada de debate sobre política criminal y derechos humanos que se desarrolló en la sede de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). En una exposición crítica y sin eufemismos, el abogado desbarató varias ficciones que se engarzan al derecho penal: sostuvo que el andamiaje judicial se pone en marcha contra ladrones comunes pero deja fuera de su alcance a los grandes delincuentes económicos, derribó el mito de la readaptación social y planteó la tremenda dificultad que significa aplicar la teoría jurídica cuando se trata de juzgar al excluido social.
Elías Neuman habló durante una hora de las cosas que no funcionan en materia penal, de cómo el miedo a la inseguridad alienta las intervenciones represivas. Sin entrar en tecnicismos ni complicarse con términos de especialistas, echó mano del Martín Fierro, el cuadro de la Gioconda y hasta de graffitis tumberos para explicar su interpretación de la realidad penitenciaria.
El criminólogo ha transitado presidios de varios países de América latina y hasta recorrió el pabellón de los condenados a muerte en Estados Unidos. En esa experiencia recogió una certeza: "En las cárceles están siempre los mismos. A las cárceles llegan los delincuentes fracasados", dijo el criminólogo, ante una audiencia compuesta por jueces, estudiantes y trabajadores sociales, y dirigentes de entidades carcelarias.
Esta comprobación lo llevó a reafirmar que el sistema penal no es igual para todos. Y que tiene, desde su punto de vista, la función de disciplinar a las grandes masas de excluidos sociales que dejó el pasaje del capitalismo industrial al financiero. Esta intervención sectorizada tiene otra pata. Según Neuman, se sustenta además en el temor social a la inseguridad. Que en la Argentina encontró su expresión en la cruzada de Juan Carlos Blumberg para modificar leyes y aumentar penas.
Pero responder a ese temor colectivo agravando penas, según Neuman, no revierte el problema sino que tiene un efecto nulo porque estos operadores "no advierten que el tema de la inseguridad nacional es un paradigma del neoliberalismo. Entonces manipulan el sistema penal acumulando penas, evitando excarcelaciones, estirando hacia abajo la edad de inimputabilidad. Cuando nunca se supo que a través de una ley se puedan modificar realidades sociales".
En esa realidad, Neuman resalta "un elemento muy doloroso, que es la presencia del excluido social. Que está por debajo del esclavo. Porque el esclavo tiene trabajo. El excluido social no tiene nada de eso; encuentra destruida su autoestima por esa circunstancia. No sabe si el día que se inicia va a comer. No sabe si conseguirá medicamentos. Es el desaparecido de la democracia. Personas en estado de naturaleza que, a veces, toman el atajo de la delincuencia o la adicción a las drogas", planteó en su charla, sin asimilar pobreza a delincuencia.
Así, la gran mayoría de las personas privadas de la libertad tiene un bajo nivel de instrucción. Tal como se reseñó en el programa de la jornada organizada por la UNR y la Coordinadora de Trabajo Carcelario, sólo el 4% de los presos tiene el secundario completo y apenas el 19% era trabajador de tiempo completo antes de ser detenido.
¿Qué convierte al Código Penal en una herramienta dirigida a una franja específica de la sociedad? Neuman cree que la explicación no se agota diciendo que el sistema penal es selectivo: "El derecho penal es directamente discriminatorio. Desde la doctrina social podemos hablar de un terrorismo de estado, de un estado burocrático-autoritario. Yo prefiero llamarlo Estado penal".
Para Neuman, esa discriminación se evidencia en la predilección del sistema por castigar la violencia urbana, el asalto a mano armada, mientras que quedan fuera de su alcance "los delitos de corrupción y soborno, los grandes fraudes administrativos, el tráfico de armas, de drogas, de mujeres, de niños y de órganos humanos. En las cárceles están siempre los mismos. Cuando uno solo de esos delitos que se pergeñan detrás de un escritorio tiene un costo social diez mil veces mayor que el provocado por quien está en la cárcel".
Por esto, se anima a comparar las leyes con partituras: todo depende de quién y cómo las ejecuta. Al mismo que tiempo que propone dejar en el olvido el concepto del "sujeto de derecho" porque no se aplica a "esos seres sin chances". Propone, en cambio, abordar a la persona humana sin dejar de tener en cuenta su problemática, su historia y su circunstancia. Y antes de volver a Buenos Aires, deja un par de conceptos que cierran su enfoque.
-¿Cómo se construye socialmente el miedo a la inseguridad?
-Lo que ha pasado durante la dictadura militar es que todos los habitantes adquirimos un miedo garrafal, por todo lo que ocurrió en ella. Pero ese miedo formaba parte de un sistema, porque el miedo siempre llama al represor. Y entonces, a través del miedo, era fácil hacer lo que ellos querían. No había respuesta, desmantelaron el sistema sindical y estudiantil. Y el sistema continuó. Yo creo que el tema de la seguridad, por más que sea un tema tangible que nosotros veamos en la calle diariamente, ha pasado a ser un paradigma del sistema neoliberal. Porque a través de ese miedo se logran cosas. Porque no pudiendo el Estado por su voluntad política, si es que ésta existe, llegar al pleno empleo, lo que importa es tener un estado de control social en todo orden de esas personas que pueden devenir insumisas. Y que son las mismas personas que el sistema engendró.
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