Cartas de lectores
 
Año CXXXVII Nº 48412
La Ciudad
Política
Economía
El Mundo
Opinión
La Región
Información Gral
Policiales
Cartas de lectores


suplementos
Ovación
Escenario


suplementos
ediciones anteriores
Turismo 06/06
Mujer 06/06
Economía 06/06
Señales 06/06
Educación 05/06
Campo 05/06
Salud 02/06
Autos 02/06


contacto

servicios

Institucional

 martes, 08 de junio de 2004

El uso de la bota santafesina

La bota es un calzado alto, hasta la rodilla. Ha caído en desuso por incómoda y costosa. Su parte superior hoy es innecesaria y se puede prescindir sin problemas de ella. Por lo contrario, la inferior tiene enorme utilidad: protege el pie, lo contiene y aguanta todo el peso del cuerpo. ¡Una maravilla! Por todas estas razones las botas cayeron en desuso y todos se volcaron a los zapatos, botitas y borceguíes. Ahora bien, en caso de utilizarlas es necesario cuidar la parte inferior, talón, capellada, taco y media suela. Y todo bien lustrado. Es en vano gastar dinero en pomada y cepillo de la mitad para arriba. No hablo de abandonarla, pero hay que atenderla de acuerdo a la utilidad que brinda (muy poca). Cualquier semejanza entre la bota de calzado y la bota provincia, es pura coincidencia. Pero cómo nos duelen esos impuestos que nunca vuelven porque la burocracia (de 7 a 13) maneja la justicia, la educación y la seguridad. Así como nos duele la infame indiferencia hacia la Picasa o Melincué, y sin ir más lejos nuestra entrañable Cañada de Gómez. Esto fue siempre así desde el brigadier hasta hoy. Pregunto: ¿hasta cuándo? Esta situación la visualizo de la siguiente manera: para la gran torta santafesina nosotros ponemos la harina, el azúcar, la maizena, el chocolate, el fondant, el horno y el gas, y en el momento del reparto siempre nos toca la costra quemada de abajo. Otra observación: hace más de cincuenta años, siendo un pibe me llevaron a ver un partido por el ascenso entre Unión y Central, en Santa Fe. La ciudad estaba cubierta por la crecida del río y sólo se veía la ruta, el resto era agua. En los bordes se acumulaban centenares de precarios ranchitos. Nos explicaron que se trataba de gente huyendo de la inundación. Pero cuando bajaron las aguas volvieron a sus hogares a esperar el próximo desborde, para retornar al terraplén y esperar la ayuda de Dios. De esto hace más de medio siglo y la cosa sigue igual. No se necesitan más palabras.

Enzo C. Burgos, DNI 6.015.204



enviar nota por e-mail

contacto
buscador

  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados