Año CXXXVI Nº 49894
Política
La Ciudad
La Región
Opinión
Información Gral
El Mundo
Policiales
Cartas de lectores


suplementos
Ovación
Escenario
Economía
Señales
Turismo
Mujer


suplementos
anteriores
Educación 05/07
Campo 05/07
Salud 02/07
Autos 02/07


contacto

servicios

Institucional

 domingo, 06 de julio de 2003

Adolescencia
Entre el niño y el adulto

Domingo Caratozzolo (*)

Es interesante observar que la costumbre de lo que llamaremos "nocturnidad" se instala en un momento en el cual, de manera inédita en la historia, la adolescencia se extiende en muchos casos hasta los treinta años. Este hecho se debe a diversos factores. El desarrollo de la tecnociencia ha reducido de manera drástica la demanda laboral, y por otro lado, se hace necesaria una capacitación cada vez más prolongada para acceder a un empleo.

Esta edad intermedia entre el niño y el adulto, al prolongarse en el tiempo, ha generado una acomodación social para integrar a este grupo a la comunidad, de manera de amortiguar los efectos indeseados de la desocupación. Es así que, alargar los estudios, en aras de una mayor capacitación, además de ser una herramienta importante para acceder a un empleo, constituye una ocupación estimulada, tanto por la familia como por el estado, para incluir al joven dentro de los parámetros socialmente considerados normales.

La situación en que los jóvenes desarrollan su vida es la de una gran dependencia familiar, pues aunque vivan solos, les resulta indispensable contar con los suministros familiares. Es así que se establece un conflicto entre su exigencia y necesidad de independencia, y su carencia de medios para lograrla.

Mientras su inclusión en el mundo adulto del trabajo no es posible, el adolescente precisa de marcas que lo distingan de sus padres y de los adultos en general, pues necesita poder diferenciarse, discriminarse de estos, en la medida en que está realizando un tránsito hacia su independencia e individuación. Ser alguien particular, descubrirse como sujeto psíquico con características propias, le lleva a querer apartarse del mundo de los adultos y crear uno propio, donde compartir con iguales sus inquietudes y esfuerzos.

Los adolescentes adoptan un vocabulario que los diferencia tajantemente de sus padres y los identifica con el grupo etario. Tanto en el vestir, como en su cabellera, los tatuajes, uso de aros, los piercing y demás gestos, están destinados a discriminarse como individuo.

Cuando en los fines de semana los adultos se retiran de los espacios públicos para ir a dormir, los jóvenes invaden la calle y la hacen suya. No existe el encuentro en lugares comunes; como una sustitución ritualizada, unos se retiran de escena y otros se adueñan de ella. Esta apropiación semanal, sirve a los propósitos de marca y diferenciación generacional.

Sabemos que la temporalidad está pautada, entre otros factores, en la sucesión del día y de la noche. Actividad y reposo. El feto, quizás esté alejado de ese transcurrir del tiempo, al cual, una vez nacido lo va introduciendo paulatinamente el adulto, y así, irá acomodando su actividad en el día y el descanso en la noche.

¿Qué es lo que logra el joven con su nocturnidad? En primer lugar edificar un mundo paralelo al de sus padres durante el fin de semana, ocasiones en que estos tienen mayor oportunidad de compartir el tiempo con sus hijos. Las quejas más frecuentes de los padres, es que sus hijos hacen de la noche día y del día noche, negando el orden del mundo adulto. En segundo lugar, y no menos importante, es que el joven con su nocturnidad trata de borrar el transcurso del tiempo, en la medida que transforma y confunde la sucesión del mismo por su actividad durante la noche y reposo durante el día.

Si no hay diferenciación entre día y noche, si no hay sucesión temporal, no hay tiempo, si no hay tiempo, no hay muerte. Si se pasa por alto el paso del tiempo, no hay obligaciones, no hay necesidad de crecimiento, de madurez, no existen las etapas de la vida, ni ciclos vitales, ni el discurrir de la vida que nos lleva inexorablemente del nacimiento a la muerte.

Pero, los dramáticos cambios registrados en el cuerpo del joven constituyen una prueba irrefutable de lo inevitable del paso del tiempo y de la finitud de la existencia; el reloj temporal que transita a paso cansino en la infancia comienza a acelerarse bruscamente, y llegará el momento en que las obligaciones de la vida le harán anhelar el descanso nocturno, mientras otros, más jóvenes que él, tomarán su relevo.



(*) Psicoanalista

www.domingocaratozzolo.com.ar

enviar nota por e-mail

contacto
buscador

Ampliar FotoFotos
Ampliar Foto
El adolescente busca diferenciarse de sus padres.

  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados