Educación: El lugar de las niñas

Marcela Isaías / La Capital

Si la repitencia y la deserción escolar ya son un problema para la educación actual -Argentina y mundial-, cuando se revisan los números, las niñas son las que encabezan estas estadísticas y resultan ser las menos favorecidas. Y esto no es todo, porque no aprender tiene para ellas dobles consecuencias: pasarán seguramente a engrosar las estadísticas de madres con embarazos precoces, de quienes contraen más enfermedades y repetirán en sus hijos este drama.

El problema toma distintas dimensiones según las regiones del mundo en que se lo trate. Sin embargo, los organismos internacionales abocados a la defensa de los derechos de las niñas y los niños no se detienen en esta distinción y trabajan para todos por igual. Por ello, dentro de una semana (del 19 al 25 de abril próximo), será la 5º Semana de Acción Mundial "Niñas y niños se pierden una educación".

La idea la encara la Campaña Mundial por la Educación (CME), integrada por varias ONGs internacionales que accionan ante los gobiernos del mundo para alcanzar el objetivo fijado en el gran foro de la educación que se realizó en Dakar en el 2000 y que se propuso la meta de "Educación para todos".

Una semana similar se desarrolló el año pasado reuniendo más de un millón y medio de personas que participaron de diversas actividades en busca de la igualdad entre la educación que reciben niños y niñas.

El lugar de las niñas en la educación también tuvo su lugar preponderante en el Estado Mundial de la Infancia 2004, el informe que cada año da conocer la Unicef, y que en esta oportunidad le dedicó un espacio especial a la educación de las niñas. Según concluye Unicef, "la primera medida para alcanzar las metas mundiales de desarrollo es aumentar el número de niñas que van a la escuela".

La evaluación no es casual. Es que se sabe que la atención a la educación de las niñas -además de ser un derecho fundamental - es determinante para romper con un círculo que las posterga por años: la exclusión de las niñas de la educación alimenta el crecimiento de la pobreza y las consecuencias derivadas de la discriminación de género.

Unicef señaló que "las tasas de analfabetismo son todavía más elevadas entre las mujeres que los hombres, y todos los años hay por lo menos 9 millones de niñas más que de niños sin escolarizar".

Por eso el organismo de las Naciones Unidas dedicado a la infancia advierte que "no hay ninguna posibilidad de reducir de manera considerable la pobreza, la mortalidad infantil, el vih/sida y otras enfermedades si no aseguramos que todos, las niñas y los niños, puedan ejercer su derecho a una educación básica".

El informe se detiene también en apuntar que si las niñas recibieran una educación básica de buena calidad mejorarían otros indicadores del bienestar humano. Por ejemplo, los datos revelan que la mayoría de los países con las tasas más bajas de matriculación de las niñas en la enseñanza secundaria también presentan las tasas más elevadas de mortalidad infantil, con más de un 15% de los niños que mueren antes de cumplir cinco años.

Las niñas sin escolarizar son más vulnerables a la pobreza, el hambre, la violencia, el maltrato, la explotación y la trata de seres humanos. También corren un mayor peligro de morir durante el alumbramiento y de contraer enfermedades.

Por el contrario, el Estado Mundial de la Infancia recuerda que las consecuencias positivas de la educación de las niñas "son igualmente considerables: como madres, las mujeres que han recibido una educación tienen más posibilidades de procrear hijos sanos y de asegurar que tanto sus hijos como sus hijas terminen la escuela".

La publicación remarca que es necesario considerar la educación como un derecho humano. "Cuando se considera la educación como un derecho, los gobiernos están obligados a conseguir los recursos necesarios para que todos los niños y las niñas terminen una educación de calidad. Y hay más posibilidades de que los padres y las madres determinen la responsabilidad de sus gobiernos si no lo hacen".