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 sábado, 21 de mayo de 2005  
Un aprendizaje que desafía la oscuridad
Un grupo de alumnos no videntes aprende telar. Lo piensan como una salida laboral

Fabiana Monti / La Capital

Motivados por las tramas y las urdimbres, un grupo de jóvenes y adultos no videntes comenzaron el aprendizaje del telar, como un desafío a la oscuridad y también, pensándolo como una salida laboral. El proyecto comenzó hace dos años y han logrado además de producir el apoyo solidario de diversas instituciones.

En el cálido garage de la artesana Mónica Koriasco, el grupo integrado por 16 jóvenes y adultos se reúne todos los viernes por la tarde desde hace más de dos años. "Yo ya sabía tejer, lo había aprendido en la escuela", comenta Diego Aquino mientras que Alvaro Martín y Miguel Isacson señalan su desconocimiento del oficio en una mesa donde se desparraman ovillos hilados con sus propias manos y alfombras perfectamente tejidas.

El proyecto surgió a partir del encuentro entre Mónica Koriasco, quien lo coordina y Diego Aquino; luego se fue sumando el resto del equipo. "Empezamos en la casa de Pro-Cultura al Ciego y después nos trasladamos a mi taller", explicó Koriasco, quien rescató lo autogestionario del grupo. "Es una experiencia muy rica para los que participan ya que pueden constatar que todo es posible y que las dificultades se superan".

La coordinadora indicó que la idea es trabajar todo el proceso que comprende desde el hilado, la tintura, el tejido y la comercialización. "Una primera etapa del aprendizaje fue la de utilizar la técnica básica del telar como es la urdimbre y la trama con diferentes texturas para el reconocimiento de las mismas a través de distintos materiales como el algodón, la lana y las telas", señaló y acotó que una segunda etapa es la de incluir el color a través del reconocimiento de las plantas en el campo, intentando sacarlos de la naturaleza. La tercera etapa es la de ir logrando una línea propia, llegando a un producto terminado como son las alfombras y los almohadones para luego salir a comercializarlo localmente y también en el exterior.

"Esperamos tener trabajo", acotaron expectantes los alumnos mientras tejían en el telar de varillas, facilitados por un voluntario solidario. "Conseguimos además de esta donación que la Fundación Bariloche, a través del Inti, nos comprara una rueca para hilar. También logramos un subsidio de Economía Solidaria de la Secretaría de Promoción Social de la Municipalidad de Rosario, y un espacio para poder comercializar nuestros productos en las ferias de la ciudad", explicó Koriasco quien también destacó el asesoramiento que le brinda la Secretaría de Extensión de la Universidad de Rosario (UNR), a través de la artista textil Claudia Goldín, quienes además le ofrecieron un espacio en la Casa de la Siberia.

"Nos faltan telares y materiales", aclararon los alumnos pero estamos muy entusiasmados con este proyecto. "Me siento orgulloso de haber podido aprender a tejer y seguro que vamos a producir", insistió Alvaro.

Las personas interesadas en colaborar con esta iniciativa pueden hacerlo enviando un email a: [email protected]
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