| domingo, 19 de diciembre de 2004 | Panorama político La maldición eterna de los ex presidentes Mauricio Maronna / La Capital La política nativa sigue siendo un museo de grandes novedades. La maldición de los ex presidentes, entre tantas cuestiones, impide que lo viejo termine de morir y lo nuevo consume su alumbramiento.
"Somos como jarrones chinos a los que nadie sabe dónde poner para que no molesten", graficó Felipe González una vez que se fue del poder. En Argentina es distinto: para quienes se sentaron en el Sillón de Rivadavia la jubilación de la actividad partidaria es una quimera, una pretensión de algunos molestos analistas "que quieren tirar todos los días un viejo por la ventana".
Pero la política oxidada y los dirigentes descascarados no tienen que ver exclusivamente con el paso del tiempo, los expedientes judiciales ni el descrédito popular. Aun quienes se llenan la boca reivindicándose como "lo nuevo" necesitan de adversarios que no estén a la altura del conflicto, pero que bien sirven para consolidar mayorías y revalidar títulos y honores.
El revuelo que genera el regreso de Carlos Menem está aderezado por un conjunto de circunstancias al que no es necesario divisar con la ayuda de una lupa. ¿Qué mejor adversario podría tener Néstor Kirchner? El repaso de los archivos sirve para desandar el terreno pero también para intentar dilucidar el porqué de las cosas.
Puede que las reuniones que se produjeron en noviembre entre calificados funcionarios nacionales y dirigentes del menemismo sean una casualidad. Lo propio podría señalarse del reciente y exitoso viaje del presidente a un territorio como La Rioja, flor y nata del caudillo que nunca muere en las vísperas.
En el laboratorio de Olivos están convencidos que, de cara a la segunda parte del mandato del presidente, lo mejor que puede pasar es reeditar el duelo entre el "progresismo" kirchnerista y "el padre de la segunda década infame". Si el peronismo es el poder y los peronistas herederos naturales de esa consigna, frente a esa puja no habrá lugar para los neutrales.
"Más que analistas de la realidad, ustedes parecen peronólogos (sic)", azuzó el jueves un concejal radical. La queja tiene ciertos rasgos de verdad empírica, pero la realidad demuestra que la oposición es, hoy por hoy, una ilusión óptica, una entelequia, una cáscara vacía.
A la derecha, Ricardo López Murphy y Mauricio Macri pierden el tiempo tratando de dirimir a quién le corresponde más neón en la marquesina en vez de intentar reunir masa crítica para poder convertirse en alternativa viable. La nomenklatura radical es más una aliada de las políticas del gobierno que una task force que pavimente un camino distinto al discurso oficial.
¿Los enojos espasmódicos de Raúl Alfonsín están motivados por las acciones de gobierno o por la indiferencia que le dispensa la Casa Rosada? ¿La prórroga de la emergencia económica, los superpoderes, el presupuesto fueron un trampolín para que la UCR recupere su rol opositor? Decididamente no.
El marrón glasé del helado fue López Murphy. Créase o no, el líder de Recrear hizo su primera aparición proselitista en el conurbano bonaerense acompañado de dirigentes menemistas.
Elisa Carrió tuvo agallas para plantarse frente a la marea kirchnerista de los primeros meses de gobierno y se erigió en una barrera infranqueable para medios, encuestadores y periodistas oficialistas que querían hacerla subir a alguna ola del maremoto K. Pero así como la estrategia de campaña permanente termina por desnudar los vicios de los oficialismos, la táctica de la crítica recurrente desgasta a quienes ofician todo el tiempo de voceros de las malas noticias.
El árbol navideño kirchnerista tendrá más guirnaldas encendidas que lucecitas apagadas. La reconstitución del poder presidencial, los indicadores macro de la economía y el disciplinamiento de la totalidad de los líderes comarcales con la figura del santacruceño arrojan un saldo positivo para la actual administración.
La disputa por la provincia de Buenos Aires, que se anunciaba como "la madre de todas las batallas", termina con la rendición casi incondicional del duhaldismo y con la primera dama liderando todas las encuestas. Hasta el habitualmente impávido Felipe Solá se atrevió en las últimas horas a mojarle la oreja a Hilda Chiche Duhalde. ¿Lo tenían a Felipe?
Hasta el mismísimo Carlos Reutemann tuvo que desalambrar Santa Fe por consenso, en un hecho inédito desde que se convirtió en el gran elector de la bota.
Pese al viento de cola que arrastra Kirchner, algunas cuestiones siguen flotando en la nebulosa: la reforma política continúa cajoneada, la redistribución del ingreso brilla por su ausencia y los salarios siguen viajando por la escalera mientras los precios viajan cómodos por el ascensor. Las alarmas ya deberían estar sonando en la Casa Gris y en el Palacio de los Leones: los índices de desempleo del Gran Rosario son los más altos del país. El riesgo de convertirse en una Belindia en miniatura podría sepultar el clímax que vive la ciudad.
La oposición ni siquiera pudo erigirse en cuestionadora de la saga de impericias que brotaron desde la Cancillería en la negociación por la salida de Cuba de la médica disidente. "Ahí no descarten nada, cualquiera se puede ir con una patada en el traste. El presidente está harto de los librepensadores...", dijo el viernes a La Capital un funcionario de trato frecuente con el jefe del Estado.
En Santa Fe, la única novedad de la semana vino desde el despacho de Reutemann, quien durante la reunión que mantuvo con Miguel Lifschitz (y en los comentarios posteriores) se deshizo en elogios hacia el intendente. Pero a no confundirse: no lo une el amor, sino el espanto que el ex gobernador siente por Hermes Binner, primero en la lista de "enemigos irreconciliables".
La vieja política hizo una nueva aparición en la Cámara de Senadores de la provincia. Allí, un grupo de autoproclamados "reutemistas" dio por segura la ruptura del bloque. Bastó que el gobernador Jorge Obeid los invitara a pasar por el despacho para que los legisladores que (durante la discusión por la ley de lemas) se abroquelaron detrás del proyecto Gramajo dieran un triple salto mortal y, sin vergüenza, cambiaran de opinión. Por la plata baila el mono.
Si el Lole no hace control de calidad con quienes se arrogan su representación, su buena llegada a los sectores independientes sufrirá un corte abrupto. La nueva política no nace por generación espontánea, los pocos líderes que quedarán en pie serán aquellos que abran las ventanas, aireen la casa y demuestren que tienen algo nuevo para decir y por hacer. enviar nota por e-mail | | |