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sábado,
14 de
mayo de
2005 |
Administración de las políticas que tienen como centro a la escuela
Diez caminos para resignarse
al colapso de la educación
Qué pasa cuando se asumen como naturales los problemas de segregación socioeconómica y exclusión educativa
Mariano Narodowski (*)
Los diagnósticos ya están realizados: describen al actual panorama educativo en términos de tragedia, de fracaso o de desorden. Los diagnósticos unifican a los diferentes actores de la educación: docentes y sus dirigentes sindicales, académicos, técnicos, estudiantes que reprueban oprobiosamente los exámenes de ingreso a las universidades, referentes populares, políticos en campaña, empresarios, y hasta, extrañamente, a los propios funcionarios: todos coinciden en la consideración de que la educación viene decayendo desde una época de relativa relevancia, en la primera mitad del siglo XX, hasta la actual situación de desasosiego.
Es cierto que en esos diagnósticos existen matices y algunas diferencias. Sin embargo, ni siquiera los responsables políticos de la actual situación están conformes con la realidad educativa, lo que conlleva a un acuerdo implícito: es necesario cambiar. A pesar de esto, la sociedad y especialmente su clase política parece resignada a asumir como naturales los problemas de segregación socioeconómica y exclusión educativa, de calidad y de administración.
A fin de despejar malos entendidos, este artículo pretende, irónica y amargamente, profundizar los argumentos de la resignación para debatir las bases de lo que debe ser cambiado.
1.-El presupuesto educativo debe seguir por debajo del 4% del Producto Bruto Interno. Si las propias leyes argentinas y las recomendaciones internacionales establecen un piso del 6% del PBI, estas deben ser desobedecidas a perpetuidad, ya que un nivel de inversión semejante al de los países más desarrollados podría ser una condición significativa para mejorar la educación.
2.-La distribución de esos fondos debe seguir estando determinada por los criterios denominados "históricos" o "políticos" sin considerar razones sociales, económicas o culturales. Para garantizar una distribución injusta, no se deben incluir fondos mínimos vitales por alumno y para el salario docente ni dar más y mejor a quien más lo necesita. El Estado Nacional puede seguir transfiriendo la culpa a las provincias acerca de las enormes diferencias que existen entre ellas en la cantidad de dinero que invierten por alumno, y de esa manera podrá seguir librando a su suerte a millones de niños y de docentes.
3.-En la lógica de la resignación, la política educativa no puede ser otra cosa que programas focalizados y dispersos, con alta repercusión mediática. La resignación impide pensar, por lo que hay que posponer indefinidamente el consenso que permita articular un proyecto educativo nacional. La idea es seguir hablando de planificar pero no hacerlo.
4.-El aparato gubernamental no debe estar al servicio de las escuelas sino de la propia lógica de la política. Los recursos del Estado, desde el financiamiento hasta la capacitación, pasando por los textos escolares y las computadoras, no pueden sino mantener la modalidad tradicional basada decisiones de arriba hacia abajo, sin procedimientos de detección de necesidades reales de educadores y familias y sin mecanismos de evaluación del impacto de las políticas a fin de mejorarlas.
5.-Los contenidos de la enseñanza escolar deben mantener su impronta rígida, alejada de las necesidades culturales y económicas de los diferentes grupos sociales. Los cambios en los contenidos deben seguir demorando décadas, como para seguir perdiendo oportunidades de formación científica y tecnológica y bajo ningún punto de vista se nos debe ocurrir que el mejoramiento de las condiciones educativas de la población permite mejorar las condiciones económicas del país. La educación en valores y sentimientos seguirá siendo interpretada como un enfoque pedagógico "de derecha".
Propuestas diferenciadas
6.-Las decisiones políticas deben continuar alentando a que los sectores sociales de mayores recursos económicos y culturales construyan propuestas diferenciadas de los de menores recursos, especialmente en la educación privada, aumentando los niveles de segregación socioeconómica en el sistema educativo. La resignación seguirá usando la argucia de que la salvación individual es posible y que los sectores de ingresos medios y altos de la población pueden "salir" del colapso y adquirir un pasaje a la calidad.
7.-Las políticas educativas seguirán desconfiando de los educadores y restringiendo sistemáticamente su poder de decisión acerca de la organización de las escuelas y los aprendizajes: el objetivo final es esmerilar la legitimidad de los docentes y su responsabilidad social. Los educadores que buscan formas autónomas de labor pedagógica deben perpetuar las actuales modalidades, aunque eso aumente el desgaste de sus ya deterioradas condiciones laborales: aprovecharse de los intersticios de la burocracia, trabajar en base al hecho de que a las autoridades suele no importarles lo que hagan los docentes si no se provocan conflictos y, la modalidad más frecuente cuando se quiere innovar: trabajar en la clandestinidad.
8.-Sostener a toda costa la vieja alianza escuela-familia en la que la escuela civiliza a las familias y estas se adaptan a las demandas de la escuela o, a la inversa, transformar a las familias en clientes indiscutidos a los que la escuela debe satisfacer a punto, incluso, de sacrificar la asimetría propia de cualquier relación educativa. Se trata de no brindar mecanismos reales que permitan construir acciones de reciprocidad entre familias y escuelas para que unas y otras tengan muchas dificultades para comprometerse en un proyecto común.
9.-Se debe considerar los hechos de violencia en las escuelas como manifestaciones coyunturales propias de una sociedad violenta e injusta y no como un fenómeno propio de la incapacidad de las políticas para procesar los conflictos sociales, las injusticias y sus nuevas formas de manifestación. Echarle la culpa a la sociedad permite dejar estas situaciones en manos de psiquiatras y policías y mantener las actuales formas de organización de las instituciones escolares.
10.-El sistema educativo debe seguir considerando al fracaso y a la deserción escolar como problemas individuales y no como problemas sociales y pedagógicos. La consigna seguirá siendo "no me hago cargo". Se puede usar para eso un concepto de "educabilidad" que deja afuera a millones de alumnos que no son "educables" y son excluidos por ser pobres, por ser aborígenes o por tener capacidades especiales. Como parte de la resignación, el gobierno no debe hacerse cargo de la población más vulnerable y una escuela inclusiva, para todos y para todas, no debe ser política de Estado.
Respetar este decálogo, seguramente incompleto, es la base para impedir la construcción de un sistema educativo que apunte a la calidad y a la justicia social. Asumo el riesgo de que se cite literalmente y no se comprenda el sarcasmo. No importa, la reversión de la resignación también es un desafío. ¿El problema de fondo?: el compromiso con la transformación de nuestra realidad.
(*) Doctor en educación.
Universidad Torcuato Di Tella
[email protected]
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