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 domingo, 21 de diciembre de 2003

Lecturas
Reportajes con un fondo musical
"Charly Garcia: «Soy Mahatma Gandhi!»" adelanta el libro de entrevistas "Más allá de las máscaras" que editan esta semana Homo Sapiens y La Capital

José L. Cavazza / La Capital

Abril del 83. Un año después de Malvinas; las últimas horas de la dictadura militar y a un paso de las elecciones y de la era Alfonsín. Seru Giran había muerto aunque diez años después resucitaría por un par de días. Charly era joven, pesaba algunos kilos más y todavía su piel no era el bronce que hoy es. Una de aquellas noches del otoño del 83, García tocó en la cancha de Rosario Central, frente a 12 mil fervorosas almas que ya cantaban aquello de "se va a acabar, se va a acabar..." Charly respondió con el estreno de "No bombardeen Buenos Aires", con explosiones en el escenario, fuegos artificiales y láser. Una charla desordenada y en medio de los aullidos de algunas fans en el vestuario del estadio, interrumpida un par de veces por el mismo García que se subía a una larga mesa y gritaba "¡Soy Gandhi, soy Gandhi!". Desde hacía algunos días todo el mundo hablaba del estreno de la película "Gandhi".

Túneles, pasillos con luces mortecinas, gente y más gente por todos lados. Frío, mucho frío y humedad. El moho acribillando las paredes del corredor, camino a los vestuarios del estadio del Gigante. La fiesta de Charly García con Los Abuelos de la Nada acaba de finalizar; sólo queda una gran boca rugiendo desde las tribunas y una catapulta de carne y hueso lanzando sillas de plástico al césped. Decía: un show pequeño, solo para unos cuantos, continúa camino a los vestuarios, bajo tierra. Cerca de las lombrices. Parecemos un ejército de roedores pisándonos las pezuñas. Las lauchitas se agitan y gritan, balanceándose con sus culitos desteñidos y redondos.

"¿No estuvo fantástico?"-gime una lauchita flequilluda-. ¡Ey, loco! ¿Podremos ver a Charly?"

El vestuario es una galería cruzada por largas mesas y bancos que se repiten hasta el infinito. García está recostado sobre una de las mesas con un vaso de plástico entre las manos. Ni bien lo ven, las lauchitas aúllan de locura. Algunos roperos con gorras que anuncian "seguridad" hacen lo que pueden, buscan despejar el área. Manosean un poco a las lauchis que ni cuenta se dan; las toman de los sobacos y las levantan un par de centímetros de las baldosas y las depositan del otro lado de la puerta. Allí se quedan gritando como condenadas al infierno. "¡Charly, Charly!". Mientras tanto, Charly se rasca la pantorrilla con sus dedos largos y afilados.

Después de un rato que parece interminable la guarida queda más o menos deshabitada. Llega el momento de hablar con García, que sigue sentado sobre una de las mesas. A una chica, a nuestro lado, el rímel negro le marca un surco vertical desde los ojos, de tanto llorar. Charly se frota los ojos debajo de unos anteojos enormes, y bosteza.

Hablamos del recital: "Sentí que tenía muchas cosas que decir y que había el nivel de percepción para enterderlas", dice.

-En un momento creí que el show se te escapaba de las manos...

-Fue difícil mantener el clima, pedir serenidad. Terminó bien y estoy contento. Me gusta tocar en lugares chicos, aquí la gente es un tanto anónima. Sentí al público muy vibrante, como esperando el momento de insertarse en un contexto que no era el que correspondía.

Palabras de García, aunque usted no lo crea.

Durante el recital, por momentos, volaron butacas de plástico desde las plateas bajas que cayeron sobre el césped, cerca del escenario. Charly tuvo que pedir calma más de una vez: "Muchachos, seamos civilizados, porque sino después salimos en los diarios".

-Yo no quiero incitar. Mi intención es tocar y que la gente haga lo que le parezca. La mayoría de la gente viene para escuchar, a los otros trato de pararlos pero si me ganan... No soy Dios. Soy el que convoco porque hago canciones.

-Había mucha euforia. El "se va acabar, se va acabar..." se escuchó toda la noche. ¿Hay algún modo de hacerse cargo desde el escenario de lo que está viviendo la gente?

-Mucha gente está pidiendo que me crucifiquen en el escenario porque están viviendo en una cárcel. A Lennon lo mataron, quien lo hubiera dicho. Entonces yo digo: hago canciones, melodías, y eso no es para matar ni salvar a nadie. No soy inocente en ese asunto. Yo la primera vez que vi un Luna Park lleno fue cuando toqué ahí con Nito (la despedida de Sui Generis en 1979). Y en ese momento los recitales fueron ignorados, eso no salió en ningún lado. Era algo todavía marginal, y muchos pibes se jugaban la libertad. Desde entonces siempre me hice cargo de la gente que me viene a ver.

Uno de los productores del espectáculo ingresó al vestuario, diciendo que sólo se habían roto 30 butacas. Después felicitó a Charly porque supo qué hacer para controlar la situación. García se para en la mesa, alza los brazos y grita: "¿Escucharon? ¡Soy Mahatma Gandhi! ¡Soy Mahatma Gandhi!".

"Sos un ídolo, Charly", le dice la chica del rímel corrido.

-No, mi amor. El ídolo es un pretexto para escupirle, después, en la cara. No quiero ni me gusta ser un ídolo.

-A Gandhi como a Lennon lo mataron de un tiro...¿No te da miedo?

-Y a Cristo también... ¡Hay García para un largo rato!, aunque siempre está la posibilidad de un loco con una pistola en la mano y la cruz en la otra, ¿no?

-¿Cómo te ves de viejo?

-Un viejo que sigue tocando el piano, hasta que me den los dedos.

-Estrenaste una canción, "Cretino". ¿Tiene algún destinario en particular?

-Está destinada al cretino preferido que cada uno tiene. Hubo otro tema nuevo, que yo... je je je... se lo dedico irónicamente a Pappo.

-Cantaste "Los dinosaurios", un tema muy fuerte en este momento, ¿pero por qué el rock no hizo ni hace militancia?

-Es que nunca fuimos un movimiento y ni siquiera yo era considerado rockero. Nos llamaban los putos, los hippie. Es cierto, yo sólo hago canciones y algunas como la de los dinosaurios u otras más viejas todavía como "No llores por mí, Argentina" tienen que ver con una resistencia individual. Además los recitales hoy son los únicos lugares donde la gente se junta y se expresa, y eso es bueno.

Diario Rosario, 17 de abril de 1983

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García toco en el estadio de Central en abril del 83.

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