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miércoles,
18 de
mayo de
2005 |
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Charlas en el
Café
del Bajo
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-Usted sabe que el presidente de México tuvo palabras desafortunadas para con los hombres de color de Norteamérica.
-Sí, leí algo sobre el tema.
-Pues una amiga me envió este párrafo que dice: "El mercado impulsa a la unificación, pero también segrega los que quedan excluidos del sistema. Esto es más notorio aún en sociedades más desarrolladas. Lo peor de todo esto es que aún Fox no pidió perdón y lo único que falta sería que se peleen entre negros y mexicanos. Si te gusta la idea la podés desarrollar hablando del narcisismo cínico de los gobernantes y políticos (¡ese es tu tema) y el cinismo y la brutalidad de los métodos políticos actuales".
-¡Narcisismo cínico y brutalidad de los métodos políticos actuales! Nunca mejor definida la estructura política entendiéndose ésta no meramente como estructura partidaria, sino como factor de poder que involucra a líderes de diversos campos sociales.
-Vayamos primero a Fox, el rico y poderoso presidente mexicano. Se enojó porque el Congreso de Norteamérica impondrá restricciones a los inmigrantes. Por ejemplo medidas más estrictas para obtener una licencia de conducir por parte de inmigrantes ilegales, muchísimos de ellos mexicanos. Entonces Fox no tuvo mejor idea que protestar diciendo que los trabajadores mexicanos indocumentados en Norteamérica "están haciendo trabajos que ni siquiera los negros quieren hacer". Es decir, trató a los hombres de color como a una lacra despreciable.
-Como a una raza inferior y execrable. Pero de paso tildó, de manera indirecta, igualmente a los mexicanos indocumentados que están en Norteamérica al compararlos y ubicarlos por debajo de la línea de tareas que, según él, corresponde que hagan los hombres de color.
-No voy a cometer la torpeza de comparar a Fox con aquellos que sustentaban en el mundo la preminencia de una raza superior, aniquilando a todo humano que no se ajustara a los estándares del delirio racista, pero es evidente que, como bien dice mi amiga, subyace en el inconsciente político o mejor aún en el inconsciente del poder ese narcisismo cínico, esa brutalidad que espanta, deja boquiabiertos y asombrados a los seres humanos de buen corazón que habitan este mundo.
-Un poder brutal que humilla, somete y muchas veces, infinidad de veces, veja al ser humano condenándolo a una verdadera tortura moral. Convengamos en que no se trata de reducir el tema a Fox.
-Por supuesto que no. Esto es de carácter global, aunque debemos reconocer que, como ocurrió siempre, históricamente, estas situaciones humillantes las deben vivir los hombres y sociedades más débiles. Estas palabras manifestadas inconscientemente, amigos lectores, están instaladas en el poder del mundo, incluso en el poder de nuestro país. Y no sólo en el poder público, sino en el poder privado. El líder por lo general menoscaba, subestima y somete de una u otra forma al hombre no apto para ciertos emprendimientos, al que considera inferior y digno solamente para el trabajo rudo y a veces atroz. Digno solamente para satisfacer la necesidad del Estado y de los particulares poderosos, necesidad que no es otra que la riqueza. El poder, muchas veces, ve al ser humano no capacitado para la consecución de grandes valores materiales, no como una criatura de Dios útil para muchas otras cosas al que se debe respeto, sino como una herramienta, como un mero objeto para sus propósitos.
-Fox se fue de boca, no midió sus palabras. Pero ¿cuántos Fox hay en el mundo, en Argentina, en Rosario y en el entorno social inmediato que a cada uno rodea?
-Hombres que se volvieron eventualmente insensibles por el poder y obnubilados por la riqueza; hombres en cuyo horizonte no hay nada más que una estructura material en donde no tiene cabida el alma humana. No pueden ver otra cosa. Y encima encaramados en el poder público son cínicos. Cínicos no precisamente porque pongan en práctica en su vida los principios de esta escuela filosófica, sino porque son unos desvergonzados, hipócritas, que mediante ardides y sutiles métodos esclavizan al ser humano, lo condenan a una vida miserable haciéndole creer que la brutalidad de los feudos y encomiendas ha sido desterrada de la faz de la tierra.
Candi II |
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