| domingo, 19 de diciembre de 2004 | Arte, religión y tolerancia Estimado Raúl Ghione, disiento respetuosamente con la carta enviada por usted el 13 de diciembre. Siguiendo el esquema del texto me permito decir: a) es verdad, no cualquier cosa es arte pero, ¿quién puede con equidad establecer las condiciones para que una creación no lo sea? No coincido en cuanto a su apreciación de que "el arte se corresponde al valor belleza". Belleza y fealdad son juicios de valor, son subjetivos y, por lo tanto, dependientes del criterio de quien los emite. Pienso al arte como una de las tantas formas de la comunicación humana, que transmite también las manifestaciones del dolor, las injusticias y las miserias a que nos sometemos los seres humanos a partir de la particular sensibilidad del autor. Hay arte en la serenidad de La Gioconda y también en el dolor desgarrante del Guernica. b) Coincido, y por los mismos motivos que usted expone, en que no deben existir derechos absolutos que perjudiquen el bien común. Pero luego usted menciona la ética, y entonces le pregunto: ¿con qué principios éticos, quien los establece? Porque tampoco debería haber una ética absoluta. ¿No lo cree usted? c) Usted habla de minorías vociferantes. ¿Entran dentro de esa categoría quienes intentan destruir una exposición o irrumpen violentamente en una conferencia donde se manifiestan pensamientos no compartidos? Porque, coincidamos, no dejan de ser minorías autoritarias e intolerantes. d) Menciona también agresiones por parte del señor León Ferrari y su obra que hieren la sensibilidad de los fieles. ¿Y la sensibilidad de quienes no profesamos ninguna religión, pero somos respetuosos de las leyes que rigen a todos los ciudadanos? Porque a muchos, creyentes o no, nos ofenden cosas de la vida cotidiana, como la resistencia insensata a las leyes de salud reproductiva y de lucha contra el sida, la paidofilia protegida, la imposición de preceptos religiosos que no compartimos. e) La relación causa-efecto que usted establece entre las obras de padre e hijo es, por lo menos, sorprendente. Se parece mucho a esa forma de forzar la realidad para que encaje, con mucha dificultad, dentro de un espacio de pensamiento predeterminado. f) No tengo una opinión sobre este tema, pero supongo que son cuestiones de la agenda de la sala de exposiciones. g) Sigue usted con una particular visión de las cosas: llama "malversación de caudales públicos" al financiamiento por parte del Estado de expresiones que, según su decir, agravian a los católicos utilizando su propio dinero. Debe usted saber que no sólo aportan al Estado los católicos, sino todos los ciudadanos, profesen una religión o ninguna. Con estos dineros de todos (católicos y no católicos) se sostiene a la Iglesia Católica y a ninguna otra. Es, a todas luces, injusto y discriminatorio, pero figura en nuestra Constitución y se cumple. Y nadie habla de malversar el dinero público frente a este evidente privilegio. h) Tiene usted razón en esta aseveración: "La Iglesia seguirá como lo ha hecho durante dos mil años". Y esta es la cuestión: el mundo, la humanidad, las ciencias cambian, avanzan; la Iglesia no. Y lo más grave es que se lo presenta como un triunfo. Finalmente, y como corolario de su carta, esgrime usted la remanida amenaza del castigo de Dios para aquellos que no estén de acuerdo con su pensamiento. Sigo pensando que las buenas relaciones, la convivencia, se establecen a partir del respeto, el afecto y la tolerancia, no a partir de promesas de castigo eterno.
Carlos Pelozzi, DNI 8.284.923
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