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 domingo, 06 de julio de 2003

Crímenes y movilizaciones populares en Santa Fe
Las causas de una desconfianza general
Las muertes de Daniela Spárvoli y Luis Cignoli redescubren episodios oscuros a los que se dio por cerrados

Osvaldo Aguirre / La Capital

Los crímenes de la maestra Daniela Spárvoli, en Correa, y del custodio Luis Cignoli, en Arequito, parecen configurarse como casos reveladores del estado de la seguridad pública en la provincia. Ambos episodios resultan significativos tanto por sus diferencias como por lo que tienen en común.

La diferencia más visible pasa por la reacción de las comunidades de origen de las víctimas. Los familiares y los compañeros de trabajo de Spárvoli apelaron a la movilización y a la solidaridad: se comunicaron con familiares de Ana Rótolo, la profesora de educación física asesinada en Alcorta, y organizaron actos en Correa, Cañada de Gómez y Rosario. Los vecinos de Arequito, en cambio, se quedaron en el pueblo y plantearon un discurso en el que el mal estaba encarnado en los recién llegados, los extraños, los que no eran del lugar.

El reclamo de Arequito quedó empañado por vecinos que querían emprender una caza de brujas. La policía informó que el delito en el pueblo era casi inexistente y la justicia destacó que los crímenes por los que se reclamaba estaban esclarecidos.

Funcionarios judiciales de Casilda declararon que no comprendían las razones de la protesta. Pero sería necesario que se preguntaran por qué la mayoría de los habitantes de Arequito se sienten inseguros y no confían en la policía ni en la justicia.

La pueblada no fue un hecho tan extraordinario como puede pensarse. En Villa Constitución hubo un movimiento similar, aunque menos espectacular, que dio lugar a la investigación de un juez. También debería examinarse la actuación de la Unidad Regional VI, donde hasta hace poco había una comisaría que protegía a delincuentes y cuya pesquisa del crimen de Ana Rótolo no conforma a la gente de Alcorta.

Además, en Arequito existía un justificado malestar por la investigación del crimen de Stella Maris Godoy, una chica que trabajaba en el frigorífico local y murió en julio de 2002. Todavía no se sabe por qué la mataron y la sospecha general es que hubo otros involucrados que nunca serán descubiertos. Los funcionarios piensan que no es necesario conocer el móvil, si hay un sospechoso acusado con pruebas; pero la falta de una explicación pone en duda toda la construcción del suceso.

No obstante ese malestar estaba restringido a una parte del pueblo. Godoy se había radicado en Arequito cuatro años antes, era alguien que venía de afuera. "Mucha gente del pueblo tiene mal vista a los que trabajan en el frigorífico: los consideran negros, o ignorantes, o los desprecian diciendo que son del norte. Para ellos el crimen era una cosa de negros", se quejó un allegado de Stella Godoy a este diario.

La desconfianza hacia la policía y la justicia es el punto en común entre los sucesos de Arequito y Cañada de Gómez. De hecho, la Unidad Regional X ha sido denunciada por presuntas asociaciones con delincuentes y por hacer ese tipo de operativo, tan característico de la policía de Santa Fe, que apunta a recolectar "contribuciones" en las rutas mientras van y vienen sin problemas, de un departamento a otro de la provincia, los transportes de combustible y cereales robados por piratas del asfalto.

Los familiares de Daniela Spárvoli plantearon dudas sobre la actuación judicial. Y un comentario insistente en la zona atribuye el crimen a un policía de la Agrupación de Unidades Especiales, la misma dependencia que está a cargo de la investigación.

Como en el caso de Arequito, esa desconfianza de la justicia aparece como el sedimento de hechos del pasado a los que equivocadamente se ha dado por cerrados.

A fines del año 2000, la justicia de Cañada de Gómez comenzó a investigar la existencia de una zona liberada en la ruta 9 para piratas del asfalto. La causa comenzó a partir de una intervención de la Tropa de Operaciones Especiales, donde se obtuvo una declaración sobre una especie de concesión librada por policías a piratas del asfalto. La justicia allanó la jefatura de la Unidad Regional X e imputó a varios jefes, entre ellos los de Unidades Especiales, por la zona liberada y el encubrimiento de delincuentes.

En julio de 2001, la justicia de Cañada de Gómez dictó la falta de mérito para los policías implicados. Los únicos condenados fueron los dueños de una estación de servicio y un ladrón. Las causas de piratería del asfalto tienen un preocupante rasgo común en Santa Fe: el hilo de la investigación se corta por lo más delgado, en el nivel de los que reciben o compran las mercaderías, nunca alcanza a identificar a quienes cometen los asaltos.

Menos de un mes después, José Manna, de 27 años, falleció en un incendio en la alcaidía de la Unidad Regional X. Según sus familiares, antes de morir acusó a dos policías de la Agrupación de Unidades Especiales. Uno de esos policías es el que ha sido mencionado por el caso Spárvoli. Al margen del cualquier especulación, lo indudable es que no merece la menor confianza de la gente de Cañada de Gómez.

En la versión policial, luego ratificada por la justicia, Manna provocó el incendio colocando un colchón en forma vertical en la puerta de ingreso a la celda y los policías mencionados no se encontraban ese día en la jefatura. La pesquisa fue tan puntillosa que hasta encontraron un encendedor en el pantalón del preso. Pero, como suele ocurrir en esas muertes tan extrañas que sólo ocurren en comisarías, nadie aportó un motivo para explicar por qué el joven podía haberse suicidado, cuando se lo acusaba por un delito menor (había robado un pedazo de carne en una carnicería).

La causa fue archivada en septiembre de 2001. "No es posible que el expediente haya estado siempre bajo secreto de sumario y llama la atención la celeridad con la que han cerrado la investigación", dijeron los abogados de la familia Manna.

El crimen de Godoy, la zona liberada en la ruta 9 y la muerte de Manna parecían casos cerrados. En realidad contenían una lección que recién ahora puede apreciarse.

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Familiares y compañeros de Daniela Sparvoli.

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