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 domingo, 19 de diciembre de 2004  
El cazador oculto: Aplausos para la lista de invitadas

Una invitación a un brindis de fin de año es siempre una caja de sorpresas. Y, si en una primera ojeada despierta dudas, no se debe prejuzgar y, para aventar los fantasmas, sólo queda acudir al lugar y a la hora señalada y comprobar in situ si las sospechas eran infundadas. Pero así y todo, si no se tiene paciencia, uno puede llevarse una impresión equivocada y, en un caso así, no hay que olvidar que siempre lo mejor está por venir. Por eso hasta que Federico Boglione no levantó su copa de champagne para dar los tradicionales augurios navideños, el agasajo para la prensa de la Bolsa de Comercio prometía poco y nada. Y eso que la llegada de Valeria Schapira, que insiste con el amarillo convencida de que el color de moda le sienta bien, en compañía del majestuoso Juan Juncos, había dado que hablar. Pero menos que el ajustadísimo vestido rojo pasión que Susana Pozzi lució para la velada, sin darse cuenta quizás de que parecía una de las diablitas de Independiente. Si quería llamar la atención logró su cometido, ya que desde que puso un pie en los coquetos salones del Mercurio nadie dejó de mirarla. Cómo será que la camisa amarillo huevo frito de Raúl Cacherosky, un acaudalado joyero que nadie sabe cómo ni por qué apareció por el lugar, pasó inadvertida y eso, hay que decirlo, que no sólo era de un gusto dudoso sino que parecía tener varias semanas de uso. A su lado el impecable traje claro de Marcelo Casal resplandecía. Y no es para menos. Se ve que, desde que abandonó la lucha contra el avance de las canas que tiñen sus sienes, el animador de "El país del litoral" hace laborterapia con el planchado. Algo que Verónica Collins, la encantadora esposa de Oscar Bertone, sueña ver hacer a su marido aunque más no sea una vez en la vida. Una quimera. Igual que las largas piernas esmeradamente torneadas en el gimnasio y doradas al sol que asomaban bajo la falda extrema (un modelo de la colección 1987 de ABC) con la que Laura Vilche se dejó caer por el lugar como quien no quiere la cosa. Un golpe de efecto de alto impacto que dejó a propios y ajenos con la boca abierta. Un mérito del inquieto Maxi Nielsen que el mismísimo Federico Boglione destacó en su brindis. Aplausos.
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