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 domingo, 21 de diciembre de 2003

La pianista del prostíbulo

Mauricio Maronna / La Capital

Hace una semana, Mario Tato Pontaquarto parecía destinado a convertirse en el último vestido de la mamushka que desnudaría el escándalo más grave de la posdictadura. Hoy, su porte ya no es el de un hombre doblegado por la conciencia que no puede mirar a sus hijos a los ojos, sino el de una estrella mediática que antes de terminar de vomitar todo lo que tiene guardado se dispone a aprovechar los quince minutos de fama a los que aspira todo mortal. Están pasando demasiadas cosas raras como para que todo siga tan normal.

Pontaquarto hizo catarsis con el juez Norberto Oyarbide hasta la madrugada del sábado 13. Feliz por haber recuperado protagonismo sin que se le tenga que mencionar el caso Spartacus, el magistrado declaró ese mismo día en el programa de Mauro Viale (como primer touch bizarro del escándalo) que estaba conmocionado por el testimonio del ex secretario administrativo del Senado.

Pero la causa en manos de Oyarbide duró menos que un suspiro. Apenas enterado de que Rodolfo Canicoba Corral seguiría al frente de las actuaciones, Oyarbide pareció ponerse histérico ante los movileros (a los que él había convocado) y descalificó al arrepentido en todas las formas y tonos. ¿Qué fin de semana salvaje había tenido el juez para cambiar tan abruptamente de opinión?

El hombre, como la mayoría de quienes ocupan roles estelares en la Justicia federal, es incapaz de resistir un archivo. Oyarbide fue quien el 11 de septiembre del 2001 (una jornada mucho más densa que la que podría propagar una bomba de humo) recibió la bendición de los mismos senadores que hoy están a punto de ir al cadalso para zafar del juicio político por sus excentricidades en un prostíbulo de lujo y sus presuntas conexiones con personajes sombríos.

Mientras tanto, el primer político arrepentido argentino de un caso de corrupción seguía (y sigue) en libertad pese a haberse autoincriminado al admitir que él pagó los sobornos. Contra toda la práctica jurídica que aconseja "aislar" a un informante de peso para obligarlo a contar con pelos y señales todo lo que su conciencia guarda, Pontaquarto siguió dando entrevistas a plena luz del día con la misma velocidad con la que consume sus cigarrillos rubios.

El ex funcionario legislativo qué más sabe sobre el proceso que derivó en la renuncia del vicepresidente de la Nación y en la caída del mismísimo gobierno de la Alianza no solamente sigue caminando como cualquier ciudadano normal: también logró permiso judicial para viajar al exterior y compartir sus penas navideñas en familia. ¿Alguien puede explicarlo desde la racionalidad?


La Argentina extraviada
La Argentina pareció pulsar nuevamente el botón del extravío. Para sacar de las primeras planas las marchas piqueteras de este fin de semana el gobierno no necesitó llevar adelante ninguna operación de prensa. La aparición en escena del desvariado Fernando de la Rúa le solucionó cualquier enjuague mediático.

Allí estuvo ese personaje grotesco de la historia argentina acusando al conductor televisivo Marcelo Tinelli de haber sido la raíz de sus desgracias por medio de un complot de mentes afiebradas, quienes le confiaron que la mujer del animador se llamaba "Laura" y no "Paula" y le marcaron a sabiendas una puerta de salida equivocada del set televisivo para que quedara perdido en medio del estudio como Bin Laden en la Quinta Avenida.

Ahora con un carácter vitaminizado, De la Rúa levanta el dedo, acusa a los periodistas de recibir sobres (tal vez en esto no le falten razones) e intenta formatear un personaje distinto al de aquel patético presidente que la coalición radical-frepasista vendió a los argentinos en el 99 como "el hombre que hacía falta".

El revuelo eclipsa también el frente de tormenta que nació de boca de algunos gobernadores justicialistas, molestos por el "destrato" del presidente Néstor Kirchner. "Ya estoy harto de que no me reciba y se me meta en la provincia para hacer campaña tirándose arriba de la gente. Nos pasamos horas debatiendo cómo deberíamos integrar la conducción del partido, pero en la Rosada no nos dan ni cinco de pelota. ¿Para qué carajo sirve ser presidente provincial del PJ si el Lupín se encandila con (Luis) Juez, (Aníbal) Ibarra o algún otro gorila que anda suelto?", dijo José Manuel de la Sota en el "agasajo" a Juan Carlos Mazzón, según confió a La Capital otro de los mandatarios presentes.

El operador político mendocino fue corrido de su despacho en la Casa Rosada por "la pingüinera", como le dicen a la mesa chica del laboratorio de Olivos. El calificado informante no trepidó en señalar al jefe de Gabinete, Alberto Fernández, como el funcionario que "le llena la cabeza a Kirchner con el verso de la transversalidad". Y siguió haciendo catarsis ante este diario: "Cuando estos tipos hablan de transversalismo siento que me quieren coger (sic)".

Al igual que Carlos Reutemann, la fuente cree que Rafael Bielsa está explorando el terreno santafesino para ser candidato a gobernador. "¿Se dio cuenta de que con el Lole compartimos algunos diagnósticos? No estamos peleados como sugieren los periodistas", completó entre sonrisas.

"Acá estuvieron todos hasta las manos, y es una jugada muy difícil para el presidente que la olla se levante y muestre a todos los personajes que se cocinaban a fuego lento. El caso de (José Luis) Gioja es un ejemplo; se trata de alguien por quien Kirchner se jugó el todo por el todo para que sea gobernador de San Juan", narra un actual legislador, tras admitir que "antes de entrar a algunos despachos del viejo Senado era mejor golpear la puerta. Nunca sabías con qué te encontrabas".

Si el tiempo que pasa es el primer asesino de la verdad, el cacareo entre políticos parece haber puesto en segundo plano la investigación judicial. En este último ámbito tampoco predomina la ejemplaridad. ¿Cómo se explica el cambio de posición de Oyarbide en menos de 48 horas? ¿En qué se basó el juez Canicoba Corral para decir que los sobornos estaban comprobados cuando ni siquiera hubo un solo careo?

Las declaraciones por capítulos de Pontaquarto a la revista TXT, el excesivo protagonismo mediático de Alvarez durante la semana que pasó y la guerra de guerrillas dialéctica que se inició contra el ex vicepresidente de parte de antiguos aliados y del peronismo va camino a convertir la saga en un nuevo culebrón estival, ideal no solamente para subir las mediciones de los devaluados programas políticos, sino también para incorporarlo como número en los talk-show que se quedaron sin escándalos.

Frente a semejante sobreabundancia de surrealismo, hoy más que nunca es viable estimar que si Salvador Dalí hubiera nacido en la Argentina sería un pintor costumbrista.

En algo tiene razón Rodolfo Terragno: si el affaire más grave desde el 83 a esta parte naufraga entre la tinellización (Juan Pablo Baylac dixit) y la nada, los políticos honestos quedarán como la pianista del prostíbulo: la ven salir y nadie le cree que, adentro, lo único que hace es tocar el piano.

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