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 domingo, 19 de diciembre de 2004  
Lecturas
Mapas de una tradición

Irina Garbatzky

"Viaje intelectual. Migraciones y desplazamientos en América Latina" de Beatriz Colombi. Ensayo. Beatriz Viterbo, Rosario, 2004, 267 páginas, $ 31.

La idea del viaje intelectual adquiere su esplendor y divulgación en Latinoamérica a lo largo del siglo XIX. Las travesías a España y París, símbolos de la maternidad hispanoamericana y de la civilización moderna respectivamente; y a Estados Unidos, ejemplo de nación recién nacida y pujante, han signado la vida de los intelectuales de nuestras tierras. Desde Martí hasta Sarmiento todos se preguntaron cómo construir una identidad y una lengua latinoamericana siguiendo la conocida expresión de Esteban Echeverría: "con un ojo en las entrañas de la Patria y otro en Europa".

En "Viaje intelectual", Beatriz Colombi se propone demostrar que la construcción del imaginario moderno en el fin de siglo hispanoamericano está en gran medida vinculada con los desplazamientos realizados por sus escritores a lo largo de dicho contexto histórico. "El sintagma «viaje intelectual» -dice la autora-, remite también a una tradición letrada a partir de la cual muchos escritores pudieron incidir en la transformación de los discursos sobre la representación de las sociedades".

El libro recorre de un modo abarcador y preciso los estudios críticos acerca de los viajes y su escritura, enfatizando en la conformación de una tradición literaria. En efecto, la cultura del viaje nace como tal hacia fin del siglo XVII en Europa, apareciendo en reiteradas ocasiones como el rito de iniciación en la vida del escritor, para quien la traslación a otras tierras y lenguas implica la adquisición de un saber sobre el mundo. Entre la descripción exótica y la reflexión sobre el lugar propio, esta cultura del viaje se inscribe en Latinoamérica como el cristal de observación sobre el territorio que se quiere construir.

Dado que en toda escritura de viajes el que escribe es el que viaja, los relatos del viajero oscilan entre el ensayo y la autobiografía. El escritor desprendido de su entorno traduce los esquemas de la modernidad a la realidad de su espacio, sin soltarse del esquema martiano que reza: "traducir es transpensar". La lengua de los escritores en el exilio se encontrará con grandes obstáculos al momento de transportar otros lenguajes. Extremando los límites territoriales, la propia escritura de estos autores se vuelve extraterritorial y se convierte en lugar de resguardo y de auto-validación. El escritor se reconoce como perteneciente a una cultura periférica; la cultura del nuevo mundo latinoamericano que mira a la vez a Europa como modelo y con irreverencia.

Así, la escritura de las "Escenas norteamericanas" para Martí configura la patria en el destierro y el conflicto entre dos mundos; conflicto en el que se encuentra todo inmigrante. El viaje como crónica de esta nueva América será vista de un modo muy diferente por Paul Groussac, para quien el viaje es equiparado con la lectura: "lo consideró una vía de conocimiento tan lícita como el estudio", señala Colombi.

En cuanto a los relatos de los viajes a España, la autora los organiza de acuerdo a dos dimensiones: entre el filicidio y la maternidad. Así, para Sarmiento la ciudad de Madrid, madre de la cultura hispanoamericana, representa el epicentro de la mentalidad anquilosada y católica; "organismo purulento y decadente que es necesario enterrar para salvaguardar a América de su influencia mórbida". Como los remiendos de los trajes de los mendigos que observa, Sarmiento verá a la sociedad española como una sociedad llena de parches y costuras. También Fray Servando, hacia 1795, se había detenido en los mendigos madrileños, pero con un procedimiento distinto: llevando al extremo sus descripciones, hasta desnudar y satirizar las instituciones de la corte de Carlos IV.

Mucho tiempo después, Rubén Darío, inequívocamente optimista, verá una España nueva e intentará desmontar ese mecanismo de confrontación y centrar el corazón de la neurosis en París, la capital artística del siglo XIX, que "pulsiona de un modo tan intenso las expectativas del escritor como para ser vivida como una patología", destaca Colombi.

Las "Letras hispanoamericanas en París", confluirán en los cafés buscando la solidaridad de la vida de la metrópoli. París como fracaso será también el signo de Julián del Casal y de Horacio Quiroga.

El análisis de los viajes incluye también a escritores como Manuel Ugarte, Alfonso Reyes y Miguel de Unamuno. Entre 1880 y 1915 el género ha quedado cerrado. Luego el viaje intelectual continuará, pero transformado en "pantomima de exotismo y turismo literario para el gran consumo".
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Rubén Darío marcó rumbos.

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