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 domingo, 10 de agosto de 2003

[reportaje]
Andrés Rivera: "Este Paz nada tiene que ver con el de los libros de historia"
Con el intenso relato de su novela "Ese manco Paz", el escritor vuelve a poner en circulación una voz fundamental para la literatura argentina

Carlos Roberto Morán / La Capital

Hay un enigma que la última novela de Andrés Rivera, "Ese manco Paz" (Alfaguara), no resuelve y que el propio autor se lo planteó a La Capital: "Trato de, en términos de ficción, poner a un hombre, Estanislao López, recibiendo cartas de Juan Manuel Rosas incitándolo a fusilar a José María Paz y él no lo hace. ¿Por qué no lo fusiló Rosas cuando lo tuvo en su poder?".

No parece haber respuesta para esa pregunta, no al menos en el libro de Rivera, salvo que algún lector lo quiera resolver por su cuenta, como ocurrió con una señora que en una biblioteca popular le dio otro final a "El amigo de Baudelaire". Aquella vez, admitió Rivera sintió que estaba viviendo uno de esos momentos "en que la cultura y la literatura cobran su peso".

En esta oportunidad, "Ese manco Paz" es un breve pero intenso libro, deslumbrante muchas veces, que está dividido en dos partes concurrentes: "La República", en la que monologa Paz, y "La Estancia", en la que habla Rosas. Con su nouvelle, Rivera a los 75 años demuestra que no sólo sigue siendo un autor capital en una Argentina donde las voces propias parecen extinguirse, sino que, para él, no está concluido el debate en un país "de muchos esclavos y muy pocos desesperados".

"Ese manco Paz" es el más reciente hito de "una obra siempre áspera, siempre incitadora" de la que hablara Saavedra, que Rivera iniciara en 1957 y que ha continuado casi sin pausa hasta ahora, salvo aquellos años en que debió llamarse a silencio porque reinaba y oprimía la dictadura militar. En ese momento eligió Córdoba como ciudad de residencia, donde aún vive y donde su compañera Susana Fiorito dirige una biblioteca popular ("Fundación Pedro Milessi") a la que concurren miles y en la que se dictan cursos de toda clase, pero donde no se distribuye comida porque "Susana Fiorito es suficientemente socialista para no dar de comer a nadie, porque eso es limosna".

-¿Con su nueva novela intenta darle otra vuelta de tuerca a su constante de revisar el pasado para auscultar el presente?

-Separemos a Paz, a José María Paz, del Juan José Castelli de "La revolución es un sueño eterno" y al Juan Manuel de Rosas de "El farmer". Con Paz me ocurrió un fenómeno que no termino de explicarme. William Faulkner hablaba de "un impulso interior" para escribir una historia. Impulso interior que llegado el caso, decía Faulkner apelando a una metáfora, podía llevar al narrador a matar a su madre si se interponía entre él y la historia a contar. Yo leí las "Memorias" de José María Paz a comienzos de los años 70 del siglo pasado y me dije de inmediato que Paz era un escritor de la talla de Domingo Faustino Sarmiento. Y no pasó nada más que eso, hasta que el año pasado, casi sin proponérmelo, sin ese impulso interior que acabo de comentar, tracé la primera línea de la novela.

-¿Qué escribió en ese momento?

-No lo recuerdo. No tenía ningún sentido específico, era mero placer. Yo no creo en aquellos escritores que dicen que sufren cuando escriben. Yo puedo escribir una tragedia y sentir placer. Sentí placer escribiendo "El farmer" y yo estoy en la vereda opuesta de lo que Rosas representó y aún sigue representando. Después seguí, seguí para lograr que el placer se redoblara, cosa que ocurrió por la mera escritura. Lo que quiero decirle es que el Paz de "Ese manco Paz" no tiene nada que ver con el Paz que aparece en los libros de historia e incluso en las de sus contemporáneos.

-¿No intentó con esta novela, entonces, volver a reflexionar sobre el presente a la luz del pasado, como ocurriera en textos anteriores?

-Yo no me propuse absolutamente nada, sino gozar de ese placer. Es la primera vez que me ocurre. No quise metaforizar, nunca me lo propuse bajar línea a nadie, a ningún lector.

-Pero Paz fue un personaje histórico al que usted ubica prisionero en Buenos Aires, poco antes de morir.

-Es cierto, hablé del Paz que supo de ocho años de prisión, con más de 20 años de guerra sobre sus espaldas y que debía "acostarse" (ponga el término) con Margarita Weild, una adolescente, en Santa Fe, mientras los montoneros de López, los indios reclutados por López y las mujeres de los indios, amenazaban con degollarlos, a él y a la adolescente.

-En Santa Fe se tiene una imagen determinada de López, al que se lo llama el Patriarca de la Federación, en cambio en su novela usted lo muestra de una forma muy negativa.

- Yo no lo critico a López, trato de, en términos de ficción, poner a un hombre que recibe cartas de Rosas incitándolo a fusilar a José María Paz y él no lo hace. ¿Por qué no lo hizo Rosas cuando lo tuvo en su poder?

-No lo sé...

-Yo tampoco. Y ahí entramos en el terreno de la psicología, podemos incluso hablar de psicología política, porque uno y otro, tanto Rosas como López, fueron políticos, además de ser los patrones de estancia que también fueron.

-¿Por qué Rosas es un personaje tan importante en su novela?

-En la novela hay un contrapunto necesario. Rosas está en lo mejor de su edad, saludable, era rubio, atrayente, tenía éxito con las mujeres y la sociedad porteña, ordenaba la Confederación Argentina. No quería que la Argentina fuera más que una estancia. Entonces, ¿cómo no iban a estar en contrapunto? Los estancieros que llevaban el retrato de Rosas siguen rigiendo los destinos de la Nación. Uno de los nuevos ricos intenta hoy ser dueño de esta ciudad (en alusión a Mauricio Macri). Buenos Aires no admite el realismo mágico.

-Y Paz, ¿qué fue?

-Paz era republicano y conservador. Aspiraba a que el país fuera una granja norteamericana, no una colonia. Paz combatió, era implacable, pero no torturó a nadie. Difícil encontrar a alguien como Paz en nuestra historia. ¡Cómo no escribir sobre él!

-Usted ha dicho que quiere "sacarle la grasa" a las palabras. Eso es bastante borgiano...

-Bueno, me alegra. Es para que economicen las editoriales y el lector pueda acceder al libro. Hay en el país una política editorial que sólo a lectores muy adictos pueden llegar y no al lector ocasional. Que este libro tenga como precio de tapa 17 pesos a mí me apena. Esto pone al lector en una alternativa casi hamletiana: o compro provisiones para la semana o compro un libro de 120 páginas que, me dicen, se lee en una hora, cuando él querría tener un libro del grosor de la guía telefónica.

-¿Cómo ve a la cultura, hoy, en la Argentina?

- ¿Qué se puede pedir después de 30 años de gobiernos militares, menemistas, radicales? Nunca se preocuparon por la cultura, nunca la promovieron. Mientras el señor Menem no puede dar cuenta de los 600 mil dólares depositados en el extranjero, en Buenos Aires no hay concurso de novela. A mí me adjudicaron el Premio Nacional de Literatura y gano algo más de 700 pesos, mientras que hay argentinas y argentinos que no ganan más de 400 pesos y otros que viven sólo de planes de jefas y jefes de hogar. Si se quiere promover cultura hay que comprar autos más baratos o dejar la cultura en manos de mecenas, aunque no soy partidario de algo así.

-¿Y después de "Este manco Paz", que pueden esperar sus lectores?

- Escribo cuentos cuyo título es "Cría de asesinos" y nada más. Todo lo demás depende de los médicos.

-¿Por qué dice eso?

-Porque tengo 75 años y no puedo hacer planes mucho más allá de cinco o seis meses.



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