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 domingo, 11 de abril de 2004

Angélica de Arcal, una poetisa que mezcló el arte con su familia

María Angélica Junquet de Arcal nació en Rosario el 10 de julio de 1892 y desde pequeña vislumbró un futuro dedicado a las artes. En un principio se destacó como alumna del taller de pintura de Salvador Zaino y hasta expuso en varias muestras colectivas, pero finalmente las letras la ganaron. Mientras la lectura se hacía carne en su personalidad, se casó en 1924 con Fernando Félix de Arcal y se fue a vivir a Buenos Aires.

Cuando regresó a Rosario en 1935 la familia se había multiplicado: había dado a luz a sus dos hijas, Angélica Beatriz, nacida en 1928, y Ana María que vio el mundo en 1931.

Arribada a la ciudad, se reintegró rápidamente a la vida social de una Rosario que ardía como uno de los polos culturales más importantes del país. Según su amigo personal Hugo Padeletti, Angélica de Arcal, como firmó sus libros y se la conocía en el ambiente artístico, "pertenecía a una burguesía muy rica en tradición cultural, cuyos miembros se disputaban entre sí el título de benefactores de las artes y las letras".

Comenzó a publicar sus escritos en 1931. Abrió fuego con el libro de poesías "Mis canciones", y luego vendrían "Molino de oro" (1936) y "Romances de Santa Fe" (1937) que recibió un importante premio en Buenos Aires.

Participó en ese interín de la "Primera antología de poetas rosarinos", compilada y comentada por Ecio Rossi: "En verdad, reconforta ver a una mujer así, que concilia el arte con los sagrados deberes del hogar; canta el amor en las más puras de sus manifestaciones; exalta los sacrificios y las satisfacciones de la maternidad; celebra los episodios históricos de su ciudad y de su provincia y nos habla íntimamente de la pena y la alegría de vivir".


UNICA NOVELA
Más tarde se publicaron "Romancillos" y "Letrillas" (ambos de 1938), así como "Cartas a la amiga del mundo" (1941) y el ejemplar de ensayos "Hablemos de incomprensión" (1942). Este libro fue el preludio con el que Angélica de Arcal trabajó para hilar su única novela "Siempre habrá tiempo" (1946).

En esta época, la de mayor producción literaria, publicó artículos sobre poesía, arte y teatro en La Capital, La Nación, La Prensa, La Tribuna, El Hogar, Espiga y Linaje. Hasta hizo algunas intervenciones en la radio y fue miembro de la Sociedad Argentina de Escritores, la Asociación Literaria Nosotras y secretaria fundadora de Amigos del Arte de Rosario.

Lamentablemente quedaron en su haber algunos textos inéditos como "Balancán, doncella legendaria", "El libro de mi campo" y los sonetos "Cantos de la ruta difícil", entre otros.

Entre 1950 y 1965 la poetisa, que profundizó en la manera clásica de escribir poesías y desandó su fascinación por el ser femenino, solamente se dedicó a publicar colaboraciones esporádicas en La Capital. Luego se dedicó a la meditación, al estudio de las religiones y de las artes orientales. Angélica de Arcal falleció en Rosario el 30 de julio de 1975.

Queda como legado su firma. Claro que no pudo esquivar las costumbres de la época y debió identificar sus poesías con su nombre y el apellido de su marido, pero nunca se amilanó ante la posibilidad de un desprecio por dedicar su vida a su familia y al arte.

Según sus amigas, Angélica era una mujer afable, muy inteligente y por sobre todo una gran compañía. Acostumbraba a homenajear a sus seres queridos escribiéndoles y regalándoles sus poesías, generando rápidamente un flujo de amistad y comprensión.

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