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domingo,
15 de
mayo de
2005 |
[Nota de tapa]
"El capitalismo es la única utopía"
El filósofo esloveno Slavoj Zizek disertó en Rosario. Dijo que la era del liberalismo global atraviesa su propia pesadilla y que la figura de San Pablo debe ser ejemplo revolucionario para la izquierda
Lisy Smiles / La Capital
Poca gente en el hall. Se escuchan voces suaves, mientras centenares de filas de sillas pueden verse esperando por una conferencia. Pero algo inquieta, y es la prometida presencia del filósofo esloveno Slavoj Zizek. Llega junto a dos mujeres que le indican hacia dónde debe ir. Observa, avanza, para, retrocede, duda, va hacia un costado y de golpe encara para el ascensor. Así, fue el ingreso de Zizek en la sede de Gobierno de la UNR, el primer viernes de mayo cuando disertó invitado por el Centro de Estudios Interdisciplinarios y la Escuela de Orientación Lacaniana. Esa manera de pasearse ante la mirada de sus acólitos fue coincidente con su sorprendente modo de analizar los tiempos que corren. "Estoy perplejo", se animaría a admitir minutos después al referirse al presente.
Zizek utiliza herramientas diversas para cincelar sus pensamientos. Sin duda, el psicoanálisis y el marxismo operan de clara plataforma para que surjan sus interpretaciones, pero también recurre al cine (y no al de culto, sino al de Hollywood) y a los chistes para develar la relación entre ideología y sujeto. Se define como un viejo marxista naif y desde ese lugar provoca: "El capitalismo es la única utopía (en tanto imposible)".
Es que Zizek se ha tornado un guía un tanto huidizo para quienes aún acostumbran a moverse en delimitados campos de saber. "Soy filósofo", afirma como excusa para frenar las ansiedades de quien intente preguntarle sobre una andanada de tópicos "demasiado reales", según él mismo describe.
Vestido con una chaquetilla verde militar, con una bolsita de naylon donde se sospecha un libro, Zizek acepta el diálogo con los medios rosarinos. Es que él mismo pidió que se organizara una conferencia de prensa para tener contacto con ellos antes de su disertación. El pedido coincide con parte de su métier, esa de analizar las constantes tensiones entre lo real y lo virtual, y cómo funciona la ideología, esa que fue dada por muerta cuando se acercaban los 90.
PARA MIS AMIGOS
Mira profundamente, gesticula sin cesar y sorprende. Es como que se para en determinado lugar y desde ahí vislumbra la existencia de otro. Así se anima a decir: "Si nosotros entendemos por utopía las cosas que son imposibles, entonces la verdadera utopía es que el actual capitalismo global va a seguir para siempre". Y casi en el mismo momento reitera su preferencia por describirse como un viejo marxista naif. Esa mirada, desde adentro pero a la vez lejana, es la que le permite jugar con la ironía para asestarle al capitalismo actual un futuro incierto.
La definición del actual capitalismo ("global, democrático y liberal") como la única utopía realista es pura ironía en Zizek. Entonces, una vez corrido el velo advierte su propia utopía. "Para mí la utopía política verdadera no es un sueño, es inventar una nueva forma de vida para poder sobrevivir. Así todas las utopías auténticas son, en ese sentido, un producto de la emergencia", describe.
EL MURO Y LAS TORRES
"¿Terminó la Edad Contemporánea?" es la pregunta que dispara una confesión de Zizek. "Estoy perplejo", dice y lo refiere al momento histórico actual. Un momento que sí se anima a describir como algo nuevo, cuyo hito iniciático fue la caída del Muro de Berlín en 1989.
"Por entonces, entramos en los gloriosos 90 -ironiza-, en la nueva utopía de la era, la utopía democrática, liberal, global; cuando se anunció el fin de la historia y que las ideologías morían", y esa utopía que surgió con la caída del muro prometía un sistema que trabajaría en forma global, en el cual "las cosas mejorarían gradualmente y todo el mundo se iba a unir en un imperio capitalista, liberal y democrático", pero hubo un nuevo derrumbe: las Torres Gemelas.
El 11/9 para el filósofo esloveno marca el inicio de un tiempo de descuento sobre la utopía iniciada con la caída del muro, un tiempo que opera como cuenta regresiva desintegradora. "Creo que el 11/9 señala el final de esa utopía", afirma y como demostración de la falacia de la libertad explica que mientras más productos básicos (commodities) circulan con mayor libertad, más paredes se levantan para impedir la libre circulación de personas por el mundo. "Cada vez más países levantan paredes de seguridad administrativa", insiste.
El hoy que lo deja perplejo es cómo explicar "la pesadilla de la utopía" y esa imposibilidad de analizarla engloba a una China "paradojal" en su capitalismo dinámico con un gobierno comunista. "Yo tengo un problema personal aquí porque pienso que no tenemos una buena respuesta sobre dónde estamos hoy, sólo puedo decir modestamente que estamos en el medio de la pesadilla", señala.
"NO MIREN A SADDAM"
La invasión de Estados Unidos a Irak es otro de los puntos polémicos en Zizek, ya que recibió duras críticas desde la izquierda por sus posiciones. Para él "no hay que caer en la trampa de si se condena o no la invasión de EEUU a Irak", sino mirar "algunas cosas" que quedan afuera de esa trampa que suele presentarse como "los enemigos de mis enemigos, son mis amigos".
"El gran misterio en torno a Irak no es por qué EEUU lo ataca sino por qué soportó durante 20 años el gobierno de Saddam, por qué permitieron los crímenes que cometió, por ejemplo contra los kurdos, o por qué no incluyó en la acusación formal el conflicto con Irán", dispara.
"Entonces -sugiere-, uno tiene que ver la guerra de Irak en su dimensión clave; yo creo que no fue acerca de Saddam ni de la cuestión del petróleo, sino que es el paradigma para instalar un nuevo orden mundial".
Y el blanco de esa guerra -que detesta al igual que al pacifismo impoluto- son los europeos. "El mensaje es: «No los necesitamos». Pienso que Irak fue el final de la Otan. No podemos pensar que si EEUU ataca a Saddam, Saddam es malo y viceversa. La cuestión es otra", concluye.
En ese marco es que lanza un desafío: "No miren más a Saddam, miren Uzbekistan, un hermoso país pero donde su presidente se proclamó padre de la Nación y ubicó a su madre como una divinidad, mientras suceden detenciones y torturas terribles, y ofreció su territorio a EEUU para que instale bases. Sobre esto no se dice nada, pero Uzbekistan es el gran aliado de EEUU en Europa del Este", advierte.
DOS POTENCIAS
"Me gusta descubrir Argentina", dice Zizek y encuentra cierto placer en ello. Es que para el filósofo, Eslovenia y Argentina poseen similitudes. Aunque geográficamente son diferentes, describe que poseen la virtud de la lejanía. Esa lejanía opera como una ganancia, más que como una pérdida. "Ambos podemos leer a Lacan pero estamos lejos de París", comenta en cuanto a la invasión psicoanalista en Argentina y allí reivindica el animarse a hacer lecturas periféricas.
Descubrir esa ganancia de la periferia es una de las claves del filósofo. Así explica por qué en su último libro recupera la figura del apóstol Pablo que fundó una pequeña comunidad desde donde se universalizó el cristianismo. Pero como si no fuera poco para un autodefinido teórico de izquierda reivindicar el cristianismo también realiza un paralelo con Lenin.
"Lenin era ruso desde afuera, él no era parte del círculo íntimo, lo mismo que Pablo, en relación al resto de los apóstoles. Es sólo desde ese lugar de la distancia mínima que se puede llegar a la interpretación creativa. Claro que los puristas o puritanos del centro reclaman que nosotros estamos haciendo la lectura equivocada, pero algunas veces esa lectura equivocada de un autor puede llegar a ser la más cercana", y vuelve a provocar.
Como si no le bastara argumentar con las semejanzas entre el apóstol Pablo y Lenin, echa mano al cine y a la literatura: "Alfred Hitchcock era un inglés pero pudo ver la patología de los EEUU mucho mejor que lo que ellos pudieron ver, y lo mismo ocurre con Raymond Chandler que aunque nació en Chicago se educó en Inglaterra, y sólo él pudo descubrir la verdadera dimensión poética de Los Angeles".
Argentina y Eslovenia también coinciden en cómo opera la distancia en lo político. "Una vez más mis amigos de izquierda se van a enojar, pero como soy un marxista naif estoy convencido de que lo revolucionario no se encuentra en los países del Tercer Mundo porque son fácilmente colonizables, sino en los del Segundo, como Argentina y Eslovenia, En ambas hay potencial revolucionario", arriesga.
Durante su paso por Rosario, reiteró una vez más que rechaza el concepto de multitud como reservorio de lo revolucionario (postulado por Negri) y que tampoco cree que todo sea cuestión de lanzar críticas radicalizadas al capitalismo y esperar que en su devenir el sistema caiga.
Desde su perplejidad para analizar el presente, asoma su mirada hacia el futuro y postula que no debe aceptarse la tolerancia a lo diferente literalmente porque en realidad encierra la soberbia de quien define lo distinto. Propone, en cambio, rescatar la universalidad, no como un borramiento de las diferencias, sino cómo desde la diferencia se encuentra la similitud de las luchas.
"Rechazo los teoricismos radicales que en realidad llevan a la pasividad. Yo creo que tenemos que asumir el riesgo de ensuciarnos las manos", invita un Zizek en estado puro.
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"Estoy perplejo", admitió al referirse al presente.
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