| miércoles, 08 de octubre de 2003 | Reflexiones Octubre implacable Víctor Cagnin / La Capital A propósito de esa frase de Eugenio Zaffaroni, tras su examen en el Senado, "tal vez haya que demostrar que se tiene la piel curtida y las emociones templadas", bien puede añadirse: y si se trata de octubre, con mayor razón. Y es que existen sobre este mes demasiadas connotaciones, derivaciones, asociaciones. La historia se nos presenta a diario como llamando a una lección de repaso. Como provocando a revisar qué es lo que perdura de aquellos acontecimientos; más aún ahora -comprobado- que la historia no ha finalizado, como profetizaba Francis Fukuyama.
Vuelven entonces esas figuras y hechos patronales de nuestras vidas, sometidos largamente a la fragua de la fe y la razón, según sea el tiempo y la condición de cada ciudadano. Desde ya, en Rosario, el Día de la Virgen, patrona de la ciudad, impone tempranamente un clima de efemérides generalizado. No obstante, para la mayoría de los argentinos octubre siempre mueve las fibras. Comprende el natalicio de Juan Domingo Perón, ya sin polémicas; fue en Lobos, 1895. A Evita convocando a la gran marcha del 17, que trajo al líder -su causa y su pasión- del confinamiento para instalarlo en el poder. Está el 12, dando origen a la cultura iberoamericana, -se llevaron todo pero nos dejaron lo mejor, la lengua española, advertía Pablo Neruda-. Incluye a la Revolución Rusa, en 1917 ("Los diez días que conmovieron al mundo", por John Reed), que se celebraba el 7 de noviembre por diferencia de calendarios, fecha emblemática para los partidos comunistas del siglo pasado. Y contiene además la muerte de Ernesto "Che" Guevara, en Bolivia. Qué decir.
De Perón llega hoy el recuerdo de aquel presidente que le devolvió a la clase trabajadora su dignidad, sus derechos: una jornada laboral de ocho horas, aguinaldo, vacaciones pagas, el voto femenino, acceso a la vivienda y entrega de tierra a quienes la trabajaban... Observando aquellas medidas desde este presente de pobreza y miseria donde nos hundieron quizás podamos entender la magnitud del fenómeno político y social que generó en 1945. Nos llega también la imagen de aquel dirigente estudioso, capaz de elaborar política propia, y práctico, de rápidos reflejos, siempre consciente del mundo que lo rodeaba e intentando algo para modificarlo. Paradójicamente, a este peronismo partidario que hoy controla la mayoría de la provincias del territorio nacional se lo percibe vacío de personas y principios, de ideales, de debate doctrinario y de pasión por los desposeídos.
Del 17 y Evita deviene gran parte de la mística del movimiento entre los argentinos. La izquierda teórica y combativa, que durante décadas estudió el fenómeno del peronismo y cuando no pudo opacarlo desde afuera intentó ganarlo por adentro, sigue aún buscando la fórmula científica donde las masas confluyen con la vanguardia para dar el salto dialéctico hacia una sociedad más justa para todos. Y Evita, con su escaso bagaje político pero con su enorme sentimiento de justicia, podía poner en práctica esta fórmula cuantas veces se lo propusiera. Cómo no nombrarla revolucionaria. Para una mayor dimensión, resulta imprescindible el último ensayo de Beatriz Sarlo: "Eva Perón, la pasión y la excepción".
Del 8 al 11 y el Che resulta la catarsis de contradicciones, el argentinismo puro, la negación de la realidad. Para este emblema latinoamericano y universal, nacido en Rosario, en tránsito de Misiones hacia Capital Federal, hubo un cartel de "buscado" en todas las comisarías del país en la dictadura de Onganía. Y cuenta la leyenda que los pibes de los pueblos, a los 12 años, cuando entraban a sacar el certificado de buena conducta para su cédula de identidad, viendo el afiche con el retrato del Che, de boina con estrella, se volvían guerrilleros o bien perdían su identidad. Cundía el pánico en las fuerzas de seguridad por entonces, porque la CIA había dado el alerta de que el Che había abandonado Cuba, en busca de un nuevo desafío. Podía ser Africa o quizás Argentina.
Mucho después se supo que estaba en Bolivia y que aún muerto seguía con sus ojos buenos abiertos. Fue él la otra gran excepción que tuvimos sin saber los argentinos. No hubo forma de saberlo hasta que la izquierda argentina hizo su autocrítica sobre los errores de apreciación en los conceptos teóricos del Che y, fundamentalmente, sobre cuál debía ser el modelo de un revolucionario, hasta ese momento determinado por el buró del Comité Central del Kremlin. Allí, en la PLaza Roja, precisamente, donde por primera vez se habían plasmado las predicciones de Marx y Engels, con la toma del Palacio de Invierno y la pretendida construcción de una sociedad sin clases. Utopía de socialismo real que desvió hacia formas de capitalismo de estado y desapareció con la caída del Muro de Berlín.
Obviamente, en todo esto existe un hilo conductor que curte y templa: la imperiosa búsqueda de justicia en el país o donde quiera. Como una madre que estimula y un padre que protege. O viceversa.
[email protected] enviar nota por e-mail | | Fotos | | |