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 miércoles, 06 de octubre de 2004

Scarabino tiene la pelota

Miguel Pisano / La Capital

La subasta de la camiseta de Papa es lo de menos. Si alguien quiere saber realmente qué piensa el canalla no tiene más que ir o escuchar o leer lo que dijeron los numerosos socios que hablaron en la última asamblea, o en todas las de un año a esta parte.

El reclamo prácticamente unánime de los socios a los dirigentes fue la anunciada y prometida campaña de conscripción de asociados, sobre la que el presidente Scarabino advirtió luego que van a hacerla, pero cuando terminen una serie de acuerdos con distintas firmas, que les garanticen la viabilidad económica del emprendimiento.

En realidad, lo que el socio y el hincha canallas no quieren quedó muy claro desde las últimas elecciones, y fue ratificado durante las asambleas. El primer punto a debatir debería ser cómo reducir el déficit operativo de 450 mil pesos mensuales, para lo cual habría que convocar a un concurso de ideas si fuera necesario, aunque quizá la primera sería la que propusieron los numerosos socios en la última asamblea: campaña de conscripción con entrada gratuita al Gigante, cuyas cuotas son un ingreso genuino que ingresa al club sin la sangría de los descuentos de AFA, el club visitante, la policía, la Municipalidad y Utedyc, sin contar con el negocio del clientelismo y los microemprendimientos delictivos que giran en torno a las entradas.

Quizá una de las mejores ideas sea la del proyecto del centro cultural canalla, que presentó un grupo de dirigentes, en el que bien podría funcionar el museo del club, como ayer propuso un hincha, con el simple razonamiento de que cualquier canalla asistiría y pagaría gustoso una módica entrada, con la que recaudarían muchísimo más que con la utopía de conseguir fondos para las inferiores con la camiseta y la pelota de la palomita de Papa.

Quizá los autores de la idea de la subasta se hayan basado en el dato del hincha que ofreció cinco mil pesos por el saco de Miguel Angel Russo, pero en realidad son los mismos que miran el mundo desde Buenos Aires: gastaban fortunas con las canallitas, con castings en hoteles inalcanzables para un club convocado, diseñaban campañas publicitarias sin siquiera conocer el lenguaje canalla, al extremo de hablar de "el auriazul rosarino", y hasta cometieron el desatino de pegar afiches, como si los hinchas los necesitaran para ir a la cancha.

Si bien es cierto que los clubes de fútbol sobreviven con las ventas de jugadores, hace rato que los socios e hinchas canallas apostaron por un club hecho por los socios y, sobre todo, que sea gobernado por ellos. Por ahora, los socios e hinchas tienen la camiseta. Y los dirigentes, la pelota.

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