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 domingo, 21 de diciembre de 2003

El juicio que expuso los sugestivos métodos de una brigada de Drogas
Evidenció una elección policial en extremo irregular de los encargados de dar fe de un secuestro de marihuana. La audiencia desnudó que un testigo conocía al oficial que hacía el operativo, quien lo detuvo con anterioridad

Paola Irurtia / La Capital

Por inusual y gravísimo, el reciente pronunciamiento de la jueza federal Laura Cosidoy respecto de la falta de voluntad política de combatir el narcotráfico en Santa Fe y Rosario causó un escándalo institucional. En un juicio oral desarrollado el 4 y 5 de este mes en el Tribunal Federal Oral quedaron expuestas serias irregularidades de personal de la Dirección General de Drogas Peligrosas de la provincia. Luego de que este diario publicara oscuras alternativas de una de las audiencias de ese proceso, los jueces emitieron un duro documento de vasta difusión pública. Y enseguida la jueza Cosidoy refirió la incapacidad de Drogas Peligrosas para detener a grandes distribuidores.

El careo que protagonizó un oficial principal de la Brigada de Drogas Peligrosas contra dos testigos, por el secuestro de 417 kilos de marihuana celebrado el 4 y 5 de este mes, puso en escena mecanismos que exhiben las irregularidades cuestionadas a esa fuerza. Las acusaciones partieron de la jueza Cosidoy. Quien aquí, en contraste con sus denuncias posteriores, convalidó el accionar policial y acusó a los testigos por falso testimonio.

Pero la audiencia pareció una comedia de enredos. El acusado negó que hubieran secuestrado droga en su auto, los testigos declararon que no vieron el secuestro y todos contradijeron la versión oficial que las autoridades de Drogas Peligrosas dieron al tribunal. Además de esas contradicciones, quedó cuestionada la misma elección de los testigos, que admitieron haber estado alcoholizados ese día y que no leyeron las actas que firmaron. Para colmo, los testigos también dijeron que ellos estaban lejos del auto en el que ocurrió el decomiso que debían acreditar, aunque en torno del auto se agolpó un nutrido grupo de curiosos ni bien advirtieron la llegada de la policía.

Lo más sugestivo de todo resultó que uno de los testigos fuera conocido del oficial al que enfrentó en el careo. El mismo que, nada menos, lo había detenido meses antes en el marco de otra causa por drogas. Una situación que el oficial planteó en medio de la medida, frente al tribunal, y crispó notoriamente los nervios del testigo que sólo atinó a plantear: "pero..., eso no tiene nada que ver con esta causa", aunque la relación se estableció al menos de esa forma.


Un careo con libreto
Los dos testigos eran albañiles y analfabetos. En su declaración, C.C., de 32 años, aseguró que no vio el procedimiento y que al llegar al auto en que supuestamente habían secuestrado un trozo de marihuana y un paquete con cuatro trozos compactados de la misma hierba "vio un sólo envoltorio sobre el capó del auto" y no su secuestro desde el interior del vehículo. Al leerle el tribunal la declaración que hizo ese día en Drogas Peligrosas, le remarcaron que el acta señalaba la existencia de dos paquetes. "Entonces habré visto dos", respondió el albañil, quien explicó que firmó el acta sin ser muy consciente de su contenido. "Lo firmé porque estaba apurado, me quería ir. Nunca me había pasado...".

En el careo, frente al oficial Pablo Velásquez, la situación fue más tensa. El testigo contó que estaba bebiendo desde hacía horas cuando lo convocaron. Literalmente, dijo que estaba borracho. Con la vista hacia el tribunal primero, que luego volvió al oficial, intentó "recordar" la explicación minuciosa que el oficial hizo del procedimiento, pidiéndole que asintiera a cada paso relatado precisamente del mismo modo en que la ley ordena que se realice. El testigo balbuceaba, miraba en forma intermitente al policía y al suelo, se restregaba las manos, golpeteaba el suelo con los pies y sudaba. En medio del relato, cuando discutían sobre el estado de ebriedad del testigo y el motivo de su elección en lugar de la de los curiosos que estaban más cerca, surgió la evidencia de que el oficial y el albañil se conocían a partir de una causa anterior, también por tenencia de estupefacientes. Ante la continuidad de las preguntas, el testigo incurrió en silencios que le costaron la reprimenda del tribunal, a lo que contestó: "estoy... bloqueado. Esto me pone muy mal...". Al preguntarle por última vez si había visto los dos paquetes con marihuana, para lo cual había sido convocado al operativo respondió: "No, no recuerdo".

El otro testigo, S.G., tampoco recordaba haber visto el secuestro ni lo que firmó en el acta. En todo momento tomó distancia del operativo, con expresiones como "vi un envoltorio de nylon, cubierto con cinta, que dijeron que era marihuana", o "vi un paquete sobre el capó, que dijeron que era del hombre". Y afirmó: "no escuché el acta. Quería irme enseguida. Se leer poco y se la di (para que la lea) a mi compañero".

Después de la exposición, en el careo, el testigo recordó que había visto dentro del auto el paquete más chico, pero reafirmó que no vio el mayor.

-"Ahora que el señor recordó, ¿no recuerda lo que pasó a posterior, no recuerda si (el acusado) tenía algo de valor?", cuestionó el policía.

-"No recuerdo", dijo el testigo.

-"Que a posterior hicimos una minuciosa revisación dentro del auto?", volvió a preguntar el policía, en la misma tónica que mantuvo durante toda la medida.

-"No recuerdo", volvió a decir el testigo.

-"Fijate, fijate. Contá qué sacamos del auto", volvió a insistir el policía. Pero las autoridades dieron por finalizado el careo.


Experto versus analfabeto
La medida fue duramente cuestionada por un abogado defensor de otro acusado, al finalizar su alegato. José Fulladoza planteó que enfrentar a un policía que es "hábil declarante" contra dos personas analfabetas no respeta la paridad que exige el careo. Y lo consideró "un insulto a la Justicia, ya que pone en complicidad al Poder Judicial y a los colegas". Cosidoy repuso que no era el ámbito para realizar el planteo. Y el fiscal, Eric Warr, le respondió con legalidad que el Código Penal establece como condición para ser testigos la mayoría de edad y no evidenciar signos de demencia.

La jueza Laura Cosidoy acusó a los dos testigos por falso testimonio. "La inicial negativa respecto a la observación del secuestro de los trozos de marihuana no pudo resistir la elocuencia de los careos", indicó la magistrada en los fundamentos de las sentencias del juicio, que remarca "sus vacilaciones en contraste con la firmeza del testimonio policial".

Cosidoy también plantea "lo inimaginable (sic) que resulta pensar que la preventora implantara más de 200 gramos de marihuana en un vehículo, en la vía pública, a plena luz del día, a la vista del gran número de personas del asentamiento de emergencia vecino" y enfatiza su creencia en que estos vecinos "se acercaron al lugar sin efectuar manifestación alguna u oposición al supuesto accionar policial".

La jueza no cuestiona el procedimiento policial al punto de considerar "inimaginable" que fuera irregular, como plantearon los testigos civiles. A partir de esa actitud, utiliza todos los fundamentos a analizar en detalle los aspectos que pueden brindar solidez a esa afirmación, sin evaluar las posibilidades contrarias. Considera "vacilaciones" las respuestas de los testigos y "firmeza" la actitud del oficial. Hace referencia a la pasiva actitud de los curiosos ante el procedimiento, desconociendo las constantes denuncias por persecución de ese mismo sector de la población hace contra la policía. Y los dos testigos que afirmaron que hubo irregularidades, terminaron acusados por falso testimonio. Los fundamentos tampoco hacen ninguna evaluación sobre la relación de conocimiento previa entre uno de los testigos y el oficial que lo enfrentó en el careo.

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La jueza Cosidoy en el juicio oral del 4 de diciembre, cuando hubo escenas de comedia.

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