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 miércoles, 15 de diciembre de 2004  
Newell's festejó el título con una cena íntima

Días de locura. Pero de esos que se disfrutan y que muchos quisieran experimentar las sensaciones que provocan. Esto es lo que gozaron con alegría los campeones del Apertura en las últimas cuarenta y ocho horas. La mayoría realizó un raíd por todos los medios de Buenos Aires, que concluyó ayer por la noche cuando los nuevos héroes rojinegros se juntaron en un restorán de la zona del puerto para festejar en la intimidad el título de campeón obtenido después de 12 años.

La consagración fue compartida y vivida con intensidad con el pueblo leproso, ese que copó Avellaneda como nunca y el que acompañó a través de la tele o las radios en nuestra ciudad. Y los jugadores festejaron al ritmo de la gente y los pibes del club lo hicieron como fanáticos que son. De igual manera se engancharon los que no lo son, pero que alcanzaron la gloria y cuyos nombres quedaron grabados por siempre en la historia leprosa.

Pero la de anoche era la fiesta que se debía el plantel. Por eso lentamente fueron arribando al lugar para compartir otra noche de alegrías entre todos. Nadie faltó a la cita. El lugar vestido de rojo y negro recibió a los campeones, que se unieron al grito de "dale campeón, dale campeón" como para romper el silencio.

A esa altura, con el maratón de festejos iniciada el domingo a la tarde cuando las radios anunciaban el final de Vélez con un empate que lo dejaba sin chances de nada, la disfonía dejó sus secuelas en la gran mayoría de los protagonistas. Guillermo Marino era uno de los que más la sufría, pero de igual manera eso no le impedía gritar y mantener la lógica felicidad que lo invadía al igual que sus compañeros.

Américo Rubén Gallego también mostraba su sonrisa y transmitía alegría. La misma que tenían sus fieles acompañantes Angel Bernuncio y el profesor Jorge Fleitas.

El gesto adusto que caracteriza al Tolo quedó de lado para transformarse en afable. Y disfrutó de la velada a pleno y, seguramente, recordando una vez más el nuevo capítulo que acaba de escribir en su libro personal donde se resaltan todos los logros acumulados como conductor de un equipo.

Por supuesto que las dedicatorias a los canallas no estuvieron ausentes. Por eso a la hora de los efusivos gritos hacia Central se hicieron sentir con la mayor intensidad.

Después de la vorágine, lógica por cierto, los campeones tuvieron su festejo íntimo. El que sirvió para seguir disfrutando las mieles del éxito, saborear el título conseguido y brindar por un semestre inolvidable. El que llenó de gozo a media ciudad.
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El plantel leproso no quiere terminar con los festejos.

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