| domingo, 10 de agosto de 2003 | Un llamado telefónico anónimo puso al descubierto un macabro crimen Mató, descuartizó y enterró a su esposo Una gestora, cansada de los malos tratos, ultimó a su marido de un tiro María Laura Cicerchia / La Capital "María del Carmen Rómbola mató a su marido y lo tiene escondido en su casa". Ese escueto y anónimo llamado telefónico a la policía destapó una historia macabra de malos tratos, infidelidad y muerte que podría haber permanecido oculta para siempre: una mujer mató a su esposo de un balazo, lo descuartizó en 25 pedazos con la complicidad de su amante, lo mantuvo oculto en un tambor con cal durante cuatro días y finalmente lo enterró en una huerta comunitaria de la zona oeste tras presentarse ante los vecinos como funcionaria municipal y entregarles los planos para una excavación. En ese hueco, a un metro de profundidad y tapado por una placa de cemento, sepultaron los restos que ayer fueron desenterrados por la policía. La mujer acababa de confesar el atroz homicidio tras ser demorada por la policía.
Si no mediaba un delator llamado telefónico, el crimen de Adolfo Osvaldo Godoy podría haber sido perfecto. En el lugar donde ocultaron su cuerpo nadie había advertido movimiento extraño ni sospechaba lo que se escondía bajo tierra. Es que la sepultura se produjo a la vista de todos y simulando que se trataba de una simple obra de albañilería. Cuando el plan parecía haber concluido exitosamente, una comisión policial llegó a la casa de la víctima y preguntó a su esposa por el hombre. "Lo maté", admitió sin más la mujer, que indicó a los investigadores el remoto punto de la ciudad donde había escondido el cadáver de Godoy.
De acuerdo a los dichos de la mujer a la policía, el crimen ocurrió tras una discusión que había mantenido el domingo 3 de agosto con su esposo, de 37 años, en la casa que compartían en la ciudad de Funes, en Brandsen y Lavalle. Rómbolo y Godoy estaban casados desde hacía diez años y no tenían hijos. Un año atrás se mudaron a una amplia residencia con patio y quincho en Funes, tras residir en Villa Gobernador Gálvez y Nuevo Alberdi.
Cansada de los malos tratos Rómbola, una gestora automotor de 44 años, sostuvo que lo mató de un balazo con un revólver calbre 38 que pertenecía a la víctima, entre otros motivos, porque estaba harta del permanente maltrato, las palizas y el hostigamiento que recibía de su cónyuge. Recién a partir de entonces, según dijo, empezó a urdir el plan para deshacerse del cuerpo.
En la estrategia para ocultar el cadáver recibió la colaboración de Andrés Picotto, un albañil de 42 años que según fuentes de la investigación mantenía una relación sentimental con la mujer y fue apresado ayer. La pareja redujo el cadáver a 25 trozos que luego rociaron con cal para retrasar el proceso de putrefacción y evitar que el mal olor delatara el crimen.
El cuerpo fue descuartizado con una amoladora o una sierra hasta perder forma humana. Ningún miembro quedó completo: tras el hallazgo del cadáver los investigadores descubrieron que las piernas habían sido aserradas en cuatro o cinco partes. Los asesinos compraron dos bolsas de cal que esparcieron sobre el cuerpo y lo mantuvieron oculto dentro de un tanque de 200 litros que había en la vivienda hasta el jueves pasado.
En ese lapso, pergeñaron la maniobra para hacer desaparecer el cuerpo. La mujer se presentó en el centro comunitario "La razón de mi vida", ubicado en un Fonavi del barrio Belgrano Oeste. Según declaró ante la policía, lo hizo por recomendación de su cómplice, quien conocía el lugar. Allí preguntó por la encargada de la institución y se presentó como funcionaria municipal.
"Nos entregó los materiales para hacer un pozo en la huerta comunitaria y construir un horno para elaborar pan", contó temblando de indignación Carina, la mujer que dirige el centro y que tiempo atrás presentó en la Secretaría de Promoción Comunitaria provincial el proyecto para crear una huerta como contraprestación de los planes Jefas y Jefes de Hogar. A la espera del visto bueno oficial, con un grupo de beneficiaros cercaron con cañas un sector del descampado de Monteflores al 7200, a metros del cruce de 27 de Febrero con la avenida de Circunvalación y cercano al cementerio La Piedad.
De acuerdo con el relato de Carina, la mujer rubia y de contextura mediana que la engañó lucía bien vestida, preparada, hablaba con corrección y aplomo. El miércoles se despidió de ella dejándole los materiales, un plano para excavar un pozo de un metro y medio que debía contener dos capas de cemento "para que no suba la humedad" y la orden de empezar a cavar de inmediato.
Los titulares de los planes de ayuda social comenzaron a remover la tierra esa misma tarde. "La mujer quería venir a la noche a instalar la primera loza y le dijimos que no", narró Carina. Finalmente, dijo, apareció a la mañana siguiente en un Renault 12 y acompañada por un hombre al que presentó como un compañero de trabajo. Solicitó los materiales, pidió la máquina mezcladora e invitó a Carina a esperar dentro del auto mientras el hombre concluía la obra porque "hacía frío".
Un "trabajo tranquilo" Cuando el desconocido terminó su tarea el pozo estaba tapado casi por completo y ocultaba bajo tierra la primera capa de cemento. En el lugar quedó un hueco de cinco centímetros que debía contener la segunda placa de material. "Trabajó lo más tranquilo del mundo", contó la mujer, que no tuvo más noticias de los falsos municipales hasta que ayer fue a despertarla una vecina al grito de "Carina, levantate que hay un hombre muerto en la huerta".
Los hombres de Homicidios se constituyeron en el predio alrededor de las 7 de la mañana. Cuarenta y ocho horas antes habían recibido un misterioso llamado en la oficina dando cuenta del hecho y sin más datos que el nombre completo de la imputada. A partir de ahí rastrearon a la mujer y llegaron a un domicilio que había ocupado un año atrás. El aporte de los vecinos les permitió conocer la identidad de su esposo, a quien buscaron en listados de la Empresa Provincial de la Energía, Litoral Gas y el padrón electoral, hasta dar con su dirección actual en la ciudad de Funes.
Con una orden de allanamiento del juez de Instrucción Nº 13, Osvaldo Barbero, se presentaron ayer en esa casa y demoraron a la mujer y a Picotto cuando se retiraban de la vivienda. Rómbola confirmó sin rodeos la presunción de los agentes y les indicó el lugar donde yacían los restos de su marido.
En un rincón de la huerta los policías cavaron un pozo rectangular, levantaron la placa de cemento y desenterraron las 25 partes a las que habían reducido el cuerpo. La tarea les demandó la mañana completa y fue realizada a la vista de un sinnúmero de curiosos que se retiraron cuando la mortera se iba del lugar. "El cuerpo estaba desnudo y, pese a los días transcurridos, presentaba un buen estado de conservación gracias a la cal y la humedad del lugar", confió Juárez.
Fuentes de la investigación revelaron que el llamado que desnudó la historia fue realizado por una mujer del entorno de Rómbola, quien tras el episodio comentó a sus íntimos lo que había sucedido.
En la requisa de la vivienda los policías incautaron varias armas de fuego, entre ellas la empleada en el crimen, sierras y amoladoras usadas para trozar el cadáver. Las fuentes revelaron que la imputada es gestora automotor y tiene antecedentes por estafa. La víctima también presentaba causas en trámite por amenazas coactivas, un hecho de piratería del asfalto y lesiones, todas ellas de no más de tres años de antigüedad. Rómbola enfrenta ahora una imputación por homicidio y Picotto por encubrimiento.
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