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 domingo, 10 de agosto de 2003

Café filosófico, el otro debate
"La búsqueda de la verdad, no la posesión de ella, es la esencia de la filosofía". Karl Jaspers

El Café Filosófico forma parte de un movimiento a nivel mundial, que tiene como objetivo principal difundir la filosofía fuera de los ámbitos académicos. Pretenden restituirle su sentido original. Es un evento de discusión y debate abierto a todos aquellos interesados en participar, no requiriendo conocimientos previos sobre la disciplina.

El origen de este movimiento se remonta indistintamente a la antigüedad clásica o al siglo XVIII en Francia. Pero su reactivación se da en los años •90 en París. La iniciativa fue del francés Marc Sautet, quien tenía como proyecto -quizá un poco excéntrico-, poner la filosofía misma a prueba, haciéndola descender a la calle, evitándole permanecer en los círculos cerrados de la universidad.

Se parte de una consideración de que la filosofía consiste más en reflexionar, interrogarse, preguntarse, poner en duda, cuestionar, someter las cuestiones a la crítica, no dar nada por sentado ni dejar pasar por alto lo aparentemente obvio, que en encontrar las respuestas, cuya búsqueda nos movilizó. A menudo la filosofía ha sido considerada un saber abstracto y complejo reservado a unos pocos iniciados, iluminados capaces de descifrar el críptico discurso de los filósofos "diplomados".

Frecuentemente se ha hecho de esta actividad existencial (que toca lo más profundo de nuestra naturaleza humana), un conocimiento desconectado de la realidad; un puro ejercicio racionalista que hoy día parece haber dejado de servir como orientador de nuestra acción.

Todos los participantes se sientan en círculo para poder interactuar y permitir una discusión horizontal. Las sesiones empiezan con el moderador quien presenta el tema e indica las pautas de procedimiento de la discusión, que están basadas en el diálogo socrático y en los supuestos de la comunidad de indagación. Es preciso fijar algunas reglas de juego básicas para el funcionamiento de la agrupación, estableciendo el marco más apropiado para una práctica social donde los límites tendrán un lugar de importancia para la dinámica democrática, imprescindible para que esto se lleve a cabo del modo más adecuado.

Estas normas deben ser explicitadas al comienzo de la actividad. Pueden ser recordadas cada vez que sea necesario. Es conveniente que sean pocas y claras. Tendrán que ver con la escucha del otro, el respeto y el cuidado mutuos, tolerancia frente a las diferencias, libertad, responsabilidad, la necesidad de fundamentar nuestras opiniones, la cooperación y la solidaridad. Siempre puede quedar abierta la posibilidad de discutir, re-trabajar y eventualmente modificar las reglas.

Una conversación es un diálogo cuando es estructurada por su concentración en un tópico o cuestión que es problemática o polémica. Sus participantes están preparados para cuestionar los puntos de vista y razones expuestos por otros y para reformular su propia posición en respuesta a los cuestionamientos y contra ejemplos del conjunto. Los que participan son valorados de igual modo, independientemente de dónde estén situados en relación con un punto de vista particular.

La conversación es guiada por los intereses mutuos de sus miembros. Son los integrantes quienes establecen la agenda y determinan los procedimientos para tratar los asuntos en cuestión. El moderador es uno más del grupo. En el diálogo ocupan un lugar central las preguntas para estimular la indagación.

Finalizado el debate se elige el tema de la próxima sesión. Todos los que así lo deseen proponen según su interés. Se acordará con el grupo la modalidad que sea más conveniente para seleccionarlos (en caso de votación, qué sucede si hay empate, etcétera).

Los mismos provienen de la filosofía práctica: asombro, duda y situaciones límite como motores del filosofar; teorías filosóficas sobre el amor, la felicidad, la ética, la verdad, la realidad, la justicia, las utopías, la comunicación humana. También tienen lugar temas como optimismo, perdón, esperanza, poder, deseo, o la relación entre filosofía y objetos culturales (cine, música, literatura). El Café Filosófico se convierte en un espacio tiempo para reflexionar con otros las cuestiones que nos preocupan.

Alicia Pintus

(*)Licenciada en filosofía



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