| domingo, 06 de julio de 2003 | Charlas en el Café del Bajo -Y siguiendo con el tema del amor, Inocencio, le diré que amar supone algo sencillo y a veces no lo es. Amar no es sólo dejarse arrastrar plácidamente por las aguas de un sentimiento sublime y bello, sino es, además, un modo de vida. El amor trasciende el enamoramiento y cuando esto sucede suelen aparecer las dificultades, entonces para amar es necesario ser valeroso, tener coraje, no dejarse atrapar por el miedo.
-Sólo voy a escucharlo, así que prosiga.
-Jesús dice: "Nadie ama más que aquel que da la vida por un amigo". Y amar es precisamente eso, renunciar a sí mismo en favor de otro. En su Evagelio y su epístola Juan dice que "Dios amó tanto al mundo que entregó a su unigénito". Imagínese por un momento a Jesús en el huerto de Getsemaní. Sabe que va a se ejecutado de la manera más tremenda, le pide a Dios que le pase ese cáliz amargo, no quiere morir, suda y llora. Pero reacciona al punto y se da cuenta de que no tiene otra alternativa sino la de amar a la humanidad a través de su muerte. Usted podría decir: "¿Pero entonces amar es morir un poco?" Y la respuesta es sí, es morir un poco, pero no para sumergirse en las tinieblas definitivas de la muerte, sino para resucitar a una vida más plena, más bella. Yo diría que si amamos de verdad debemos permitir que muera a veces una parte de nosotros no para perderla definitivamente, sino para confiar en que la ley perfecta que rige la creación nos la retornará sublimada y nueva. Para los que creemos, la muerte de crucifixión no fue el fin, sino el principio de una hermosa historia de vida.
-¿Y cuál sería el mensaje, retornando al tema de ayer, para esa mujer católica cuya familia rechaza a su pareja que es separado?
-Montesquieu decía que "Por desgracia, es muy corto el intervalo entre el tiempo que se es demasiado joven y el tiempo que se es demasiado viejo", y creo yo que uno no puede darse el lujo de no amar en la vida, de no atreverse a amar con todos los riesgos y dificultades que, como decía, ello implica. Ayer le dije a usted que la condición civil de un hombre y una mujer no pueden permitirse como obstáculos que dificulten la existencia del amor. Los dogmas y principios religiosos elaborados por el hombre deben ser respetados sólo en tanto y en cuanto no se contrapongan a la ley natural (y digo esto muy a pesar de aquellos ortodoxos que cuestionarán mis expresiones). "Dios es amor", dice Juan y aquel que ama no puede sino ser agradable a Dios. En ese caso diría a la mujer de nuestra historia lo mismo de ayer: no tenga en cuenta la condición civil de ese hombre, tenga en cuenta si la luz resplandece en su alma. Y si entre lo dos existe genuino amor atrévase a amar, ame sin importar nada más, no sea que en algún momento de su vida deba reprocharse: "tuve el amor en mis manos y lo dejé partir". Al verdadero amor no se renuncia, jamás y por ningún motivo.
-De todas formas, no debe ser fácil para la joven compatibilizar el amor por un hombre y el amor por la familia.
-Lo sé, y en cuanto a eso le diría que si su familia de verdad la ama sólo puede querer para ella su paz, de no ser así estaríamos ante la presencia de una circunstancia poco feliz en donde el egoísmo impera y el enojo gobierna. Y si así fuera entonces diría lo que Séneca: "En la adversidad conviene muchas veces tomar un camino atrevido".
-Bueno, habría que ver si el hombre de la historia merece que la mujer tome un camino atrevido.
-Por eso manifesté que es necesario tener certeza de que la luz resplandece en el alma del muchacho.
-Sí, lo había olvidado. Ciérreme la charla con unas palabras finales.
-"En el amor no hay temor; antes el amor perfecto lanza fuera el temor, pues el temor mira al castigo y quien teme no ha alcanzado la perfección en el amor", dice Juan. Por eso quien ama de verdad confiese a Dios y a Jesucristo y atrévase a amar, sin miedos, sin culpas, sin prejuicios infundados. El amor verdadero trasciende todos los dogmas y todos los principios, porque como dijimos al concluir la charla de ayer... Dios late en el corazón de los enamorados. Hasta mañana.
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