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 domingo, 07 de noviembre de 2004  
Villa de Merlo: Galería de arte al pie de la sierra
Los artesanos abren los talleres al público y explican cómo elaboran vasijas, mates de calabaza y tejidos

Lucas Vitantonio / La Capital

Toma uno: el alfarero transforma con sus manos un trozo de arcilla fresca en una vasija de boca ancha. Toma dos: el piloto de parapente camina tres pasos por el filo de la sierra y como por arte de magia el viento lo eleva hacia el cielo. Toma tres: la camioneta 4x4 remonta el lecho de un arroyo seco, donde piedras enormes desafían la estabilidad del vehículo y el conductor tiene que demostrar su destreza al volante. Toma cuatro: una cascada forma una olla natural en lo alto de la montaña y se convierte en el premio para que se refresque el grupo de caminantes luego del trekking. Toma cinco: al atardecer la sierra de los Comechingones refleja una tonalidad naranja, como si el sol encontrara a esa hora un espejo donde mirarse.

Las escenas resumen la "película" de atracciones que ofrece Villa de Merlo, en San Luis, a 650 kilómetros de Rosario. Un destino donde el turismo de aventura y la cultura dicen "acción".

La Villa de Merlo está emplazada entre los 850 y los 1.200 metros sobre el nivel del mar. A sus pies desciende de manera abrupta desde los más de 2.000 metros la ladera de la sierra de los Comechingones.

El macizo combina piedra y vegetación, alternando colores a lo largo de la jornada. Por la mañana la sombra que se proyecta a sí mismo le otorga un tinte azul, al mediodía se inunda de verdes y cuando cae el sol lo cubre un resplandor naranja. Parece increíble, pero hay que estar allí para comprobarlo.

En Merlo residen entre 17 mil y 18 mil personas. Un dato que adquiere trascendencia si se tiene en cuenta que en 1990 soló había unos 6.000 habitantes. Esto quiere decir que la villa puntana triplicó la población en menos de 15 años. También creció de manera notable la oferta de servicios turísticos. En materia de alojamiento ofrece unas 7.000 plazas, entre residenciales, departamentos, hoteles, cabañas y campings.


Artesanos
La letra del hit "Los caminos de la vida" -esos que Vicentico confiesa inesperados, increíbles e inimaginados- se ajusta perfectamente a la existencia de algunos personajes que habitan al pie de las sierra de los Comechingones, en las afueras de Merlo. Salvador era pescador y buzo marisquero en la costa atlántica patagónica, pero un día decidió cambiar la brisa marina por el aire revitalizante de la región puntana. Aquí nacieron sus hijos, hoy de 13 y 10 años, y sus manos lejos de tender las redes de pesca ahora se dedican a modelar la arcilla en la casa-taller.

En la zona conocida como cerro de Oro y dentro de un antiguo rancho de adobe, Salvador explica a los visitantes cómo logra transformar trozos de arcilla en elementos utilitarios de cocina, como ollas, teteras y jarras. Luego invita a recorrer el fondo del predio donde crecen viñas custodiadas por la sierra a partir de las cuales elabora vinos artesanales que motivan un brindis con el alfarero.

El taller está abierto todos los días y para ingresar no se abona entrada ni hay obligación de compra. "Cómo le voy a cobrar a la gente para que entre a mi casa", bromea Salvador, que confiesa que lo "único que vale la pena en el mundo es vivir simplemente, sin olvidarse de jugar y respetar a los demás".

Cuando termina la visita, el artesano despide personalmente a los viajeros, les estrecha la mano y les propone regresar cuando deseen. La última imagen de Salvador antes de abandonar su casa lo muestra con una sonrisa, la camisa áspera producto de las huellas de arcilla y la certeza de que encontró su lugar en el mundo.

La cultura y la recreación también tienen un lugar de privilegio en Campo El Quebracho, en cerro de Oro. Allí residen dos familias de artesanos que ofrecen tejidos confeccionados con lana de oveja, mates de calabaza y artículos de cocina elaborados en cobre. Allí las familias atienden personalmente el camping, equipado con servicios básicos y que funciona dentro de un predio de 30 hectáreas, donde hay patos, caballos, vacas.

Los huéspedes disponen de piscina, vestuario, agua caliente, parrilla y la buena sombra de algarrobos, espinillos y quebrachos. Para no interferir la armonía natural está prohibido escuchar otra música que no sea la de los pájaros que surcan el cielo.

Para el verano la tarifa será de $14 por carpa, incluyendo la parcela, el vehículo y todos los servicios. A ello se sumará el abono de $1 o $2 más por persona, monto que se está definiendo. Allí también funciona un comedor que sólo sirve platos caseros desde $8 por persona, sin bebida.

Quienes no están alojados pueden ingresar libremente al predio para observar las creaciones artesanales. Para más información contactarse con el e-mail: [email protected], o bien a través de: [email protected]
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Los artesanos ofrecen ollas, teteras y jarras en arcilla.

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