| sábado, 28 de febrero de 2004 | Es para vos Central: La noche que Messera jugó con un ángel a su lado Alejandro Cachari / Ovación De repente uno de los puntos de referencia, de apoyo, se hace trizas contra el destino. En un instante, la vida, Dios, o quien sea, o lo que sea, realiza un pase macabro de magia. Y se acabó. Resulta inverosímil, pero es real. Tan verdadero como cruel. Las sensaciones corren como reguero de pólvora. Recuerdos, cuentas pendientes, risas, llantos; descompensación emocional en estado puro. Se trata de uno de los momentos más difíciles de la existencia de un ser humano. Es el preciso instante en el que se comprueba que lo que era importante ya es una estupidez y lo que formaba parte de todos los días empieza a transformarse en desesperada añoranza. Porque el corazón y la mente suelen crear antídotos contra lo irreversible.
A Mariano Messera lo despertaron a la 1 de la mañana del último domingo, como si fuera una pesadilla, para avisarle que su padre había fallecido. Un par de horas antes, como si alguien lo hubiera invitado a la despedida, había charlado largo rato por teléfono con Rodolfo para contarse cosas y compartir los 6 goles de Gimnasia a Chacarita. Unas cuantas horas más tarde ya estaba en La Plata para sumarse, incrédulo todavía, a la necrófila ceremonia de la despedida. Así como así. Sin entremeses. Un golpe directo al alma que quita la respiración y pone a prueba la fortaleza. En realidad, sirve para demostrar la endeblez de la persona que comprueba que no es dueña de nada. Ni siquiera de proteger los afectos. Impotencia.
Pero la vida sigue. Qué importa que siga, pero sigue. Y exige. A la vuelta de la muerte de un ser querido el mundo permanece en movimiento. Y es necesario reinsertarse para no perder el tren.
"Es difícil explicar cómo me sentía y cómo estaba de la cabeza el jueves a la noche. Por momentos estaba metido en el partido, por momentos pensando otra cosa. Queriendo ganar de cualquier forma, hacer un gol, correr, agarrar la pelota. Es difícil explicarlo. Tenía muchas ganas de estar y de ayudar al equipo a hacer un buen partido y tratar de ganar". Mariano quiso meterse de lleno en el partido, pero él mismo reconocerá que siempre contó con una compañía especial.
"Muchos futbolistas vivieron situaciones tan terribles como la mía y quisieron jugar. Y las cosas les salieron bien, o hicieron un gol. Es difícil explicar el porqué. Si es el destino, si es Dios, si fue mi viejo, que desde arriba quiso que yo convierta el gol. Es increíble, pero es así. Será por el amor que uno le tiene al viejo, pero estoy seguro que fue él quien me dio una mano porque mientras jugaba le hablaba y le pedía que nos ayude y que me ayude a hacer un gol. Es más, estaba por terminar y pensé que no me iba a poder ayudar. Es como que me escuchó faltando menos de un minuto y me tiró una señal para convertir. Por suerte me pude desahogar y sacarme toda esa bronca contenida... Y gritarle el gol al viejo que era lo que había soñado la noche anterior", balbucea Mariano en diálogo con Ovacion.
Un momento, un impacto, una gran emoción. Un instante como el de la madrugada del domingo, pero mucho más placentero. El gol, que llegó súbitamente, como la muerte de su papá.
"Fue instantáneo. Una vez que me di cuenta que la pelota entraba tuve muchas sensaciones encontradas. Se me vino la imagen de mi viejo. Es alegría, es bronca, es un desahogo, es todo mezclado. Es como que me escuchó y lo único que quería era abrazarlo y darle un beso. Por eso le grité el gol, y se lo dediqué, y le hablaba. Es la única manera que uno tiene en esto del fútbol de agradecerle y de mandarle un beso grande", reconoce y se emociona el volante auriazul.
Todo fue demasiado emotivo. El público no se desentendió del sentimiento de Messera. Más bien profundizó el instante y lo acompañó en su dolor.
"No tengo palabras de agradecimiento para la gente de Central. Sé que estuvieron conmigo desde el domingo. Eso me puso bien. Por eso en el momento en que terminó el partido no sabía de qué manera agradecer por todo ese cariño. Porque es raro y es emocionante escuchar un estadio corear tu nombre".
La muerte genera debilidad o fortaleza, no tiene términos medios. A Mariano lo robusteció.
"Fue un golpe terrible, pero a medida que pasaban las horas yo sabía que quería jugar por el viejo. Sabía que el hubiese querido que jugara. Se los conté a mis hermanos, a mi esposa y a mi vieja. Lo charlé con Miguel y por eso vine. Era la mejor manera de recordarlo y de estar con él. Adentro de la cancha". enviar nota por e-mail | | Fotos | | Messera le ofrece el gol a su padre fallecido. | | |