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 domingo, 08 de mayo de 2005  
Metiendo mano. Al menos una docena de arrebatadores son demorados a diario en la Comisaría 2ª
Punguistas y mecheras invaden el centro y los hurtos van en aumento
La policía asegura que "hay familias enteras" dedicadas a la actividad. Desde 2001 se duplicaron las detenciones

Laura Vilche y Diego Veiga / La Capital

Cada día cinco víctimas de arrebatos llegan a la Comisaría 2a. a radicar su denuncia y al menos una docena de personas son demoradas luego de haber sido pescadas infraganti metiendo sus manos en carteras o bolsillos ajenos. También hay quienes se adueñan de prendas en los comercios y no logran eludir el control de las cámaras de seguridad. Todo sucede en el centro, a la vista de miles y a metros de las garitas, del auto eléctrico policial y de las coloridas boinas de los guardias urbanos. Punguistas, mecheras, mulas y cadeneros caminan la peatonal en horas pico en búsqueda de sus víctimas. Los comerciantes los conocen, la policía también, pero nada detiene su actividad, que sigue en aumento. Es más, según fuentes policiales las detenciones desde 2001 a estos días por el “arte del arrebato” prácticamente se duplicaron.

  El área de trabajo de estos delincuentes comprende la peatonal Córdoba, calle San Luis desde Italia a Mitre y Rioja desde Corrientes a San Martín. Los puntos neurálgicos son Córdoba y Sarmiento, Córdoba y Mitre, Córdoba y Paraguay y Mitre y San Luis. El festín se lo hacen en las paradas de colectivos. Allí, donde la gente se apretuja para subir a los ómnibus, los mulas entran en acción y logran algunos botines.

  “Pueden hacer 40 grados de calor y el tipo va con la campera sobre el antebrazo”, explica el jefe de la Brigada Externa de la Seccional 2a., Juan José Raffo. Esa seccional policial tiene jurisdicción en el sector neurálgico del centro y debe intervenir ante todo este tipo de arrebatos.

  En realidad, lo que los mulas, pungas y mecheras hacen no es un robo, sino un hurto, un delito que según Raffo “no requiere de armas pero sí de habilidad”.

  Cuenta el uniformado que el accionar de estos delincuentes varía de acuerdo a su especialidad. Así, los mulas —que hurtan en las paradas de colectivos o arriba de las unidades— “suelen hacer trabajos artesanales, ya que utilizan una gillette u hojas de bisturí para cortar las carteras y sacar las billeteras” (ver aparte).


Un álbum muy poblado
Las mecheras tienen predilección por hurtar prendas. “Acá ya sabemos quienes son. Una vez hasta entró una embarazada, el encargado la corrió y tiró las prendas”, recuerda una de las empleadas de una pilchería de San Luis y Corrientes.

Cuando se le pregunta a la policía si las mecheras también son muy conocidas por la fuerza, no titubean. En la Comisaría 2a. despliegan el “álbum de arrebatadores” como si se tratara de un book de modelos. “Acá hay familias enteras, abuelos que les enseñaron a los nietos y esto sigue por generaciones. Este, por ejemplo, es un profesional”, dice mientras muestra la foto de un hombre que suele ingresar a diario tras las rejas.

En rigor, las demoras no suelen superar las seis horas ya que “si no poseen antecedentes penales deben recuperar la libertad en ese lapso”, dice el jefe de la 2a., Jorge Wollschlejel.

En sólo uno de los álbumes conviven 110 fotos de pungas, cadeneros y mecheras y los policías ya los conocen desde hace un tiempo. “Estas son Las Tucumanas”, dice mientras exhibe las fotos de cinco mujeres que reiteradamente se ven las caras con el sumariante de la 2a. “A una de ellas la tuvimos en la comisaría hasta tres veces en un día”.

Otros de los que engrosan la lista de los delincuentes que se pasean por la zona céntrica son los llamados cadeneros. Su debilidad, tal cual lo dice su apodo, son las cadenas; claro que no cualquiera: las prefieren de oro, las que arrancan en segundos para luego desaparecer en la multitud.

Si hay alguien que todos los días encuentra los elementos de descarte que los pungas suelen arrebatar, ese es Guillermo, uno de los barrenderos de la plaza Sarmiento. Allí, en los cestos y contenedores, el joven descubre a diario billeteras vacías, carteras y documentos que los arrebatadores tiran segundos después de sacar el dinero.

“Las mujeres que cargan con chicos y bolsos y las personas de edad, fueron. Les roban siempre”, dice Gabriel, un privilegiado testigo de los arrebatos.

La policía define a los pungas o punguistas como “sutiles” ladrones. Dueños de una habilidad increíble que les permite llevarse las billeteras sin que sus víctimas se den cuenta.

Y si no, que lo cuente Clara Vivas, una vecina de Alvarez a quien en San Luis e Italia le sacaron 700 pesos de la cartera sin que se diera por aludida. “La verdad, no me di cuenta de nada. Apenas me quedé con unos pesitos para volver a mi casa”, recordó.

La actividad de los punguistas no es privativa de una clase social. “Acá no se trata de pobres o ricos, los pungas son de cualquier clase”, apunta Raffo y sostiene que “hay muchos adolescentes con un nivel de vida bastante alto que se dedican a hurtar cosas en los comercios por diversión”.

Lo cierto es que todos se pasean por el centro en búsqueda de sus víctimas y la actividad está lejos de ser controlada.


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Mitre y Córdoba, terreno fértil para adueñarse de lo ajeno.

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