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 domingo, 19 de diciembre de 2004  
Perfiles
Edgardo Zotto, de la política a la poesía
Fue ministro de Gobierno de la provincia y renunció para volver a su profesión de abogado y ser escritor. Acaba de publicar su tercer libro de poemas

Osvaldo Aguirre / La Capital

Edgardo Zotto se considera un poeta tardío y a la vez ajeno a los ámbitos literarios. Nacido en 1947 en Rosario comenzó a escribir hace diez años y lleva publicados tres libros de poesía, el último de los cuales, "Impluvium", acaba de aparecer, editado en Buenos Aires. Su lugar de llegada a la literatura fue, en efecto, atípico: la política.

A pesar de los años transcurridos, muchos recuerdan su actuación ante los saqueos que convulsionaron Rosario en mayo de 1989, cuando era subsecretario de Seguridad Social y, en el momento del caos, fue el funcionario que habló ante la prensa. Un año después fue designado ministro de Gobierno y tentado con integrar la Corte Suprema de Justicia. Zotto prefirió apartarse para retomar su actividad como abogado y volver a la escritura, algo de lo que quedaban pocas huellas dispersas en su pasado.

"Escribo desde muy chico, pero como una cosa secreta, clandestina -dice-. Siempre estuve ocupando haciendo múltiples cosas. Desde chico tuve que trabajar, hice la secundaria y la facultad sin dejar de trabajar. Nunca tuve un lugar para escribir ni me lo di yo mismo".

En esa etapa "el placer mayor era leer, sobre todo en los momentos de mayor angustia: leer me salvó de muchas cosas, en muchos momentos de mi vida y me ayudó a seguir, a recomenzar en algunas ocasiones". En particular, "cuando estuve en la actividad política, siempre me hacía un lugar para leer porque eso me daba una calma, y siempre he leído mucho".

A partir de 1986 Zotto ocupó diversos puestos en el gobierno provincial: fue subsecretario de gobierno, secretario de Seguridad Pública y ministro de Gobierno. "Podría haber seguido, pero no lo acepté. Si bien hay mucha gente honesta, creo que la política saca lo peor de cada uno. Me desvinculé de la política cuando llegó el menemismo, ese fue el límite", recuerda.

En 1990, "yo renuncio a todos los cargos, incluso mando una carta documento al gobernador de esa época para que me acepte la renuncia. Vuelvo entonces al estudio, a la actividad profesional".


El poeta y su trabajo
El deseo de escribir se había mantenido intacto. "Pero no había publicado nada y no había escrito nada en serio -dice Zotto-. Tenía borradores que nunca me habían convencido y estaban ahí. Eso fue como dejar alguna huella. Como que yo decía «no soy un escritor, no puedo pretender hacer esto», pero a la vez había algo que me hacía no desvincularme. Incluso a muchos de los amigos escritores que yo tenía les negaba que escribiera poesía. Lo negaba porque no le dedicaba tiempo, pero a la vez era como que algo pujaba por salir".

El punto de partida se produjo en 1994, cuando empezó a asistir al taller de Arturo Carrera y Daniel García Helder, en Buenos Aires. "Me sirvió sobre todo para incorporar cosas de la teoría, para abrir más la lectura, si bien yo estaba actualizado. Además me interesaba lo que escribían tanto Helder como Arturo. y en realidad empecé a escribir ahí. Después ese grupo se disolvió, yo seguí trabajando y se armó algo que según Arturo ya era un libro".

"Memoria de Funes", su primer libro, apareció en 1998. "Fue el azar, el accidente. Creo en el azar, bueno, eso de que estamos en manos del azar. A su vez hay una resignación, porque el azar va hacia muchos lados, no se sabe nada, tampoco se sabe bien para qué se escribe, por qué se hacen las cosas que se hacen. Aunque muchos tienen las cosas claras y escriben libros al respecto, creo en la incertidumbre como motor para hacer cosas".

En el título del libro inicial "hay un juego con Funes, mi pueblo, y con el personaje del cuento de Borges" y con una de sus obsesiones, la memoria. Zotto imaginó el otro del personaje de Borges: "Quiso olvidarlo todo,// no sólo el nefasto arbitrio/ que trajo el dolor.// Borrarlo todo:/ lo más dulce/ y lo terrible".

Después de "Memoria de Funes", "me sentí muy raro. «Para qué me metí en esto, cómo se hace ahora», me preguntaba. En Buenos Aires el libro se distribuyó en algunos lugares, pero en Rosario no y sin embargo aparecieron algunos lectores, como Beatriz Vignoli, que sin conocerme publicó una crítica. Recuerdo que yo venía de un viaje y la leí. No sabía que iba a salir ni sabía cómo se hacía para que alguien se ocupara del libro".

Zotto apenas había distribuido ejemplares entre algunos poetas. "Yo no tenía ni tengo ningun plan, no pensaba ni pienso hacer una carrera literaria. En un momento dado necesité escribir, me costó mucho y cuando me pareció que podía ser publiqué un libro sin ninguna expectativa. Eso no significa que mis poemas salgan de modo espontáneo sino que tienen un trabajo de mucho tiempo. Escribir el primer libro me llevó tres años".

Y pasaron otros tres años para que apareciera "Restos de una civilización personal", su segundo libro, y tres años más para el tercero, "Impluvium", que acaba de salir editado por Siesta. En ese tránsito la memoria se afirma como tema persistente. "Tengo una memoria muy complicada, que borra mucho -explica Zotto-. Hay gente que cree que no quiero contar algunas historias pero no, yo borro. Siempre pensé que tenía un problema neurológico, porque no es lo psicologista, de decir que uno borra lo que no quiere recordar, es otra cosa, es una memoria extraña. Hablo de la irrealidad del mundo y de la historia; escribir para mí es una forma de explicar mi perplejidad ante el mundo".

Las lecturas resuenan en la escritura de Zotto. Hay poemas dedicados Beatriz Vallejos y Juan L. Ortiz y la atracción por las presencias mínimas y el paisaje de esos poetas mayores está en sus propios textos. "Río seco", un notable ejemplo de la concisión con que sabe escribir Zotto y que paradójicamente "tiene que ver con mi personalidad ansiosa", guarda una pequeña historia. "El poema sale de una cita de Cortázar en que leí en un libro de Néstor Sánchez: «¿Por qué a ciertas horas es tan necesario decir amé esto, amé unos blues, una imagen perdida en la calle, un pobre río seco del norte?». Eso me quedó flotando. Los poemas surgen de lugares rarísimos, algunos irreconocibles".

"Cavar/ cavar/ hasta que algo aparezca", dice uno de los poemas de "Impluvium". Esos versos resumen un punto importante para Zotto: "la idea de la escritura como excavación, como búsqueda, que tomo de Joseph Brodsky. Escribo para que algo quede, necesito que algo quede". Y lo que queda son páginas de poesía auténtica.


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"Escribir para que algo quede", dice Zotto.

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