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 domingo, 11 de abril de 2004

El psiquiatra diagnostica a un sector en crisis
José Abadi: "El principal dolor de la clase media es que Europa ni nos mira"
Para el profesional, a esa franja de la sociedad argentina "le faltan identidad propia y autocrítica"

Eugenia Langone / La Capital

"Falta de identidad propia, tentación a caer en la idolatría, apología de la improvisación, carencia de autocrítica y envidia". El diagnóstico sobre la clase media argentina, para nada alentador a primera vista, corre por cuenta del psicólogo y psiquiatra José Eduardo Abadi. Dice que los argentinos se sienten "europeos exiliados" y "buscan que allá lo reconozcan como igual cuando es diferente". Y más aún, para Abadi "el principal dolor de la clase media argentina es que Europa y Estados Unidos ni siquiera nos miran".

Este psicoanalista y psiquiatra, además de actor y dramaturgo, comenzó a estudiar a la clase media como uno de los ejes del padecimiento crónico del país. "Pensé en el crecimiento, el estancamiento y el derrumbe del país, y coincidió con que la clase media fue la gran protagonista de ese crecimiento, estancamiento y derrumbe", explicó, como un adelanto de la charla que dará en Rosario el próximo martes 27 de este mes, a las 19, en el Hotel Plaza Real (Santa Fe 1632).

-¿Por qué centró su mirada en la clase media?

-La Argentina viene sufriendo hace años un malestar crónico que adquiere un carácter sintomático, patológico. Es decir, es una grieta que responde no sólo a situaciones superficiales, sino que está ligada a un problema psicosocial. Entonces, me pregunté sobre los ejes sobre los que transcurre este proceso que fue el crecimiento, estancamiento y posterior derrumbe de nuestro país, que estuvo muy ligado a lo que fue el crecimiento, estancamiento y derrumbe de la clase media argentina. Porque la clase media fue la protagonista de ese crecimiento, pero también del resquebrajamiento. Fue entonces que comencé a pensar en el retrato de la clase media y en baches fundamentales que tiene.

-¿Cuáles son esos baches?

-Uno es la ausencia de comunidad, de grupo y de conjunto. Una comunidad necesita un argumento, un cuento que los una y los trascienda, pero los argentinos no lo tenemos. Además, nuestra ley es frágil y eso hace que los derechos y las obligaciones sean muy volátiles y prime la desconfianza. Estamos en una situación permanente de retracción y de violencia.

-¿Cómo caracteriza usted a esa clase media?

-La clase media argentina es una construcción incompleta, con huecos muy importantes en su trama que tienen que ver con la ausencia de una norma de solidaridad y de identidad. Además, es un sector que tiene una tentación a la idolatría, una tendencia a la apología de la improvisación y sufre un mal muy fuerte que es el de la envidia.

-Usted dijo que en la clase media todos se sienten europeos exiliados.

-Es así. Muchos vinieron con la fantasía de crear en Argentina una sucursal de Europa porque llegaron expulsados por las situaciones que se vivían allá. Esto fue creando distorsiones en la posibilidad de enraizarse y de incorporar lo esencial de la identidad al lugar donde vivimos. Además, eso genera una identidad frágil y estamos siempre pensando en ser reconocidos allá, en querer ser iguales cuando somos distintos. Ni mejor ni peor, sólo diferente y propio.

-Y a eso se suma lo que llama pensamiento mágico o falta de autocrítica.

-Tenemos poca autocrítica porque implica una mirada seria y exhaustiva que nos permita ver los conflictos que están atrás de nuestros problemas para poder salir a flote. Entonces ponemos en funcionamiento un pensamiento mágico: si no soy todo lo fabuloso y lo espectacular que tengo que ser, entonces paso al otro extremo diciendo que soy el peor de todos. Pero cuando digo eso indentifico un verdugo.

-¿Qué cambió en la clase media en los últimos 40 años?

-Ha habido mucho sufrimiento, destrucción, muerte, culpa y pena. Es fundamental decir que desde 1983, que vivimos en democracia, tenemos la posibilidad de hablar, pensar, escribir, preguntar y preguntarse. Algo de esto está en juego porque hay que lograr transformar la ilusión en esperanza y otorgarle una cuota de racionalidad al entusiasmo, pero hay que hacerlo por el camino del esfuerzo.

-Usted habla de la crisis de la clase media y pareciera que es un sector que siempre vivió en crisis.

-Es así, pero con distintas intensidades en cada momento. Una cosa es la situación antes de 1930 y otra a partir de la ruptura de la ley y la aceptación pasiva de esa violación, porque allí aparece otra fragilidad en la clase media, un debilitamiento fuerte de sus valores. Además, en cada momento hubo diferentes grados de libertad, de violencia y de pobreza.

-¿Cómo se manifiesta esa crisis en la salud mental?

-Hay síntomas clave. El aislamiento, la retracción, el repliegue y la soledad, con la cuota de ansiedad y depresión que esto trae y que se conoce como síndrome de pánico. Además aparece una incertidumbre angustiosa, que no es la incertidumbre ligada al riesgo lógico de vivir, sino a la amenaza del peligro catastrófico. Y también aparece como síntoma la tentación a la solución urgente, en lugar de un proyecto para la solución importante. Estos son síntomas de la clase media, no se dan en el proletariado.

-Pareciera ser avergonzante pertenecer a la clase media después de tanta crítica.

-Avergonzante no, sí es preocupante. Pero lo bueno va a surgir cuando se pueda convertir esa preocupación en algo estimulante para no quedar atrapados en la vergüenza. Porque el riesgo es que caigamos en la depresión o la negación, y en este último caso vamos a volver a decir que el problema está en los de afuera y que nosotros somos víctimas de la voracidad exterior.

-¿Cómo se proyectan hacia afuera estas características de la clase media argentina?

-A los vecinos nos presentamos como los latinoamericanos diferentes y europeos con una cuota de soberbia empobrecedora que genera burlas. En Colombia siempre dicen: "A un argentino hay que comprarlo por lo que vale y venderlo por lo que cree que vale"; así nos ven. Pero el dolor principal de la clase media está en Europa y Estados Unidos porque allí ni siquiera nos miran.

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Para Abadi el argentino de clase media se siente "un europeo exiliado".

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