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 domingo, 05 de octubre de 2003

Producción. La decisión de Molinos de vender sus empresas lácteas para focalizarse en la soja anticipa las movidas de la industria aceitera
La industria oleaginosa vuelve a pensar en nuevas inversiones
El aumento de la producción primaria impulsa nuevos proyectos en el principal sector económico de la región

La reciente decisión de Molinos de vender la fábrica de leche Molfino a un grupo canadiense habla de los cambios que vive el negocio lácteo pero más habla de las movidas que se vienen en el mercado de la soja. Es que buena parte de la plata obtenida por la operación será volcada a realizar nuevas inversiones en la planta de procesamiento de oleaginosas y puerto de embarque que el grupo Pérez Companc tiene en San Lorenzo.

Esta suerte de "sojificación a nivel industrial" pone en foco a un sector que, dentro de un contexto general en el que las inversiones se hacen a cuentagotas, se mueve con un ritmo propio, determinado más por el mercado mundial que por las condiciones internas.

El complejo oleaginoso, que este año podría ingresar divisas por encima de los 6 mil millones de dólares, es una de las pocas cadenas productivas argentinas que juega en primera división a nivel global. Y las perspectivas de mercado para el mediano plazo dan soga para pensar en una onda inversora de menor magnitud pero características parecidas a las que vivió el sector en la primera mitad de los 90, cuando movilizó inversiones por un monto superior a los mil millones de dólares. La mayoría en Rosario, donde se concentra casi el 70% de la molienda y exportación de soja y derivados.

Según proyecciones de la Fundación Producir Conservando, un think tank que reúne a las principales compañías agropecuarias, la cosecha de soja (35 millones de toneladas en la última campaña) podría alcanzar fácilmente las 45 millones de toneladas hacia el fin de la década, o quizás antes. Esta cifra se eleva a 50 millones si el girasol, la otra oleaginosa de peso, sale de terapia intensiva. Este crecimiento de la producción, según el mismo análisis, pone al sector frente a dos alternativas: incrementar la exportación de poroto sin procesar o ampliar sustancialmente la capacidad de molienda.

Quiere el estudio que, si pretende mantener el nivel de industrialización promedio de un 80% de los granos cosechados, la capacidad de molienda debería incrementarse hacia el fin de la década unas 9 millones de toneladas anuales desde las 30 millones de la actualidad. Esto significa, aseguran, el equivalente a seis nuevas plantas de 5 mil toneladas hasta el 2010, con una inversión bruta calculada en 250 millones de dólares.

Pero estos datos no incluyen la infraestructura que acompaña a la cadena agroindustria más expansiva del país. A nivel privado, puertos, transporte e instalaciones de almacenaje en las terminales, el sector intermedio (acopios y cooperativas) y el campo. A nivel público, profundización y extensión de la hidrovía, obras viales, proyecto Circunvalar y reactivación ferroviaria.

En el marco del ejercicio de simulación que prevé llegar a 100 millones de toneladas de granos y oleaginosas para final de la década, los analistas de la fundación consideran que hará falta una inversión cercana a los 1.900 millones de dólares en logística y almacenaje para "administrar" ese salto productivo.

El dato a tener en cuenta en esta danza de números es que la cabeza de este proceso está en Rosario, que en las 12 fábricas distribuidas en el cordón industrial se concentra entre el 65% y 70% de la capacidad teórica de molienda, de 30 millones de toneladas anuales. Al describir en general el proceso de inversión portuaria (más amplio que el rubro aceitero) en la región desde los 80, el gerente de la Cámara de Puertos Privados de la Argentina, Alberto Ramírez, explicó que 20 de las 34 terminales levantadas desde la irrupción de la soja en los 80, se pusieron desde cero.


Freno y expansión
Esta corriente inversora comenzó a frenarse a partir del 98. Un mercado internacional deprimido por el peso de buenas producciones mundiales, la crisis de los países asiáticos, el subsidio y los proteccionismos, coincidieron con la crisis interna para poner al sector en aprietos.

Raúl Padilla, director de Bunge y presidente de la Cámara de Industria Aceitera de la República Argentina (Ciara) prefirió poner énfasis en las políticas fiscales y económicas del Estado. "Los constantes cambios en las reglas de juego hicieron que las inversiones empezaran a detenerse", señaló en su última visita a Rosario.

El sector, así como fue beneficiario de políticas públicas a través del diferencial arancelario que promovió la industrialización de la soja o en obras de infraestructura como la profundización de la hidrovía, también sufrió largos conflictos relacionados con las demoras en la devolución del IVA, una fuerte presión fiscal, las retenciones y, la pelea más reciente: los cambios en el cálculo del impuesto a las ganancias.

Si las políticas de Estado influyen en el negocio, el mercado internacional es determinante. Y a partir de 2002, la devaluación coincidió con la reducción de stocks que alentaron precios sostenidos a nivel mundial. Al mismo tiempo, se recuperó la demanda de los países asiáticos, que se sumó al crecimiento de las compras de la Unión Europea por el cambio de régimen de alimentación animal luego de la vaca loca. La harina de soja, principal producto de exportación, es la mayor proveedora de proteínas para el balanceado de pollos, cerdos y vacas.


Volver a invertir
Este escenario, a tono con una tendencia generalizada en el campo, hizo que la industria volviera a pensar en grandes inversiones. Hasta entonces, y desde el año 98, la dinámica de inversión en el sector se había horizontalizado, a través de compras y fusiones. El ajuste en la capacidad de molienda se fue dando a través de ampliaciones en las mismas plantas, mejoras tecnológicas y un alto grado de mantenimiento, que permitió bajar el período de parada de planta a 30 días al año.

Superado el sacudón de fines de 2001, los proyectos se entonaron lenta pero sostenidamente. Bunge completó la ampliación de Puerto Pampa, Pecom retomó la molienda de soja en Santa Clara y proyecta la ampliación de la planta de San Lorenzo, ACA reconstruyó y modernizó gran parte de su puerto luego de la explosión del año pasado, Aceitera Chabás amplió su capacidad de crushing y lo mismo hizo aceitera Chabás y AGD en Córdoba. Con el movimiento llegaron renovados rumores sobre el tantas veces anunciado desembarco de ADM, que opera puertos en la región pero sin fábrica propia. Hace menos se instaló en Estados Unidos sobre tratativas de compra de Dreyfus por parte de Bunge.

"Con reglas de juego estables este es un sector que dispuesto a volver a invertir en capacidad de molienda", dijo Padilla.

Más allá de que cada campaña es una lotería de variables (en Argentina, por ejemplo, se teme ahora por la sequía) informes del Usda y otros organismos especializados ven un panorama alentador en el mediano plazo para el complejo soja. Como adicional, Argentina y Brasil se consolidan como proveedores mundiales luego de la "capitulación" de Estados Unidos, que en su última ley agrícola decidió reorientar su apoyo estatal al maíz, en desmedro de la soja.

El fracaso de la OMC y la obligación de la Unión Europea de etiquetar los embarques de origen transgénico son, en cambio, algunas de las sombras que pesan sobre el futuro del sector.

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