Año CXXXVI Nº 49894
Política
La Ciudad
La Región
Opinión
Información Gral
El Mundo
Policiales
Cartas de lectores


suplementos
Ovación
Escenario
Economía
Señales
Turismo
Mujer


suplementos
anteriores
Educación 05/07
Campo 05/07
Salud 02/07
Autos 02/07


contacto

servicios

Institucional

 domingo, 06 de julio de 2003

[Lecturas] Bomarzo, la censura y la leyenda
Historia de una ópera maldita
Investigación. "The Bomarzo Affair". Esteban Buch. Adriana Hidalgo Editora. Buenos Aires, 238 páginas

Fernando Toloza / La Capital

El libro de Esteban Buch cuenta la historia de la censura de la ópera "Bomarzo", con música de Alberto Ginastera y libreto de Manuel Mujica Láinez, basado en su novela homónima.

La obra nació como uno de los grandes proyectos de la cultura argentina y comenzó su recorrido bajo ese lema en Estados Unidos, apoyada por Alvaro Alsogaray y su hija María Julia, funcionarios en el extranjero del gobierno militar del general Juan Carlos Onganía. Sin embargo, antes de hacer su estreno en el teatro Colón de Buenos Aires fue "excluida" de la programación de 1967, en un acto de censura cuya trama, antecedentes y consecuencias revela el libro de Buch, en un estudio riguroso, entretenido y que, además de cubrir palmo a palmo su tema, abre nuevas puertas para la consideración de lo que pasaba en los años 60 en la Argentina y lo que vendría después, donde una ópera censurada sería poco frente a la muerte sembrada por el Estado.

"¿Pero por qué contar la historia de la censura de una ópera, antes que la historia de esa ópera?", pregunta el propio Buch y responde dando la clave de su estudio: "Porque Bomarzo es, hasta hoy, en la memoria histórica de los argentinos, no la ópera que algunos vieron, sino la que muchos no pudieron ver, y porque la historia de esa ópera se ha vuelto indisociable de la de su censura".

El trabajo de Buch muestra cómo se formó una "antiópera", una ligazón en la que participan el terror de Estado embrionario y el porvenir; la confusión de Ginastera y Mujica Láinez como emblemas de los artistas mártires cuando, en realidad, eran los favorecidos por la mirada oficial (de hecho Ginastera era el músico argentino número uno); las internas de la Iglesia argentina, con monseñor Caggiano oponiéndose al Concilio Vaticano II; los informes de la embajada de Estados Unidos en la Argentina; la creencia de Mujica Láinez de ser una reencarnación del duque de Orsini; las opiniones de Borges; la solidaridad del compositor italiano Luigi Nono, un creador en las antípodas de Ginastera, y muchos otros elementos. Todos ellos relevados, analizados y puestos en conexión en "The Bomarzo Affair", cuya única contra es la falta de título de los capítulos. Títulos que hubiesen hecho al libro más apasionante.

Buch reconstruye el tejido cultural de los años 60 y deja en claro que mucho de lo que contiene la ópera "Bomarzo" tuvo que ver con Ginastera, quien a pesar de su declarado catolicismo fue ganado por sus visiones de sensualidad, que llevaron a renunciar, por ejemplo, a un grupo de bailarinas en Nueva York porque algunas escenas de ballet de la obra les parecieron subidas de tono.

Ese incidente y los comentarios -elogiosos pero descriptivos del carácter sexual de la pieza- de los diarios de Estados Unidos pusieron en alerta al gobierno de Onganía y a uno de sus socios de fondo, la Iglesia. Prohibieron la obra por lo que habían oído y por las fotos vistas en los diarios, aunque no dejaron de reconocer la trayectoria de sus creadores, que tomaron de diferente manera el asunto.

Ginastera nunca se repuso del cuestionamiento que significó para él la censura. Era el músico oficial de la Argentina. Sus creaciones se escuchaban en los actos de carácter protocolar en el Colón y la crítica extranjera los señalaba como el creador que había logrado una música de sabor argentino y americano. Verse excluido del Colón fue un duro golpe, aunque con los años lo asimiló, ya que, desde su casa en Suiza, aceptó en el Proceso la representación de sus obras en el Colón, quizá como una revancha que le impidió ver el juego al que se prestaba.

Mujica Láinez se divirtió con el asunto de la censura. Se puso contento porque su novela "Bomarzo" se convirtió en un best seller y él tenía la oportunidad de ser irónico con sus censores, especialmente con monseñor Caggiano. Todo el mundo quería saber acerca de las perversiones de "Bomarzo", y como el libro no había sido prohibido se vendió en grandes cantidades y justificó varias ediciones de bolsillo.

Como un gran detective tras todas las pistas de un caso, Buch también rastreó lo que pasó cuando "Bomarzo" pudo finalmente llegar al público argentino en 1972 y en 1984. En el primer año del regreso de la democracia se desarrolló otro capítulo de la "antiópera". Una llamada anónima a la Policía Federal acusaba a "Bomarzo" de someter a niños actores a escenas poco adecuadas para menores. Se hizo una investigación judicial, con policías que hicieron de "críticos", y la ópera fue "sobreseída".

El estudio de Buch no llega lamentablemente a la versión que por estos días montó Alfredo Arias en el teatro Colón. Hubiese sido interesante ver cómo Buch lee la puesta de Arias, un director formado en el Instituto Di Tella y que desde los años 70 hace su trabajo en París, donde se transformó, entre otras cosas y visto desde la Argentina, en el director de cabecera de Copi. Aunque la puesta de Arias confirma lo que dijo en su momento Mujica Láinez y Buch se ocupó de contar con maestría, más allá de sus diferencias con el escritor: el asunto "Bomarzo" es "uno de los capítulos más extraños de la historia del arte en nuestro país".

enviar nota por e-mail

contacto
buscador

  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados