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 domingo, 21 de diciembre de 2003

Un colombiano revela la trama secreta de la mafia que trafica personas
Los tentáculos de la Yakuza nacen en Japón y se tienden por los más recónditos lugares amparados por la miseria

Miguel Angel aprendió a escoger a sus víctimas al mejor estilo de los conocedores de caballos. "Para evitar perder plata hay que aprender a conocerlas. Por ejemplo mirándoles los lunares de los orejas se sabe si son buenas para la plata o no, y en los labios se ve si son buenas para la cama", dijo Miguel Angel, un colombiano que trabajó para la mafia japonesa Yakuza, dedicada a la trata de personas.

Pero Miguel Angel no fue un proxeneta que negoció con mujeres en su barrio, fue un trabajador sexual y vendedor de colombianas para el mercado de la prostitución en Japón. Ahora dice que encontró a Dios y por eso decidió contar su historia.

"Uno se va a una discoteca o a un restaurante y va mirando chicas que cumplan con los requisitos: estatura mediana, piel blanca y delgadas, se convencen y se envían lo más rápido posible", relata el colombiano, quien durante cuatro años envió entre 100 y 300 mujeres a Japón.

De acuerdo al consulado de Colombia en Tokio y la policía de ese país, las redes de traficantes de personas llevaron a Japón en el 2002 a 400 mujeres colombianas para ejercer la prostitución.

"Es un negocio bastante lucrativo", reconoce Miguel Angel, cuyo mayor cliente fue la temida Yakuza, una mafia japonesa que controla la prostitución en ese país y a la que conoció cuando trabajaba atendiendo sexualmente a clientes asiáticas.

Hijo de un vendedor de frutas, Miguel Angel nació hace cuatro décadas en un barrio marginal de Medellín, antigua sede del cartel del narcotráfico de Colombia.

Su madre, un ama de casa preocupada de que su hijo se involucrara con malas amistades, lo envió a un internado católico, donde a sus 11 años recibió su primera puñalada de manos de un compañero de estudio. Esa situación lo volvió rudo.

Cuando Miguel Angel salió por primera vez del país en 1988 llegó a Italia a buscar el dinero rápido. Allí vendió a muy buen precio esmeraldas de baja calidad y frutas exóticas que llevaba desde Colombia y conoció a un hombre que le habló del negocio de la prostitución en Japón.

"Se que trabajar en la prostitución es difícil y más para uno como hombre, pero igual fue un negocio que no me daba la plata que yo quería en ese momento y por eso me involucré en la Yakuza", relató Miguel Angel, de estatura mediana, piel blanca, cabello canoso y con un gesto sonriente en el rostro. (Reuters)

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Miguel Angel negoció frutas y verduras.

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