| sábado, 09 de agosto de 2003 | ¡Vuelven todos! Las próximas elecciones están revelando una vez más la politiquería de un país bananero, los negociados y los contubernios de una casta política que vive ajena al pueblo. El pueblo, librado a su suerte, está como un barco a la deriva mientras ellos sólo aspiran a un puestito que les permita vivir sin trabajar a costa del erario público, tal como lo han hecho durante toda su vida. Los políticos de hoy son como langostas, que arrasan el país amparados en la impunidad que les otorga el puesto obtenido en una lista sábana. Mediocres e incapaces, no tienen la menor creatividad ni imaginación para hacer algo útil, pero se dan maña una y otra vez para que veamos las mismas caras que desde 30 años para acá nos traen pura demagogia. Hace menos de un año todos los políticos vivían escondiéndose para no ser escrachados y repudiados por el pueblo en la calle, bares, restaurantes, cines y teatros. Sin embargo, siguieron aferrados a sus bancas. Ahora vuelven reciclados como honestos, pagando a los medios de comunicación masiva cuantiosas sumas de dinero en propaganda para su campaña política, hecha con dinero de dudoso origen y recursos que les otorga el Estado y que muy bien podría destinarse a solucionar los problemas de los argentinos que ahora sufren hambre, desocupación, miseria, marginación y a los excluidos del sistema que ellos mismos crearon por su avaricia. Sus pensamientos son perversos, ya que ni uno solo de esta casta hizo nada cuando se implementó la estafa más grande de la historia. Al contrario, avalaron con su silencio la desaparición de 65.000 millones de dólares sin que absolutamente nadie fuera a la cárcel por semejante subversión económica que viola la Constitución argentina y que sigue sin resolverse a pesar de que pasaron seis presidentes por el sillón de Rivadavia. Creen que no tenemos memoria y a los ojos del pueblo no son más que una corporación mafiosa e hipócrita que en la provincia de Santa Fe se presenta con la obscenidad de 454 lemas y sublemas. Allí aparecen casi 44.000 candidatos, postulándose muchos de ellos en tres o cuatro cargos a la vez. No es de extrañar, ya que su manera de pensar es esta: "Si la gilada no me vota para gobernador, voy como senador, o diputado, o concejal y en última instancia me prendo como asesor o secretario de tal o cual". ¿Hasta cuando seguirán burlándose del electorado? Votemos, sí, para que no vuelvan jamás.
Alberto Seoane
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