| domingo, 11 de abril de 2004 | A Norma Scarafía, angel de la música Hoy nos sentimos huérfanos de nuestra amiga y maestra. Como se van los pájaros, se fue sin un murmullo. Volar hacia la luz de donde vino. Pulsaba las teclas de una manera extraña, sutil. Sólo ella sabía el secreto. Excelente pianista, clavecista y organista. Por gracia de Dios tocó el órgano del Vaticano, también el de San Marcos de Venecia, el mismo en el que apoyó sus manos Antonio Vivaldi. Y finalmente en Monserrat, Cataluña, donde Pablo Casals compuso su ópera sacra. Los coros de la ciudad, cantantes y orquestas la tuvieron incondicionalmente a su lado. El espectáculo de la música clásica de cámara, escasamente promocionado, hace que aún haya quienes pregunten con asombro quién fue Norma Scarafía. Sabía Norma desplazar sus deditos frágiles y su corazón aun en los teclados electrónicos, esos sin alma, como lo hizo en la sala Lavardén con un Albéniz inolvidable. Y a los pianos viejitos, conservados sólo por respeto, sabía acariciarlos amorosamente al acompañar a un cantante. Humilde, aparecía en el escenario corriéndose por atrás, como avergonzada de los aplausos. Generosa, en unos pocos ensayos que agradecemos tanto nos enseñó a valorar cada nota, cada frase, cada pausa y cómo no sentirnos únicos sino integrados en el todo armónico del conjunto. Sus alumnos fueron siempre los mejores y como príncipes los llevó de la mano a presentaciones, becas y concursos. Hace un año se empeñó en tomar clases de tango para apreciar su esencia en los pasos del mismo. Una cuadrilla de ángeles te lleva, Norma, ahora, hasta donde está la alondra que canta para vos. En Oriente dirían: el mundo de los Gandharvas. Y el maestro Muzzio agregará: "¡Esta muchacha...!".
Tuiti Scapigliati, DNI 4.218.860 enviar nota por e-mail | | Fotos | | |