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 domingo, 11 de abril de 2004

Roberto Roche

Miguel Pisano / La Capital

El sueño del pibe. El Coqui Roche pela el viejo bandoneón, apoya la derecha en la silla, lo estira sobre la impecable gamuza como un gato atorrante, lo acaricia como a una mina arrabalera y hay un mágico fuelle que rezonga con Cachumba, Gallo ciego, Mi dolor, Patético, NN, Malena, Sur, Boedo, Cafetín de Buenos Aires y Cambalache. Y, como Malena, el Coqui en cada nota pone su corazón.

El aire de la vieja habitación de la casona de la Mutual de Jugadores se puebla de melodías de antaño y alrededor del fuelle se reúnen los muchachos de antes, en una postal mistonga del maravilloso romance del fútbol y el tango, que pinta de cuerpo entero la vida misma.

Flaquito, enérgico y fibroso como un jockey, el Coqui se posesiona y se apasiona con el fuelle como si bailara el tango con una mina, en el imperdible concierto que ofrece en la otoñal noche del martes, en el oasis de esa habitación de pisos de pinotea y puertas de principios del siglo pasado donde el tiempo hace rato ha elegido quedarse a vivir.

El típico personaje de una película de Fellini se llama en la vida real Roberto Roche, el ex centrofóbal de Newell's en la década del 50 que se enamoró perdidamente del fuelle cuando era un purrete de 12 años, como tan bien lo definiera el maestro Adolfo Pedernera: "A este sinvergüenza, si lo meten en cana con un bandoneón se queda a vivir en la cárcel". Y el propio Coqui le canta el quiero retruco más tanguero: "Diste en la tecla, hermano. Me adivinaste el parpadeo".

Nacido el 22 de febrero del 35 en Villa Diego, Roche es hijo de Ricardo, un maquinista malagueño del viejo Ferrocarril RPB (Rosario a Puerto Belgrano), que recorrió medio país con un oficio tan prestigioso como bien remunerado para la época.

-¿Dónde empezaste a jugar?

-Por el buen dinero que pagaban a mi viejo lo trasladaron hasta Capitán Castro, por el lado de Trenque Lauquen y Pehuajó, y nos fuimos cuando tenía ocho años y empecé a jugar en la canchita de Andrómaco Castro, donde con mi viejo íbamos a ver los partidos en carro y ayudamos a plantar los eucaliptus de la cancha, que ahora tendrán como 70 años. Cuando volvimos a Villa Diego mi viejo le pidió la casa a don Nadalín y mi vieja chillaba porque no habían firmado nada. El viejo era así, creía en la palabra, y cuando llegamos el tipo hasta había pintado la casa a la cal.

-¿Cómo llegaste a Newell's?

-Yo jugaba en los huecos y en un equipo de la Panadería en La Recreativa de Villa Diego y un día un muchacho nos dijo que había que matarse porque venía un tipo a ver jugadores para que Morosano los llevara a Newell's. Cuando vino a ver a un jugador yo anduve bien y Morosano me dio una carta de presentación y empecé en la quinta con el Alemán Celli. Debuté en reserva con San Lorenzo en Buenos Aires y me amargué cuando me bajaron a la quinta, pero mi viejo siempre me alentó y me dijo que fuera donde me mandaran porque iba a llegar a primera.

-¿Cuándo debutaste?

-El viejo tenía razón. No va que se lesiona Benavídez y debuté en primera contra Estudiantes. No lo podía creer. Nunca lo voy a olvidar: en el arco del hipódromo tiró un centro Contini, me tiré de palomita y metí el gol de la victoria. Fue la emoción más grande. Qué alegría. El viejo estaba en la cancha pero nunca dijo nada, como hago ahora cuando voy con mi hija Carolina.

-¿Jugaste en Huracán y O'Higgins con Rugilo y el Negro Gauna?

-Sí, de Ñuls pasé a Huracán y de ahí pasamos a O'Higgins con Rugilo, el León de Wembley, y el Negro Gauna, que era de Central.

-¿Jugaste con Moreno en Chile?

-Una de las alegrías más grandes fue jugar con algunos jugadores. Cuando estuve en O'Higgins de Rancagua jugamos en Viña del Mar para salvarnos del descenso contra José Manuel Moreno, que estaba en Católica. Ese día metí tres goles y Moreno lloraba y me abrazaba y me decía "me mandaste al descenso".

-¿Saliste campeón en Peñarol?

-Sí, salimos campeones en Peñarol, con Cubilla, Hoobert el de Central y William Martínez, grandes jugadores y excelentes personas. Y de ahí pasé a Elche de Alicante, donde jugué los últimos cinco años, siempre con la música por todos lados.

-¿Cuándo te enamoraste del fuelle?

-A los 12 años, cuando mi viejo me llevó a aprender bandoneón con el maestro Charito Doménico, de San Lorenzo y Ovidio Lagos, que había estudiado con el maestro Mafia. Mi viejo fue a la Sociedad de Músicos de Rosario y pidió el mejor maestro y le apuntaron a Antonio Ríos, pero cuando se iba un tipo lo llamó y di el dato de Charito, al que no recomendaban porque era comunista. Y mi viejo, como buen malagueño, me mandó con Charito, que nunca dijo que el azúcar estaba caro. Yo jugaba en Newell's y tomaba el tranvía 22 en 27 y San Martín, cuando íbamos a la cancha con Capote De la Matta y Bolita Carranza. Charito era muy de Central y yo le daba entradas, y antes de un clásico le preguntaron en el interviú quién quería que gane y dijo que quería que empataran porque yo era su alumno.

-¿El bandoneón es la novia con la que no te casaste?

-Sí, porque yo elegí el fútbol, pero al bandoneón lo amo y le debo una cosa muy grande: el fútbol se termina y la gente te recuerda o no, pero con el bandoneón me siguen llamando el hincha de Newell's, de Central Córdoba, de Sparta. En España tenía un viaje con la música a Bombai, donde no fui un par de horas antes de salir y todavía tengo el frac de seda blanca guardado.

-¿Tu berretín con el fuelle supera al del fútbol?

-Yo al fútbol lo amo, pero al bandoneón lo amo más. Al bandoneón hay que ponerle garra como loco, buena técnica de digitación, amor, gusto, dedicación y no tocar como si te estuvieras muriendo. Yo toco igual para el rey que para el mendigo.

-Entonces tocar el bandoneón es casi como jugar al fútbol.

-Exacto. Es como la charla técnica de Adolfo Pedernera cuando vinimos con Huracán a jugar con Newell's y nos dijo: "El partido es difícil y podemos perder, pero no quiero que renuncien a jugar ni que la rifen porque no quiero que los diarios del lunes escriban que don Adolfo tiene un equipo de ateos, que quisieron matarlo a Dios a pelotazos".

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Roche con el fuelle, su otra pasión.

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